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Milagro de la Virgen de la Concepción al niño Lope Hernández que se ahogó al caer en una alberca en la vega de Mérida. 15 de agosto de 1689.
© Pedro Castellanos
16/2/2018
Me ha parecido interesantísimo el dato
que aparece en un documento de la desaparecida Cofradía de Ntra.
Sra. de la Concepción de los Labradores de la primitiva ermita de San Andrés de
Badajoz, fundada el 10 de mayo
de 1617. La cofradía poseía una imagen de madera sobredorada, llamada Madre
de Dios de la Concepción, con un Niño Jesús en sus brazos. El milagro fue el
día de su fiesta, que la cofradía celebraba el 15 de agosto, día de la Asunción
de la Virgen María. Fue a un niño de siete años llamado Lope Hernández, hijo de
Lope Hernández y Beatriz García de Rueda, que se había ahogado en una alberca
de una huerta en la vega de Mérida, junto a lo que hoy es el barrio de San Roque. El documento
se titula: «Justificación de un milagro
manifiesto que hizo María Santísima Señora Nuestra de Concepción de San Andrés
el día 15 de agosto que celebra la hermandad su fiesta, dando sanidad y
restituyendo la vida a un niño que se ahogó en la alberca de una huerta».
En él figuran los testimonios de los testigos que los presenciaron:
Milagro. Nos, el doctor Juan Fernández
Cuadrado, canónigo en la insigne iglesia colegial del Sacromonte de la ciudad
de Granada, provisor y vicario general en esta ciudad de Badajoz y su obispado,
por cuanto por el mayordomo y regidores de la Cofradía de los Labradores de
Ntra. Sra. de Concepción, sita en la ermita de San Andrés de esta ciudad, y por
parte de Lope Hernández y Beatriz García de Rueda, su mujer, vecinos de esta
ciudad, se nos hizo relación diciendo que el día quince de este presente mes de
agosto, que es en el que se celebra la fiesta por dicha cofradía a dicha
imagen, sucedió que a hora de las cuatro de la tarde, estando para salir la
procesión como es costumbre [con] dicha imagen por las calles públicas de esta
dicha ciudad, el haber caído en una alberca llena de agua que tiene de alto dos
varas y cuarta un hijo legítimo de los dichos Lope Hernández y Beatriz García,
que se llama Lope Hernández, de edad de siete años, y que habiéndolo sacado
después de ahogado y haber estado debajo del agua más de media hora, las
personas que lo hallaron, con fervor, invocaron el auxilio de dicha imagen,
pidiendo restituyese la vida por ser día de su festividad al dicho niño. El
cual, milagrosamente, dentro de muy poco rato, volvió a sí, con notable
admiración de todos los presentes. Y nos pidieron de lo referido se hiciese
averiguación para que constase del dicho milagro y se publicase respecto de
haber sido tan patente y hallarse al día de hoy el dicho niño gozando de la
sanidad y robustez que antes tuvo, ni amarillez alguna, y por nos, visto,
mandamos hacer dicha averiguación. Y para ello, damos comisión al infrascrito
notario y alguacil mayor eclesiástico de nuestra audiencia. Dado en la ciudad
de Badajoz, a 16 días del mes de agosto de 1689 años.
