sábado, 6 de enero de 2018

6. Juramento de fidelidad del conde de los Acevedos al príncipe de Asturias (futuro rey Fernando VII) en la Catedral de Badajoz. 22 de marzo de 1790.

6.

Juramento de fidelidad del conde de los Acevedos al príncipe de Asturias (futuro rey Fernando VII) en la Catedral de Badajoz. 22 de marzo de 1790.


© Pedro Castellanos
6 de enero de 2018


Retrato de Fernando VII, por Vicente López Portaña. Museo del Prado (Madrid).

Estando este día de la fecha en el presbiterio de la capilla mayor de la Santa Iglesia Catedral de esta ciudad de Badajoz los señores: el ilustrísimo don frey Alonso de Solís y Grajera, del Orden de Santiago, del consejo de su Majestad de esta dicha ciudad y su obispado; don Francisco Martínez de Velasco, coronel de los reales ejércitos, teniente de rey de esta plaza y gobernador militar interino de ella; y el señor don Vicente Antonio de Vera Ulloa y Carvajal, conde de los Acevedos, de esta vecindad, en presencia del ilustre cabildo eclesiástico de la misma Santa Iglesia, de diferentes caballeros y personas de la mayor distinción y oficialidad de los regimientos Segundo de Cataluña, Extremadura, Real Cuerpo de Artillería y Caballería que la guarnecen, y de otras muchas en gran número de todas clases, sexos y estados; por dicho ilustrísimo señor comisionado por su Majestad para lo que se dirá, se me entregó a efecto de que la leyese una copia de la escritura de juramento y pleito homenaje que en la iglesia del real convento de San Jerónimo de la villa y corte de Madrid se hizo el día miércoles 23 de septiembre del año pasado de 1789 por el serenísimo señor infante, don Antonio Pascual y los prelados, grandes títulos, caballeros y procuradores de las grandes ciudades y villas de voto en Cortes al serenísimo señor Príncipe, nuestro señor (que Dios guarde), y en su observancia lo ejecute de su tenor de verbo ad verbum de que certificó. Y habiéndola oído dicho señor conde de los Acevedos, entendió de lo que por su Majestad se encargó al referido señor ilustrísimo, dijo: otorga que reconoce al serenísimo señor don Fernando, hijo primogénito del rey, nuestro señor (que Dios guarde) por príncipe de Asturias, y desde ahora le ha, tiene y recibe por tal como inmediato sucesor a estos reinos y señoríos a él sujetos, dados, unidos e incorporados y pertenecientes, durante los largos, prósperos y bien afortunados días del señor rey don Carlos IV, nuestro soberano; y para después de ellos por su rey y legítimo señor y natural heredero y propietario de aquellos. Y desde ahora, para entonces, le rinde la obediencia, reverencia, sujeción, fidelidad y vasallaje que como buen súbdito, leal y natural vasallo está obligado a dar, prestar y guardar como a su príncipe, rey y señor natural, respectivamente. Y promete que bien y verdaderamente tendrá y guardará con la mayor puntualidad cuanto sea de su real servicio como debe y es obligado a hacer; jura por Dios, nuestro Señor, a santa María, su madre, y a una señal de cruz en legal forma y a las palabras de los santos Evangelios que están escritos en un misal abierto en que puso sus manos el mismo señor conde corporalmente, de que tendrá realmente y con efecto al dicho serenísimo esclarecía príncipe don Fernando, por príncipe y señor heredero de estos reinos durante la vida de su Majestad (que la divina prospere) y después de ella por su rey y señor natural y prestarle como a tal los obsequios de obediencia, reverencia, sujeción, fidelidad y vasallaje que le son debidos y cumplir todo lo que por derecho debe y es obligado de hacer, sin oponerse ni contravenirlo por ningún pretexto, motivo y causas; y si lo hiciere, quiere incurrir en las penas impuestas por leyes de estos propios reinos contra los traidores e infractores de los juramentos. Y a mayor seguridad de lo referido, juró de guardar la citada escritura de juramento que aquí se acaba de leer, diciendo dicho ilustrísimo señor: así Dios os guarde y estos santos Evangelios a que contestó el referido señor conde; Sí, juro, amén. Y de observar exacta e inviolablemente todo lo que ha jurado y prometido sin faltar en cosa alguna, según es obligado practicar en servicio de su Príncipe soberano, rey y señor natural. Y si lo contario hiciese, desde ahora se da por incurso en las referidas penas en que por leyes de estos reinos incurren los transgresores. Y el referido señor ilustrísimo aceptó dicho juramento en nombre del serenísimo preclaro señor don Fernando, príncipe de Asturias y legítimo sucesor de estos reinos y dominios de España, y todos tres señores lo pidieron por testimonio, e yo, el infrascrito escribano del rey nuestro señor, real en todos sus reinos y señoríos, público del número perpetuo y ayuntamiento de esta muy noble y muy leal ciudad y de la Capitanía General de este Ejército y provincia de Extremadura, doy fe haber presenciado todo lo referido y que conozco a dichos señores, quienes firmaron, siendo testigos: don Baltasar González del Campo, don Benito Gil y don Josef Rodríguez, vecinos de esta dicha ciudad, hecho en ella, a 22 de marzo de 1790. Fdo.: Alonso, obispo de Badajoz, don Francisco Martínez de Velasco, el conde de los Acevedos.

5. El palacio de Fernando de Montoya, del conde de la Roca y del conde de los Acevedos.


5.

El palacio de Fernando de Montoya, del conde de la Roca y del conde de los Acevedos.


© Pedro Castellanos
6 de enero de 2018

       
El Palacio Episcopal de la alcazaba en el barrio de la Torrecilla o de la Condesa.
La torre del palacio de Fernando de Montoya, luego del conde de los Acevedos, solía llamarse por error torreón del Palacio Episcopal. Voy a intentar aclarar dónde estuvo este último palacio. Se sabe que fue el «Almacén del Rey», y que ya existía a finales del siglo XIV:
El rey don Juan el primero dio a nuestro prelado don Fernando Suárez de Figueroa para sí y sus sucesores las casas del Almacén en el Castillo, por donación que de ellas le hizo en Valladolid a 20 de febrero de 1380, como refiere el señor don Juan Solano en su primera parte de la historia de nuestra iglesia en este año. Fue el palacio de nuestros obispos, que lo vivieron hasta que, con el suceso de la centella del año 1685, lo dejó nuestro prelado, el señor Rodezno, bajándose a vivir a la casa y palacio que fabricó y donó a su cabildo, año de 1690. Luego que este murió lo tomaron los generales para hospital del Rey, con la ocasión de haber muchos enfermos y no caber en el de la [Vera] Cruz, donde se curaban, junto al puente.
La situación la aclaran bastante bien varios documentos, uno del 25 de octubre de 1630. En él, Catalina Hernández, viuda de Álvaro Hernández, daba a censo perpetuo por tres ducados y medio a los vecinos de Badajoz Juan Rodríguez Faxo y su mujer María Díaz «unas casas de morada que yo tengo en esta ciudad, en el Castillo de ella, a la Torrecilla, que tiene tres piezas bajas, un doblado y un corral y alinda por la una parte con casas de Juan Cid y calleja del Obispo». Esta calleja del obispo, por su nombre, debió estar junto al Palacio Episcopal. Más claro es otro documento de 1657, en la época del obispo Diego López de la Vega, se citaba: «Que su señoría tuvo necesidad de hacer un corral para los Palacios Episcopales, por carecer de él, y para ello compró ciertas casas y asientos [=solares] que estaban al sitio de la Torrecilla, junto a dichos palacios, y entre ellos, unas casas que fueron de Diego Díaz, sastre, junto a la iglesia de Calatrava». De ellos se pagaban 12 reales de censo al año a los capellanes de la capilla de la Encarnación que fundó en la Catedral de Badajoz Lorenzo Suárez de Figueroa. En 1649 se citaba en otro documento «unas casas en el Castillo, al barrio de la Torrecilla y luego de la Condesa, que no tiene vecindad». El 5 de febrero de 1654 Alfonso Álvarez, en nombre de Pedro Ibáñez de Leguizamón, caballero de la Orden de Calatrava y vecino de Bilbao en el señorío de Vizcaya, por virtud de poder citaba:
Digo que en el Castillo de esta ciudad, al sitio de la Torrecilla, cerca de las Casas Episcopales, tiene el dicho don Pedro Ibáñez dos moradas de casas, las cuales eran muy pequeñas y lindan unas con otras. Y otras casas al mismo sitio, que poseía Francisco Sánchez Palacios [y] se le pagan 14 reales de censo en cada un año. Y con los accidentes de la guerra que hay con el reino de Portugal se han caído todas las dichas casas del dicho sitio, y están inhabitables y perdidas hace muchos años. Y de presente me he convenido con su señoría el señor don Diego López de la Vega, obispo de esta ciudad y su obispado, de venderle las dichas dos moradas de casas y censo de 14 reales que se pagan de las otras casas. Que todas no son más que solares, porque están caídas, por 150 reales, para hacer su señoría corral para las Casas Episcopales.
El 10 de marzo del mismo año, el clérigo y presbítero Joan de Fontecha Romo, como capellán de la capellanía que fundó la difunta María López, la Roma, citaba que esta capellanía estaba dotada de «unas casas en el Castillo de esta ciudad, al sitio de la Torrecilla, que con los accidentes de la guerra con Portugal se han caído y no hay más de él [que un] solar. Y de la misma manera están las casas circunvecinas, por lo cual no saben con quién lindan». Se la venden al obispo por 200 reales libre de cualquier censo. El barrio quedaría despoblado por las guerras con Portugal desde 1640. En este año de 1654 se cita en otro documento «en el barrio que llaman de la Torrecilla, cerca de los Palacios Episcopales en el Castillo». Teniendo en cuenta que la llamada «Torrecilla» es con seguridad la torre que fue sala de autopsias del antiguo Hospital Militar, el Palacio Episcopal debió estar en el entorno de esta torre y la iglesia de Santa María de Calatrava, frente a la que fue primitiva catedral: la iglesia de Santa María del Castillo. Si existen restos de este palacio deben estar bajo tierra. El llamado Hospital del Rey fue el antecedente del Hospital Militar, hoy sede de la Biblioteca de Extremadura. De este antiguo Palacio Episcopal se hicieron importantes obras de reparación en 1680, valoradas en 6.124,5 reales de vellón en tiempos del obispo Juan de Herreros Jaraba. Las obras las realizó el maestro albañil Salvador Vázquez en los patios, jardines, algunas salas, cocinas, la cochera y un nuevo pajar y caballerizas. También se enladrillaron los suelos de algunos cuartos altos y bajos. Además de ello, se pagaron al maestro carpintero Manuel García Maderuelo 360 reales por dos puertas con sus herrajes para las nuevas caballerizas. Su destrucción definitiva debió ser en el sitio de 1705, puesto que estaría muy indefenso al estar tan cercano a las murallas.

La Torrecilla. Siglos XV o XVI. 
Dio nombre al barrio de la Torrecilla, luego barrio de la Condesa.
Reseñas sobre las familias Silva, Figueroa, Acevedo y Bazán. La Casa del Cordón de Badajoz.
Para hablar del palacio del conde de los Acevedos y del Museo Arqueológico en la alcazaba es inevitable citar a los propietarios de la Casa del Cordón (1) de la plaza de España, hoy sede del Arzobispado de Mérida-Badajoz. Uno de los primeros que habitó este palacio de la plaza de España fue Alonso de Silva Alvarado, alias «el Loco», y su hijo, el comendador Vasco Fernández de Silva. No eran los únicos de la familia que vivía en la misma zona. Frente a donde estuvo siglos después el Casino de Badajoz, anterior sede del Palacio Episcopal (hoy Archivo Diocesano), vivió hasta finales del siglo XVI Catalina de Aguilar, ya viuda de Gabriel de Silva Figueroa, señor del Rostro, que daba nombre a la dehesa del Rostro (mal llamada de los Rostros), donde hoy está el complejo Golf Guadiana y la atalaya musulmana del Rostro. Esta antigua dehesa está partida en dos por la autovía A-5. Catalina de Aguilar le había comprado una de las dos enormes casas que tuvo a Beatriz Bravo de Lagunas, ya viuda de su segundo esposo Gómez Suárez de Figueroa. Beatriz era prima del famoso Juan Bravo de Jerez, quien dio nombre a la cercana plaza López de Ayala y que tuvo su palacio en lo que hoy es convento de las Descalzas. En el primer tramo de la calle Muñoz Torrero, antes llamada Ruy Pérez de Monroy, luego Ñame y Gobernador Viejo, vivió Gómez de la Rocha Ulloa y su mujer Leonor de Lira Escobar, en las casas que luego habitó su yerno, que fue el poderoso regidor de Badajoz Alonso García de Figueroa, alias «el Rico». Este último poseía otras «casas principales» procedentes de su mayorazgo, ya desaparecidas, donde hoy está el edificio Sagitario de la ferretería Lamagrande. En estas últimas casas vivió en el siglo XIX el senador Alejandro Barrantes Moscoso y su esposa María Juliana de la Rocha Laguna. Eran contiguas a otra gran casa donde siglos después estuvo el edificio de Capitanía General.

 Casa del Cordón, plaza de España. Fue palacio de Alonso de Silva Alvarado, alias «el Loco».