En la ciudad de Badajoz, a 16 días del
mes de agosto de 1689 años, yo el notario, para la averiguación de lo supra
escrito, recibí juramento a Dios y una cruz, de Isabel García, viuda de Andrés
Ardila, vecina de esta ciudad, la cual lo hizo y prometió de decir verdad. Y
siendo preguntada por lo contenido en la cabeza de proceso, dijo que ayer que
se contaron quince de este presente mes y año, en la tarde, día de la Asunción
de Nuestra Señora, en que celebra la festividad de Nuestra Señora con la
advocación de Concepción por la Cofradía de los Labradores de esta dicha
ciudad, que está sita en la ermita de San Andrés Apóstol de ella, a hora de la
cuatro, sucedió, que estando la testigo en una huerta que tiene al sitio de la vega de Mérida de esta dicha ciudad, que es de Lope Hernández, y linda con otra
que tiene y posee el dicho Lope Hernández, fue a llamar [a] la testigo Domingo
Hernández, de edad de diez años, con poca diferencia, que es hijo del dicho
Lope Hernández y de Beatriz García de Rueda, y le dijo a esta testigo,
llorando, como su hermano Lope Hernández, el más pequeño, que será de edad de
siete años, se había caído en la alberca de su huerta, que lo fue a sacar, la
cual dicha alberca es de las antiguas que hay en esta ciudad, que tiene de alto
dos varas y cuarta (1). Y habiendo acudido la
testigo a socorrer la dicha necesidad, por hallarse sola y sin compañía de
persona alguna, y habiendo venido a la dicha alberca, la halló rasa de agua
prevenida para el riego de la dicha huerta, que para llegar a ella había de
distancia de la parte donde se hallaba más de trescientos pasos (2). Y cuando llegó, vio
que el dicho niño que había caído, se vino a la flor del agua, tendido de
espaldas, los brazos abiertos, boca arriba. Aunque la testigo le echó un
palo y [le] dio voces diciendo se agarrase a él, no tuvo efecto, porque con la
distancia del tiempo que había pasado, se hallaba ya sin sentido, ahogado y en
las últimas vales de su vida. Y así se fue al hondón donde se quedó la testigo,
viéndose sin remedio, con ansia y devoción, invocó una y mil veces el auxilio y
amparo de la advocación de la Madre de Dios de Concepción, diciendo: «Virgen Santísima, pues es hoy vuestro día
y os están celebrando vuestra fiesta con gran regocijo, acudid a esta
necesidad». Y luego envió la testigo al dicho Domingo Hernández, hermano
del dicho niño, diciéndole saliese a aquellos campos dando gritos, diciendo «que
se ahoga mi hermano», por ver si alguna persona de caridad lo quisiese venir a
sacar. Y habiéndolo hecho, la testigo se quedó implorando el auxilio de dicha
imagen. Y a las voces que dio el dicho Domingo Hernández, acudió Tomé
Carbonero, vecino de esta ciudad, que se hallaba de distancia de la dicha
huerta más de mil pasos (3). Que la interpolación del tiempo que
hubo desde que el niño se fue al hondo ahogado hasta que vino el dicho Tomé
Carbonero, fue poco más de media hora. Y habiendo llegado el susodicho, se
arrimó a la dicha alberca y estuvo atendiendo un rato por ver si volvía el
dicho niño o daba señales de vivo que se hallaba en el hondón en medio de dicha
alberca, en la misma conformidad que la testigo lo había visto hundir. Y viendo
no daba señales de vivo, procuró sacarle como a cuerpo muerto, buscando con qué
hacer la diligencia, halló un timón de arado que parece materialmente imposible
haberlo podido sacar por la cortedad del dicho timón y hallarse el cuerpo en
medio de la alberca, que es de alto que lleva referido. Y luego que intentó
hacer la diligencia el dicho Tomé Carbonero, la hizo con tal acierto, que luego
que entró dicho palo, lo encaminó donde estaba el cuerpo, metiéndolo por debajo
de él, se vino con tal prontitud a la vera de la alberca, que a poca diligencia
que hizo, se vino el cuerpo arriba, el cual halló la testigo. Y [lo] sacaron
fuera, y mirándolo uno y otro con atención, hallaron [que] estaba muerto,
desfigurado, sin respiración. Y aunque le aplicaron la mano al corazón, no