El mencionado Alonso de Silva fue el VI señor de la dehesa de los Leales en Jerez de los Caballeros, que estuvo casado con Mayor Bazán. El genealogista y alguacil mayor de Badajoz Íñigo de Argüello Carvajal cita que Alonso era llamado el Loco porque mató a un canónigo de la Catedral de Badajoz cuando de noche iba a «maitines». Por este motivo se empezaron a hacer los rezos de día en la catedral. Alonso donó parte de la Casa del Cordón como dote a su hija Usenda Bazán Portocarrero (citada a veces como Usenda de Silva Bazán), que se casó con Rodrigo Pacheco Portocarrero, hijo de Pedro Pacheco Portocarrero, II señor de las Sirgadas, y de su prima Juana Pacheco Portocarrero, con casa solariega en Jerez de los Caballeros. Usenda y Rodrigo, ya vecinos de Jerez de los Caballeros, la venden en 1576 a su hermano y cuñado, respectivamente, Vasco Fernández de Silva, VII señor de los Leales. La Casa del Cordón la heredaron a partes iguales en 1593 los dos hijos de Vasco Fernández de Silva: Alonso y Rodrigo de Silva Orellana. Alonso era el VIII señor de los Leales y Rodrigo fue el noveno, vecino y regidor perpetuo de Jerez de los Caballeros. Rodrigo se llamó así por su abuelo materno, Rodrigo de Orellana, que estuvo casado con Isabel de Aguilar. Rodrigo de Silva Orellana estuvo casado con Francisca de Silva Vargas, hermana de Gabriel de Silva, XII señor de Higuera de Vargas, e hija de Francisco de Silva, señor de Fagundo, y de Isabel Suárez de Figueroa.
Francisco López de Acevedo Chaves fue el fundador del mayorazgo de los Acevedos de Badajoz.
Alonso de Silva el Loco había contraído primeras nupcias en Badajoz con Teresa de Acevedo de Chaves, hija de Diego de Acevedo de Chaves, que era señor del mayorazgo y casa de los Acevedo en Badajoz y de Blanca Sotomayor Figueroa, hija de Hernando (o Fernando) Sotomayor e Isabel de Silva, III señores de las dehesas de Bótoa en Badajoz y de Cubillos en Villar del Rey. Teresa era hermana de Francisco López de Acevedo Chaves, fundador del mayorazgo de los Acevedo de Badajoz, que murió sin sucesión. Vasco Fernández de Silva era hijo de Alonso de Silva Alvarado el Loco y de su segunda esposa, Mayor Bazán, natural de Jerez de los Caballeros, hermana de Juan Bazán, señor de La Granja. Del matrimonio entre Alonso y Mayor nació también la mencionada Usenda de Silva (Usenda Bazán en 1576), esposa de Rodrigo Portocarrero, vecinos de la localidad pacense de Valle de Matamoros. Este Vasco Fernández de Silva contrajo matrimonio con Beatriz de Figueroa Aguilar, hija de Rodrigo de Orellana, VII señor de Orellana la Vieja y de Isabel de Aguilar Figueroa. Isabel era hija de Mencía de Aguilar y Gonzalo Ruiz de la Vega (o Gonzalo Ruiz de Figueroa), comendador de Lobón, miembro de la Orden de Santiago, además de maestresala de los Reyes Católicos. Al parecer, Gonzalo fue hijo de Lorenzo Suárez de Figueroa Mendoza, el de la famosa lauda de bronce de la Catedral de Badajoz, que fue embajador de los Reyes Católicos en Venecia y de su amante Isabel Enríquez. La familia Figueroa-Acevedo poseía la dehesa de Hinojales, también llamada de los Acevedos, que estaba en el entorno del arroyo Hinojales (lado derecho de la carretera de Olivenza hacia ella) que desemboca en el río Guadiana y nace en las inmediaciones de la villa romana de la Cocosa. Diego de Acevedo Figueroa la poseía a principios del siglo XVII. Aunque no es correcto escribir apellidos en plural que originalmente son en singular al hablar de un linaje, mantengo el nombre de los Acevedos porque así fue dado el título nobiliario. Solo se debe hacer en el caso de casas reales como Borbones, Austrias, etc.
El Palacio de los Figueroa de la Alcazaba de Badajoz, hoy Museo Arqueológico Provincial de Badajoz. Fue de Rodrigo de Orellana e Isabel de Aguilar. Después perteneció al mayorazgo de Juan Rodríguez de Mora, que lo compró en 1596 a Hernando de Monroy y a Isabel Bazán. Más tarde fue palacio de la familia Herrera-Zapata hasta 1769.
Rodrigo de Orellana y su esposa Isabel de Aguilar Figueroa vivieron en un palacio en la Alcazaba de Badajoz. Hoy es la sede del Museo Arqueológico Provincial de Badajoz. Antes, Elvira de Aguilar y su marido Bartolomé Sánchez de Badajoz, alcalde mayor de Badajoz en 1434, señor de las dehesas de Jimonete y Fuente Domendo o de Mendo (término municipal de Badajoz, pero cercana a Valverde de Leganés, frente a la sierra de la Jurdana), mandaron construir este palacio o casa-fuerte «de fábrica majestuosa, cuya puerta guardan dos muy altas torres de fuerte cantería, y tiene otra [torre] de tres esquinas a las espaldas, con un escudo de cal raspada con tres barbas, que parece son las de Barbuda; y en los arcos del patio se ven muchos escudos con las armas de Córdoba, Aguilar, Figueroa». 

El escudo de los Barbuda (Barbas) estaba formado por una espada atravesada en campo verde, en el que se añadieron cinco hojas de higuera, por los Figueroa. El progenitor de la casa de Feria en el siglo XIII y VI señor de Castrofuerte fue Ruy Fernández Barba, que se casó con Elvira Suárez de Figueroa, hija y heredera de Fernán Ruiz de Figueroa y Elvira Gómez Gallinato.



Palacio de los Sánchez de Badajoz, de los Figueroa, de Juan Rodríguez de Mora y de los Herrera y Zapata.

Este palacio, ya sin uso, fue vendido al rey el 20 de marzo de 1769 para cuartel de tropas. Perteneció al mayorazgo fundado en Badajoz el 22 de mayo de 1599 por el licenciado y regidor de Badajoz Juan Rodríguez de Mora ante el escribano de Badajoz Pedro Vázquez. Desgraciadamente ya no existe el documento. Juan Rodríguez de Mora fue nombrado por real provisión del 17 de julio de 1572 oidor de la Audiencia de Panamá en Indias, siendo entonces corregidor de Zamora, para cubrir la plaza que dejó vacante tras su muerte el licenciado Villalta. El 23 de diciembre del mismo año se despachó en El Pardo otra real cédula a los oficiales de la Casa de la Contratación para que le dejasen pasar a tierra firme con su mujer, ocho criados y cuatro mujeres de servicio. Le sucedió el doctor Cáceres de Ovando en 1577. Juan Rodríguez de Mora estuvo casado con Elvira de Ulloa Contreras, con la que no tuvo hijos. Ella era hija de Gómez de la Rocha Ulloa, alias el Negro, llamado así para diferenciarlo de otros familiares del mismo nombre y apellidos, y de Isabel Romero. Esta era hermana del licenciado Romero, abogado de los Reales Consejos, y de Elvira López Romero, esposa de Garcilaso de la Vega y Figueroa (Garcilaso el Viejo). El licenciado Romero fue un importante personaje que dio nombre en el siglo XVI a la calle Costanilla de Badajoz, donde vivió. Elvira de Ulloa Contreras se casó en segundas y últimas nupcias con el cacereño Pedro de Carvajal Ulloa, caballero de la Orden de Alcántara y gobernador de la villa de Cáceres, con el que tampoco tuvo hijos. Ella murió en Cáceres en 1633 dejando a su viudo toda la hacienda que heredó de su primer matrimonio. En la venta de 1769 de la casa palacio, hoy Museo Arqueológico, se la cita así:
Unas casas fuertes principales en el Castillo de esta plaza, con unas casillas accesorias a ellas, que lindaban en lo antiguo con corrales de dicha casa principal y con casas de don Juan de Solís, con más una plazuela que fueron casas de doña Isabel de Aguilar y otras casillas que están al lado de las dichas principales linda con casas de don Diego de Acevedo y por las demás partes con calles reales, todo en el referido Castillo. Y solamente sobre las casillas donde es plazuela estaban cargados 700 maravedíes de censo perpetuo que se pagaban en cada un año a los señores deán y cabildo de la Santa Iglesia Catedral, sin tener otro censo ni gravamen alguno, CUYAS CASAS FUERON DE DON RODRIGO DE ORELLANA Y DOÑA ISABEL DE AGUILAR, SU MUJER, Y EL EXPRESADO JUAN RODRÍGUEZ DE MORA LAS HUBO EN VIRTUD DE ESCRITURA DE VENTA QUE A SU FAVOR OTORGARON EN 25 DE AGOSTO DE 1596 LUIS GONZÁLEZ DE SEPÚLVEDA COMO APODERADO DE DON HERNANDO DE MONROY Y DOÑA ISABEL BAZÁN, SU MUJER, SEÑORES DE LAS VILLAS DE MONROY Y LAS QUEBRADAS, VECINOS DE LA VILLA DE CÁCERES. Y en el terreno de dichas casas principales plazuela y casillas ha hecho su majestad cuarteles para sus reales tropas que hoy existe en él el Regimiento de Infantería de Extremadura, y es su coronel el excelentísimo señor conde de la Roca, cuya propiedad para el mencionado fin de orden de su majestad se mandó tasar y regularon las mencionadas casas principales y su terreno explicado en 70.000 reales de vellón.
(1) Planta del palacio del conde de la Roca y de los Acevedos y vizconde de Guevara; hoy solo queda su torre, en color azul. (2). Planta de las casas que fueron de Rodrigo de Orellana e Isabel de Aguilar, hoy Museo Arqueológico Provincial de Badajoz; en color verde lo que queda en la actualidad. (3). Torre y ábside de la iglesia de Santa María del Castillo; en amarillo que lo queda en la actualidad. Año 1803.
Escudo del apellido Mora.
La familia Herrera y Zapata, sucesores del mayorazgo de Juan Rodríguez de Mora.
La venta de este palacio, hoy Museo Arqueológico Provincial de Badajoz, la hacía en Badajoz el segoviano Francisco de Herrera Zapata Barros Ulloa Becerra, hijo de Diego Jeroteo de Herrera Peñalosa y Rosa María Zapata Carvajal Moscoso. Francisco se había casado en la parroquia de San Andrés de Badajoz el 16 de abril de 1751 con Josefa de Tovar Holgado Aguirre, hija de Juan de Tovar y de Juana Holgado Aguirre. Francisco de Herrera era entonces el señor de la villa despoblada y dehesa Los Fresnos, como sucesor del mayorazgo de segundos que fundó Juan Rodríguez de Mora. Esta dehesa de los Fresnos está situada en término municipal de Badajoz, pero a unos siete kilómetros de Valverde de Leganés. El hijo de ambos, el caballero de la Maestranza de Ronda Fausto de Herrera Zapata Tovar, que estuvo casado con Ana González de Castejón, era igualmente poseedor de los mayorazgos de los Herrera, Zapata, Mampaso, Ribera y de los Tordesillas, que heredaría su hijo primogénito Francisco de Herrera Zapata Castejón, cadete de las Reales Guardias. El mayorazgo de Los Fresnos, al ser de segundos, ordenó que lo heredara su hija Josefa de Herrera Zapata Castejón. El mayorazgo de los Fresnos lo poseía todavía en 1713 Diego Zapata Rocha Carvajal, vecino de la ciudad de Toro (Zamora), hijo de Josefa Carvajal Becerra Moscoso.

La capilla funeraria de la familia Herrera y Zapata en el convento de San Agustín. Se llamó de Juan de Morales o de Santa Úrsula y de las 11.000 Vírgenes, hoy de Lourdes. Allí fue enterrado también el militar napolitano Blas Dragonette, marqués de Dragonette.
El entierro de esta familia está en la capilla de los Morales de la iglesia de San Agustín (hoy Santa María la Real), pues Josefa de Tovar, esposa de Francisco de Herrera Zapata fue prima del difunto regidor perpetuo y capitán de las Milicias de Badajoz Juan de Morales Guzmán Tovar, casado con María Catalina de Tovar Holgado. Este fue hijo del capitán de caballos José de Morales Guzmán y Catalina Chapín Grajera, descendientes directos del regidor de Badajoz y familiar del Santo Oficio de la Inquisición de Llerena Antonio de Morales Contreras, hijo de Fernando de Morales y Sara de Contreras y marido de Isabel de Guzmán.
Esta capilla de los Morales es la tercera del lado de la epístola bajando del altar mayor a mano izquierda, donde hoy tiene sede la Cofradía del Resucitado. En el suelo figura, muy borrada, la lápida de Fausto de Herrera Zapata Tovar, donde fue enterrado en hábito de los franciscanos observantes. A su derecha figura la del napolitano Blas Felipe Dragonette, marqués de Dragonette, teniente general de los ejércitos, natural de la ciudad de L´Aquila, gobernador de la ciudad de Badajoz y comandante general de la provincia de Extremadura, además de gobernador político y militar de Ciudad Rodrigo (Salamanca), que vivió en la cercana calle de los Mesones (hoy San Pedro de Alcántara), fallecido en 1729. Blas, hijo de Pompeyo Dragonette y Catalina Dragonette, estuvo casado con Isabel Chapín Grajera, hija de Juan Chapín y de Isabel Grajera. Juan de Morales Guzmán era en 1773 capitán de las antiguas milicias de la ciudad, hijo del capitán de caballos José de Morales Guzmán y Catalina Chapín Grajera, hermana de Isabel. A la izquierda de la lápida de Fausto se encuentra otra muy borrada, que debe ser de la mencionada Josefa de Tovar, madre de Fausto de Herrera Zapata Tovar, pues pidió enterrarse en esta capilla en su testamento. En la lápida de mármol gris de Fausto, a la que le falta el grabado de su escudo de armas en la parte inferior, figura:

AQUÍ YACE EL ILUSTRE CABALLERO D. FAUSTO DE HERRERA ZAPATA Y TOBAR, SEÑOR DE LA VILLA Y DEHESA DE LOS FRESNOS, MAESTRANTE DE LA REAL MAESTRANZA DE RONDA. MURIÓ DÍA 17 DE FEBRERO AÑO DE 1790.
Fausto falleció en su casa de la calle Gobernador Viejo, hoy Muñoz Torrero, y se enterró en esta capilla al día siguiente. Sin embargo, su mujer, Ana González de Castejón Tovar, natural de Tudela (Navarra), no fue enterrada en ella, sino en el convento de San Francisco de los observantes, en la bóveda de Ntra. Sra. de la Concepción. Falleció pocos meses después, el 23 de mayo de 1790, también en la calle Gobernador Viejo, seguramente en la casa donde vivía junto a su marido, la llamada Casa de los Herrera y Zapata y fue enterrada al día siguiente de su fallecimiento.
División del mayorazgo de los Acevedos. Venta de la dehesa Los Fresnos en el siglo XIX.
La venta la realiza el entonces poseedor del mayorazgo Fernando de Herrera Zapata Néstares Castejón y Tordesillas, vecino de la villa y corte de Madrid. Supongo que era descendiente de Fernando Néstares Grijalva, marqués de la Hinojosa desde 1777. Este mayorazgo de los Acevedos lo heredó por la muerte de su padre Francisco de Herrera Zapata (Fco. de Herrera Zapata Castejón, hijo de su abuelo Fausto). El comprador de la dehesa fue José Villanueva Alor, vecino de Barcarrota, por 300.000 reales de vellón. La división se hacía de acuerdo a las leyes y decretos, en especial la de las Cortes del 27 de septiembre de 1820 sobre supresión de mayorazgos. En esta venta se incluye el arbolado de la dehesa Los Fresnos con su casa-cortijo, pajar, huertas y pastos. Esta dehesa tenía como linderos por el oriente un terreno «inculto» llamado Los Corchos, supongo que se refiere a la zona del cerro de los Corchos donde estaba la dehesa de los Corchos. Por medio día (sur) lindaba con la dehesa de la Pestana o Pestaña, que era propiedad de José Casasola, vecino de Mérida, que había adquirido su bisabuelo Agustín de Casasola Mesa, regidor de Badajoz, teniente de alguacil mayor del consistorio, capitán de infantería y alcalde de la santa hermandad por el estado noble, que era hijo del sargento mayor Bernabé de Casasola e Isabel María de Mesa. Esta dehesa La Pestana, antes llamada de los Fresnos, fue del mayorazgo del portugués Alfonso Pestana de Agama. Fue vendida por el sucesor del mayorazgo, Lorenzo Lobo de Agama, vecino de Évora (Portugal), a Agustín Casasola en el siglo XVIII. Por poniente (oeste) lindaba con la rivera de Valverde a Olivenza (río Olivenza) y por el norte con las dehesas Boyal de Valverde de Leganés y la de la Jineta, que era propia el cabildo eclesiástico de Badajoz. Fausto de Herrera Zapata Tovar debió ser un hombre muy culto, no en vano tenía una extensa biblioteca entre los que figuraban 4 tomos de Don Quijote, la Historia de España, diccionarios de castellano y francés o las Reales Ordenanzas de la Maestranza de Sevilla, entre otros. En el cortijo de la dehesa de los Fresnos tenía una capilla con todos los ornamentos, incluido el cáliz, valorados en 1.000 reales de vellón. También había una cama para el capellán. En esta finca tenía varias mulas, algunas para su coche, y que todas tenían su nombre: la Coronela, la Morita o la Manchega, varios caballos, uno para semental. También tenía bueyes con nombres muy curiosos: Alfayate, Dorado, el Comisario, el Alegría, el Platero, Confuero, el General, el Ramillete, el Peregrino, el Zamarro, el Merino, el Arrevido, el Arriero, el Cachorro, el Macareno, el Cachorro Viejo, el Mercader, el Arrogante, el Marruas. Tenía también más de 100 cabras, 46 ovejas, 58 carneros y 24 mastines.
Reserva de la mitad del mayorazgo: la Casa de Zapata y la dehesa de Sarteneja.
Quedaba reservada la casa de la calle Ñame o Gobernador Viejo, hoy Muñoz Torrero, con el número 13 (hoy conserva el mismo número) «bien conocida por el escudo de las armas de los Herrera y Zapata», y la parte de la dehesa de Sarteneja, situada entre Pueblo Nuevo del Guadiana y Talavera la Real, que serían para el inmediato sucesor. Citan que la de Sarteneja les producía mayores beneficios que la de los Fresnos, quizá por estar en una zona más húmeda junto al Guadiana. El comprador recibía todas las escrituras de la dehesa que tenía Fernando en su archivo y los permisos para su venta de la Real Cámara de Castilla. El pago de derechos de alcabala, hipotecas, escritura y sus copias serían por cuenta del comprador: José Villanueva Alor. La división del mayorazgo se hacía tras la muerte de sus padres María de la Encarnación Néstares Chapín (madre de Fernando de Herrera Néstares) y Francisco de Herrera Zapata. Fernando de Herrera Zapata Néstares Castejón, menor de edad, heredaba la posesión real, corporal, civil, natural, velquasi (2) de las dehesas llamadas Los Fresnos y Sarteneja así como la casa de Badajoz. El mayorazgo lo tuvo su hermana María de la Encarnación (llamada igual que su madre), pero recayó en Fernando por no haber otro segundo de la casa.
Posesión de la dehesa Los Fresnos en 1815.
Fue estando en la linde de la dehesa, el 28 de abril de 1815, con el brigadier de los reales ejércitos, gobernador y político de Badajoz, Agustín Sánchez Olmedo, quien «tomó de la mano a don Francisco Morgado, cual apoderado del señor don José María Finco, tutor y curador de don Fernando Herrera y Néstares y le dio a su nombre la real posesión actual, corporal, natural, civil, velcuasi de la expresada dehesa como perteneciente al mayorazgo de segundos correspondientes a dicho don Fernando, a cuyo fin lo introdujo en la misma dehesa, se paseó por ella, arrancó matas y tierra que tiró al aire en señal de verdadera posesión; la cual tomó quieta y pacíficamente, sin contradicción de persona alguna». Fueron testigos: Felipe Reyes, guarda de la misma dehesa de los Fresnos; José González, que lo era de la Lapilla y Antonio Guerrero, guarda mayor del término de Badajoz. Para la tasación de las dos dehesas se nombró al agrimensor de la Academia de San Fernando José Lemos, que residía en Mérida. Se citan ahora los lindes de los Fresnos, algo diferentes que en la descripción anterior. Al naciente lindaba con baldíos llamados los Corchos, al medio día con la dehesa La Pestana, al norte con la dehesa de la Fuente, al poniente con dehesa del Mantillón. Se calcula que tenía 1.023 fanegas en tierra del marco nacional, donde se contaron 1.322 encinas, que a 25 reales cada una, importaban 358.050 reales. Las tierras de primera calidad, 250 fanegas, a 800 reales cada una, hacían 200.000 reales. Las de segunda calidad eran de 500 fanegas, a 400 reales cada una, importaban 200.000 reales. Las de tercera calidad eran 273 fanegas, que a 100 reales cada una, hacían 27.300 reales. También se citan 60 colmenas, que valían 1.000 reales. La casa-cortijo estaba valorada en 20.000 reales. El total ascendía a 806.350 reales de vellón.
Posesión de la dehesa de Sarteneja.
Se hizo estando a la linde de la dehesa el 2 de mayo de 1815 con Agustín Sánchez Olmedo, «tomó de la mano a don Francisco Morgado, cual apoderado del señor don José María Finco, tutor y curador de don Fernando Herrera y Néstares y le dio a su nombre la real posesión actual, corporal, natural, civil, velcuasi de la expresada dehesa como perteneciente al mayorazgo de segundos correspondientes a dicho don Fernando, a cuyo fin lo introdujo en la misma dehesa, se paseó por ella, arrancó matas y tierra que tiró al aire en señal de verdadera posesión; la cual tomó quieta y pacíficamente, sin contradicción de persona alguna». Fueron testigos: Francisco Javier Mancio, teniente coronel de las Milicias Urbanas de Badajoz y Antonio Guerrero, guarda mayor del término de Badajoz. La dehesa de Sarteneja lindaba por el naciente con los Metidos de la Vara, al medio día con el río Guadiana, al norte y poniente con otras dos dehesas también llamadas Sarteneja. Tenía 611,5 fanegas de marco nacional con tierras de labor que se dividen en tres tipos. De primera calidad había 440 fanegas, a 1.000 reales cada una hacían un total de 440.000 reales. Las de segunda eran 180 fanegas, que hacían 80.000 reales. Las de tercera, que eran 72 fanegas, a 400 reales hacían 28.800 reales. En total estaba valorada en 548.800 reales.
Posesión de la Casa de Zapata de la calle Gobernador Viejo, hoy Muñoz Torrero. Fue después la casa del industrial José Gómez Tejedor.
Se hizo el 6 de mayo de 1815 también por Agustín Sánchez Olmedo: «dio posesión a don Francisco Morgado, cual apoderado del señor don José María Finco, tutor y curador de don Fernando de Herrera y Néstares, de la casa consistente en esta población y en calle del Gobernador Viejo, señalada con el número 18 [sic], conocida por la de Zapata, a cuyo fin tomó de la mano a dicho Morgado, e introduciéndolo en dicha casa se la dio actual, corporal, natural, civil, velcuasi, abriendo y cerrando sus puertas y ventanas en señal de verdadera posesión, como perteneciente al mayorazgo de segundos correspondiente a dicho don Fernando; cuya citada posesión tomó quieta y pacíficamente». Fueron testigos: Francisco Antonio Membrillera, Antonio Pato y Florencio Sánchez, vecinos de Badajoz. Se cita que esta casa estaba arrendada en ese momento al marqués de Monsalud y para su tasación se nombró al maestro alarife de Badajoz Pedro Rodríguez. Luego aparece con el número 13 y se dice que hacía esquina a la calle del Zumbadero (hoy Felipe Checa), antes llamada calle Larga, con puerta-cochera en la calle Portería de Santa Catalina (hoy Hernán Cortés) y otra puerta falsa a la misma calle. Una vez reconocida se expone que estaba en una de las calles más principales de la ciudad y la tasaba en 240.506 reales, teniendo en cuenta la baja en el valor que tenían en aquel momento estas fincas.
Hasta ahora nadie sabía dónde estaba situada exactamente esta casa; he descubierto que se trata de la casa que luego fue del industrial José Gómez Tejedor (Frades de la Sierra, Salamanca, 1/12/1854-Badajoz, 4/6/1932), propietario del famoso tostadero de cafés La Estrella, que tenía su local en la plaza de España, frente a la escalinata de la catedral. Antes de ello tuvo la propiedad, ya en 1881, de la lonja de ultramarinos que fue de Nicolás Blasco García (tras marcharse a Zafra) en la entonces calle de la Sal nº 9, hoy Arias Montano. Ya en 1899, llamada La Estrella, la tenía en la calle Meléndez Valdés nº 17.
La casa primitiva de los Herrera y Zapata sería derribada y sobre ella se construyó la decimonónica que hoy existe que da a tres calles, donde afortunadamente se conserva el escudo nobiliario en mármol de los Herrera y Zapata, de finales del siglo XVIII. Quizá se trajese de su palacio de la alcazaba que vendieron en 1769. La casa de Gómez Tejedor es una interesante edificación de tres plantas más semisótano, ampliada en 1922. Todavía en 1888 Gómez Tejedor residía en la calle del Granado, hoy Meléndez Valdés. En la sesión municipal del 7 de agosto de 1899 se cita que por la Comisión de Ornato y el arquitecto municipal se concedía permiso a Gómez Tejedor para aumentar un segundo piso en los desvanes de la casa que estaba construyendo en las calles Gobernador, Larga y Hernán Cortés. En noviembre de 1899 se estaban ultimando las obras; se cita que el edificio era hermoso, de buen gusto y esbeltez. Los planos y dirección de obra fueron de un tal Bellido, que probablemente se trate del prestigioso arquitecto riojano Luis Bellido González (1869-1955), donde estaba previsto se trasladase el café.