palpitaba, teniendo todo su cuerpo y rostro de color de lirio [morado], afeada
la barriga, tan sumamente aventada, que le estaba la camisa entallada. Y viendo
la referida fatalidad, la testigo, juntamente con el dicho Tomé Carbonero y el
hermano del dicho niño, habiéndose oído el regocijo de las campanas de San
Andrés que se estaban repicando y el ruido de los cohetes que se disparaban,
conocieron salía en procesión la dicha imagen de Ntra. Sra. de la Concepción. Y
así todos tres juntos, comenzaron a invocar su nombre, pidiendo que, pues era
su día, remediase aquella necesidad y restituyese la vida a dicho niño. Y a
súplicas y ruegos repitieron muchas veces. Y el dicho Tomé Carbonero ofreció
dos misas a dicha imagen. Y estando con la dicha invocación todos tres, con
bastante ansia y pidiendo lo referido de todo corazón, luego incontinenti (4), sucedió que dicho
niño comenzó a echar sangre por las narices. Y el dicho Tomé Carbonero le tomó
debajo del brazo y con la otra mano le asió la frente. Y teniéndolo boca abajo,
comenzó a echar gran copia de agua y a poco rato [dio] muestras de vivo. Y
volvió a sí llorando, con cuyas aflicciones de llanto, voluntariamente nacía la
provocación de vómito, de forma que en breve rato, quedó exhausto hasta
la comida. Y con lo referido, el dicho Tomé Carbonero, lo arropó, atribuyendo
la testigo y el susodicho a milagro el referido suceso que lo había hecho la
dicha imagen de Nuestra Señora de Concepción, respecto de haber sucedido en la
conformidad que lleva declarado de haber estado debajo del agua el dicho niño
más de media hora y haberle sacado de ella en la conformidad que lleva dicho. Que
es lo que sucedió en presencia de la testigo y la verdad, so cargo del
juramento que tiene hecho. No firmó porque dijo no saber y que es de edad de
treinta años, poco más o menos, de que doy fe. Ante mí, Francisco Guerrero.
En la ciudad de Badajoz, en el dicho
día, mes y año, dichos yo, el dicho notario, para la dicha justificación,
recibí juramento a Dios a una cruz, según forma de derecho de Tomé Carbonero,
vecino de esta dicha ciudad, el cual lo hizo y prometió de decir verdad. Y
siendo preguntado por el tenor de dicha cabeza de proceso, dijo que ayer,
quince de este presente mes y año, estando el testigo en el horno de ladrillo
más abajo del hoyo que está a la vega de Mérida, en la tarde, como a cosa de
las cinco, el testigo oyó unas voces que daba Domingo Hernández, hijo de Lope
Hernández y de Beatriz de Rueda, su mujer. Y atendiendo de ellas, oyó que decía
que se ahogaba su hermano, a que el testigo se fue hacia allá. Y habiendo
llegado a la huerta del dicho Lope Hernández a la alberca de ella, que es de
las antiguas que hoy tiene esta ciudad, que su pared tiene de alto dos varas y
cuarta, guiado del dicho Domingo Hernández, vio que estaba junto a dicha
alberca, a un lado de ella Isabel García, viuda, vecina de esta ciudad, con
bastante aflicción de lo que había sucedido. Y le pidió al testigo sacase de la
dicha alberca a un hermano del dicho Domingo Hernández, que en ella se había
ahogado. Y llegándose a dicha alberca el testigo la halló rasa de agua, y
mirando al hondón, vio en medio de ella al dicho niño, que estaba tendido de
espaldas, boca arriba, y atendiendo un rato, a ver si volvía
o daba señales de vivo, con determinación de si lo hacía arrojarse a dicha
alberca. Y reconociendo no hacía movimiento alguno y decirle hacía más de media
hora se hallaba ahogado y en el hondo, el testigo hizo diligencia de sacarle
como a cuerpo muerto. Y buscando con qué hacer lo referido, halló un timón de
arado que parece imposible haberle podido sacar con él, por lo corto que era de
hallarse el cuerpo en medio de la alberca. Y luego que intentó hacer la diligencia,
la hizo con tal acierto, que metiendo el palo por debajo del cuerpo a muy poco
movimiento que hizo, se vino con tal prontitud a la vera de dicha alberca, que
a poca diligencia que hizo, se vino el cuerpo del dicho niño arriba, el cual