Escudo de los Herrera y Zapata. 
Antigua casa de José Gómez Tejedor. Nº 13 de la calle Muñoz Torrero.

Este escudo de los Herrera y Zapata está timbrado por una corona marquesal y rodeado de rocallas. Está divido en 8 cuarteles. 1º: un león rampante. 2º: tres fajas. Corresponden al apellido Rocha. 3º: dos calderas en pal y a cada flanco tres calderas, encima de ellas un aspa y en punta otra. Corresponde al apellido Herrera. 4º: cinco botas de montar enmarcadas puestas en sotuer. Corresponde al apellido Zapata. 5º: siete castillos, tres arriba, otros tres en el medio y uno abajo, con bordura con el lema: MAGNA MOYA [SIC] IN SE. Se podría traducir como «gran descanso en él», supongo que bajo el árbol del moral. Se refiere a la familia Mora, que no Moya, que lo incluyeron al ser herederos del mayorazgo que fundó Juan Rodríguez de Mora. 6º: barra cargada de tres lises y en el hueco superior un león rampante coronado y debajo un árbol. Corresponde al apellido Pérez. 7º: una barra con tres cabezas de lobo cortadas en el hueco superior y dos debajo. Corresponde al apellido Moscoso o Mosquera. 8º: una barra engolada en cabeza de dragantes y en cada hueco un pequeño escudo fajado de ondeadas. Creo que corresponde a los apellidos Vargas y Tovar. Sobre el escudo figura una espada cruciforme que podría ser la cruz de Santiago y a los lados sobresalen en parte los escudos de Alcántara o Calatrava y en la inferior parte de la cruz de San Juan, que puede corresponder a la Orden de Malta y le falta un elemento que se desprendió.


Detalle del escudo de los Herrera y Zapata.
Los condados de la Roca, luego ducado de la Roca, y el Sacro Romano Imperio.
El condado de la Roca fue concedido por el rey Felipe IV el 27 de mayo de 1628 a favor del diplomático, historiador y escritor Joan Antonio de Vera Figueroa Ávila Zúñiga, I conde de la Roca (vizconde de Sierra Brava en 1627). Fue bautizado en la parroquia de Santa María de Mérida el 25 de abril de 1583; era hijo del emeritense Fernando de Vera y de la placentina María de Zúñiga. El padrino fue su tío Antonio de Vargas. El apellido Figueroa se lo añadió por su abuela paterna, la badajocense Teresa de Figueroa. Joan Antonio fue también caballero de la Orden de Santiago en 1613, alcalde perpetuo de la ciudad de Badajoz, comendador de la Barra, miembro de los Consejos de Guerra, de Indias (en 1654) y Hacienda del Rey, señor de Don Tello y Sierra Brava, de la aldea que compró en 1625 llamada Alguijuela (luego Torremayor, Badajoz) y la de Manzanete (luego La Roca de la Sierra, Badajoz, por su título nobiliario), alférez mayor de Mérida, embajador de Saboya en 1625 y de Venecia en 1632. Se casó en primeras nupcias en Sevilla a finales del siglo XVI o principios del XVII con Isabel de Mendoza, con la que tuvo dos hijos: Fernando y Pedro, que ingresaron como frailes en el convento de San Agustín de Sevilla. Aunque era vecino de Mérida, se casó en segundas y últimas nupcias en la parroquia de la Purísima Concepción de Esparragalejo (Badajoz) el 9 junio de 1623 con su prima hermana María Antonia de Vera Tovar, señora del mayorazgo de los Tovar, hija de Diego de Vera Tovar (hijo mayor de Juan de Vera de Mendoza y de Francisca de Tovar) y de su sobrina Antonia de Tovar Ibáñez (hija de Pedro Ibáñez de Segovia y de Elvira de Tovar Ibáñez). Joan Antonio falleció en Madrid el 20 de noviembre de 1658 y fue enterrado en la desaparecida iglesia de San Martín. El condado de la Roca fue elevado a ducado por el rey Carlos IV el 24 de marzo de 1793, siendo Vicente María el primer duque de la Roca. El condado del Sacro Romano Imperio fue creado en 1641 por el emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, rey de Hungría, de Bohemia y archiduque de Austria Fernando III de Habsburgo, a favor del conde de la Roca Fernando de Vera Zúñiga, caballero de la Orden de Santiago. Fue reconocido como título del reino de España en 1730 a favor de Vicente de Vera, VI conde de la Roca.

Juramento y pleito homenaje de alcaide y tenedor de la fortaleza, alcázares y castillo de Badajoz por el VI conde de la Roca ante el III marqués de Monreal. 18 de abril de 1744.
El acto se celebró en el palacio del marqués de Monreal, patrono del convento de Ntra. Sra. de la Encarnación o de Madre de Dios de Valverde de Badajoz (3) y por entonces capitán general del Ejército y provincia de Extremadura, pocos meses antes de morir. Se llamaba Gabriel Bernardo de Quirós Velasco Cueva Molina Ramírez de Arellano Toledo Enríquez de Cabrera, II vizconde de Miralcázar, señor de las villas vallisoletanas de Villabrágima y Valverde de Campos y de los castillos de Montiel (Ciudad Real) y de San Felices de los Gallegos (Salamanca), caballero comendador de Esparragosa de Lares (Badajoz) en la Orden de Alcántara. Era hijo del II marqués de Monreal: Álvaro Bernardo de Quirós Molina y de Estefanía Francisca de Velasco de la Cueva. El entonces conde de la Roca era Vicente Javier de Vera Ladrón de Guevara Acevedo, coronel del Regimiento de Dragones Provinciales de Extremadura. El nombramiento de alcaide lo firmó el rey Felipe V en el palacio de El Pardo y fue refrendado por su secretario y escribano de cámara Francisco Javier de Morales Velasco el 16 de febrero de 1744. Sustituía en el cargo a Fernando Carlos de Vera, que creo que era el IV conde de la Roca, que murió sin sucesión. Vicente Javier además era poseedor del mayorazgo que fundó Juan Antonio de Vera Figueroa, I conde de la Roca. El cargo lo juró teniendo las manos puestas encima del marqués de Monreal, «una, dos y tres veces y las demás que se requieran, según fuero de España, de guardar fidelidad, mantener y defender el castillo, alcázares de esta ciudad de Badajoz en paz y en guerra hasta derramar la última gota de sangre y morir en su defensa, obrando en servicio de su majestad según sus reales órdenes y las que se le dieren por su excelencia, el excelentísimo señor marqués de Monreal y por los demás señores generales que le sucedieren en el tiempo que fuere tal alcaide y tenedor de los alcázares, fortaleza y castillo de esta ciudad y que en observancia de dichas reales órdenes cada [vez] que las vea, acogerá en dicho castillo y fortaleza a la persona a quien de nuevo se encargare por su majestad la defensa de dicho castillo y fortaleza y le entregará las llaves sin retardarlo ni poner impedimento ninguno, cumpliendo en todo a ley de caballero e hijo hidalgo. Y de lo contrario, desde luego, se da por incurso en las penas establecidas por leyes y fueros de estos reinos contra los que faltan al pleito homenaje. Y asimismo, juró por la cruz de su espada, según dichas leyes, ejecutar lo que lleva referido, y al fin de dicho juramento dijo: sí, juro y amén. A todo lo cual fueron presentes por testigos don Juan de Santiago y Chinchilla, caballero del Orden de Santiago, teniente coronel y capitán de una de las compañías del Regimiento de Cantabria, que se halla de guarnición en esta plaza; don Jacinto Fernández de la Peña, caballero del mismo Orden de Santiago, vecino y regidor perpetuo de esta ciudad; y el licenciado don Joseph de Bárcena, auditor general de este Ejército y provincia de Extremadura y vecino de esta dicha ciudad».

Escudo del marqués de Monreal.