asió la dicha Isabel García. Y acudiendo el testigo, le sacaron, y mirándole
con atención uno y otro, hallaron estaba muerto y que no tenía respiración. Y
aunque le aplicaron la mano al corazón, no le palpitaba y tenía todo su cuerpo
y rostro desfigurado, de color de lirio, el vientre tan sumamente aventado de la
mucha agua que en él tenía que le estaba la camisa estallando. Y viendo la
referida desgracia, el testigo, juntamente con la dicha Isabel García y el
hermano del dicho niño, habiendo oído el regocijo de las campanas de San Andrés
que se estaban repicando y el ruido de cohetes que se disparaban, conocieron
salía en procesión la imagen de Ntra. Sra. de Concepción. Y así, todos juntos,
invocaron una y muchas veces el auxilio y amparo de la dicha imagen, diciendo: «Madre de Dios de Concepción, pues hoy es
vuestro día y salís en procesión, remedia esta necesidad, restituyendo la vida
a este niño». Y con ansia y fervor, el testigo le ofreció dos misas, y
estando en la continua invocación con bastante ansia de estar viendo el
referido suceso, sucedió que luego, incontinenti, el dicho niño echó sangre por
las narices. Y el testigo le tomó y puso debajo de un brazo, teniéndole la otra
mano puesta en la frente, le puso boca abajo y comenzó a echar gran copia de
agua y a dar señales de vivo. Y a poco rato volvió a sí, llorando, con cuya
aflicción voluntariamente se provocó a vómitos, de forma que quedó exhausto
hasta la comida. Y con lo referido, quedó el testigo absorto, atribuyendo a
milagro que había hecho la Divina Majestad, por medio de la intercesión de la
Madre de Dios de Concepción, respecto de haber sucedido en la conformidad que
lleva referido. Y añade, que habiendo tenido los padres del dicho niño la
noticia de que se le había ahogado su hijo, pasando la dicha imagen en
procesión por su puerta, y estando con el sentimiento y dolor que se deja
considerar, acabada de pasar la dicha imagen, le entraron por las puertas (…)
restituyendo a vivo el que lloraban muerto. Y esto es lo que pasó y es la verdad, so
cargo de juramento que tiene dicho. No firmó porque dijo no saber, y que es de
edad de treinta años, poco más o menos. Ante mí, Francisco Guerrero.
Vega de Mérida, donde se ahogó Lope Hernández en 1689.
Auto publicado el mes de septiembre de
1689 donde se daba por justificado el milagro y se autorizaba su publicación.
Es posible que esta alberca fuese similar a la desaparecida de origen romano
llamada «el Albercón».
En la ciudad de Badajoz, a tres días
del mes de septiembre de 1689 años, el señor doctor don Juan Fernández
Cuadrado, canónigo en la insigne iglesia colegial del Sacromonte de la ciudad
de Granada, provisor y vicario general de esta dicha ciudad [de Badajoz] y su
obispado, habiendo visto estos autos, hechos a pedimento del mayordomo y
regidores de la Cofradía de Labradores de Ntra. Sra. de Concepción, sita en la
ermita de San Andrés Apóstol de esta dicha ciudad, y de Lope Hernández y
Beatriz García de Rueda, su mujer, vecinos de esta dicha ciudad, sobre
justificar el milagro que dicha imagen hizo el día quince de agosto pasado de
este presente año, que es en que se celebra la fiesta por la dicha cofradía a
la dicha imagen con un hijo pequeño de los dichos Lope Hernández y Beatriz
García, llamado Lope Hernández, pues habiendo caído en una alberca profunda
llena de agua y haber estado en ella ahogado en el hondón más de media hora,
habiéndole sacado después volvió a sí y vivió, habiendo invocado los
infrascritos con devoción el nombre de la dicha imagen de Ntra. Sra. de
Concepción para que [le] restituyese la vida del dicho niño. Y atento se
justifica lo referido y de ello estar su merced informado extrajudicialmente
del referido suceso, y atento [de] ser cierto y gozar de perfecta salud el
dicho niño.
Notas:
(1) Sobre
1.88 metros de alto. (2) Más de 400 metros. (3) A un kilómetro y medio aproximadamente.(4) Sinónimo de rápidamente.
Fuente: Archivos Eclesiásticos de Mérida-Badajoz.
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