Para evitar confusiones, pues existen varios miembros de la familia llamados Vicente, quiero aclarar que el entonces VI conde de la Roca Vicente (I) Javier de Vera Ladrón de Guevara Acevedo, nacido en Toledo en 1702, se casó en primeras nupcias en Madrid el 2 de agosto de 1723 con María Josefa Enríquez Dávalos del Solar, natural de la ciudad de Bruselas. Ella era hija primogénita de Francisco Enríquez Dávalos y Manuela del Solar, II marqueses de Peñafuente. De este matrimonio tuvieron tres hijos:
1.  Vicente (II) María Francisco José Antonio Ramón Pantaleón de Vera Ladrón de Guevara  Enríquez Dávalos. Nació en la ciudad de Mérida y fue bautizado en la parroquia de Santa María de la Plaza la Mayor el 2 de agosto de 1731 por el párroco Lorenzo Suárez de Figueroa, miembro de la Orden de Santiago. Fue el primogénito, que heredó el título de conde de la Roca, luego I duque de la Roca. Se casó en Trujillo con Francisca María Bejarano Jirón, también llamada Francisca Bejarano del Águila (Trujillo, 1722-Madrid, 1811), condesa de Requena y de Coquilla, hija del marqués de Sofraga y Ana María del Águila, marquesa de Villaviciosa. Tuvieron dos hijos: Manuel María de Vera Bejarano y Vicente (III) Javier de Vera Bejarano.  
Vicente (II) heredó tras la muerte de su padre, como hijo primogénito, el condado de la Roca y del Sacro Imperio y de todos los unidos a él, como era también el mayorazgo de los Vera y por este último poseía los réditos de un censo de 7.000 ducados de oro contra el estado del duque de Olivares, con el que se seguía pleito, y de otro de 7.000 ducados sobre los bienes de Diego José Barrientos, vecino de Osuna. También por ser heredero de su padre le tocaba la mayor parte del oficio de fiel medidor y mojonero mayor de la ciudad de Sevilla. Tuvo conocimiento que al hacer el inventario de bienes de su difunto padre, la viuda de su padre y segunda esposa, su madrastra, tutora de su hijo menor Vicente (IV) Antonio, su medio hermano, no se le había citado para ello y se oponía, pues la viuda condesa de la Roca quería tomar posesión del mencionado oficio. Vicente (II) aparece a finales del siglo XVIII residiendo en el Palacio Real extramuros de Valencia, desaparecido en 1810, aunque quedan algunos restos. Utilizaba el nombre y cargos siguientes: Vicente María de Vera Aragón Ladrón de Guevara Enríquez de Navarra Suárez de Figueroa Pérez de Vargas Silva Gómez de Solís Zúñiga Dávila y Manuel, duque y [VII] señor de la Roca, [II] conde del Sacro Romano Imperio y de Montalvo, marqués de Sofraga, Villaviciosa y Coquilla, vizconde de Monterrubio de la Sierra [Salamanca], grande de España de primera clase, rico home [sic] de naturaleza de Aragón y Navarra, señor de las villas de Torremayor [Badajoz], Sierra Brava, Enguídanos [Cuenca], La Pesquera, Bótova, Cubillos, Orellana de la Sierra [Badajoz], Pajares de los Heros [sic], Tabladillo [Segovia] y Solosancho [Ávila], caballero juez conservador de la siempre grande Universidad de Salamanca, alcalde perpetuo del castillo, fortaleza, alcázares y puertas de la ciudad de Badajoz, caballero de la Orden de Santiago, con la gran cruz de la Real y Distinguida Orden Española de Carlos III, gentil hombre de cámara de su majestad con ejercicio, capitán general de la provincia de Extremadura, gobernador y capitán general del Ejército y reino de Valencia, presidente de la Real Audiencia con el mando militar de Murcia.
2. María Guadalupe de Vera Ladrón de Guevara Enríquez Acevedo. Se casó con Joaquín de la Cerda Torquemada Ortega Fernández Cerero Urbina Velasco Zuricaray Gamboa Trejo Martínez de Salazar, VI marqués de la Rosa y de la Mota de Trejo, señor de Olmos, Ornejo, Penidillo, Santa Cecilia, Torre de Zitores y Torremazuelo, caballero de la Orden de Santiago, comendador de las Casas de Córdoba, regidor perpetuo y preeminente de la ciudad de Burgos, mayordomo del rey. Ella falleció (entre 1760 y 1762), pero tuvo temporalmente el mayorazgo segundo de la casa, que era el de los Acevedo, el primero era el de la Roca. Tuvieron dos hijos: Antonio María de la Cerda Vera, VII marqués de Mota de Trejo y VII marqués de la Rosa y María Cayetana de la Cerda Vera.
3. María de Atocha de Vera. Se casó con el VII marqués de Sofraga y Villaviciosa, conde de Requena Vicente Antonio Bejarano Jirón del Águila, vecinos de Trujillo, que era hermano de Francisca María Bejarano Jirón.
Vicente (I) Javier de Vera Ladrón de Guevara Acevedo se casó en 1760 en segundas nupcias con María Polonia de Ulloa Carvajal Oviedo Roco Godoy Vivero, natural de Cáceres. De este matrimonio tuvieron como único hijo a Vicente (IV) Antonio María José Ramón de Vera Ladrón de Guevara Torres Monroy Ulloa Carvajal Roco Godoy Vivero, nacido en Badajoz en 1762, conde de los Acevedos y vizconde de Guevara. El condado de los Acevedos fue concedido por el rey Carlos III el 10 de agosto de 1780 a Vicente (IV) Antonio.
Fernando de Montoya vende su palacio el 6 de mayo de 1532 a Francisco López de Chaves Acevedo, Elvira de Acevedo y a Pedro de Acevedo, hijos del regidor de Badajoz Diego de Acevedo. Fue palacio del I duque de la Roca y después de su hermano (de padre) el conde de los Acevedos y vizconde de Guevara. El palacio se arruinó en 1640 en las guerras con Portugal. En 1714 eran almacenes de pólvora y pertrechos de guerra.
Como he comentado antes, Alonso de Silva Alvarado, el Loco, contrajo primeras nupcias con Teresa de Acevedo de Chaves, hija de Diego de Acevedo de Chaves, señor del mayorazgo y casa de los Acevedo en Badajoz, que eran dueños de la dehesa de los Acevedos, que estaba junto a la frontera de Caya, más o menos donde hoy está el recinto ferial. Diego de Acevedo también era el propietario de un palacio del que hoy solo se conserva su torre, separado del museo arqueológico por una estrecha calleja. Este palacio, llamado de los Acevedos, fue propiedad en el siglo XVIII de la viuda condesa de la Roca, María Polonia de Ulloa Carvajal Roco Godoy Vivero. Como ya comenté de forma inédita en 2016, según constaba en el archivo familiar de esta, había una escritura pública hecha en Badajoz el 6 de mayo de 1532 ante el escribano Francisco Carreto, donde se acreditaba que Fernando de Montoya vendió a Francisco López de Chaves, Elvira de Acevedo y a Pedro de Acevedo, hijos del regidor y vecino de Badajoz Diego de Acevedo «unas casas junto al Castillo, que lindan por todas partes con otras de dichos compradores». Este Fernando de Montoya, apellido de origen vasco, puede ser el vecino de Burguillos del Cerro que ganó real provisión de hidalguía en la Real Chancillería de Granada en 1542. Supongo que se trasladó a Burguillos tras vender el palacio de Badajoz.
La mencionada viuda condesa de la Roca presentaba una ejecutiva real declarando que la casa pertenecía al mayorazgo fundado por Francisco López de Chaves y, por tanto, al que fue su marido, Vicente Javier de Vera Ladrón de Guevara Acevedo. La fundación se protocolizó ante el escribano García Alonso en Badajoz el 14 de enero de 1565. También se citaba esta posesión en una escritura de imposición de censo, fechada el 24 de diciembre de 1714, otorgada por el regidor de Badajoz Fernando de Arguello Vargas Carvajal. Fue por el poder que le dio María Ignacia de Vera Acevedo Ladrón de Guevara, I marquesa de San Esteban, vecina de Madrid, viuda del I marqués de San Esteban Alonso de Peralta Cárdenas, III vizconde de Ambite (fallecido en 1710), fechado el ocho de noviembre de 1714. En este poder constaba que el rey Felipe V le dio facultad a la marquesa para imponer los bienes del mayorazgo que fundó el citado Francisco López de Chaves Acevedo, vecino que fue de Badajoz, y que ahora pertenecían al mayorazgo de los Acevedos.

Lugar donde está la dehesa de los Acevedos, junto al arroyo Hinojales, entre el Guadiana y la carretera de Olivenza.
Este mayorazgo se componía de una dehesa en la rivera del arroyo Hinojales, de la caballería del Chico y 30 excusas de hierba en la dehesa del Rincón de Caya (llamada dehesa de los Acevedos). Esta última dehesa estaba entre el río Caya y el Guadiana, frente a La Corchuela. Todas estas propiedades estaban en el término municipal de Badajoz. También lo formaba «una casa principal en el Castillo, la cual se arruinó en las guerras con Portugal del año 1640, y se conserva solamente la esquina de una torre gruesa suya que llaman la torre de los Acevedos, a las espaldas de la casa que fue de los Sánchez de Badajoz y ahora sirve de almacén real». Por el motivo de la mencionada guerra con Portugal y estar estas propiedades en la raya con el país luso, se pidió al rey licencia para tomar a censo sobre los bienes del mayorazgo 6.000 ducados, subrogándolos sobre las dos quintas partes en el oficio de fiel medidor que le pertenecían. Se cita que el rey (Felipe IV, 1605-1665) hizo merced a Pedro de Guevara, caballero de la Orden de Santiago, miembro que fue de su armada por real despacho del 5 de marzo de 1643 por haberse ofrecido a servirle con 200.000 escudos de a diez reales de vellón. En el poder enviado desde Madrid se cita que «a su instancia se ha concedido por su majestad facultad y licencia para imponer sobre los bienes de dicho mayorazgo, que consisten en unas casas principales en el Castillo de la ciudad de Badajoz, que sirven de almacenes de pólvora y otros pertrechos de guerra, una dehesa en el sitio de Hinojales y diferentes yuntas de tierra y caballerías que hoy están incorporadas y conservan el nombre de la dehesa de los Acevedos y caballerías del Chico (4), que lindan con el río Guadiana, y 30 excusas de tierra en el Rincón de Caya, 4.000 ducados de vellón para satisfacer los empeños que ha contraído con calidad expresa de que primero subrogue e incorpore en dicho mayorazgo los bienes libres que posee, y especialmente las dos quintas partes del oficio de fiel medidor y mojonero mayor de la ciudad de Sevilla y su reinado hasta en cantidad de 4.000 ducados para que estén y anden con dicho mayorazgo».
Nº 1. Iglesia de Santa María del Castillo (hoy solo queda su torre sin el campanario). Nº 2. Palacio de los Acevedos (hoy solo queda la torre). Nº 3. Palacio de los Figueroa y de los Herrera y Zapata, hoy Museo Arqueológico (le fue añadida una torre que no era original). Composición realizada con el perfil levantado por el sargento mayor de brigada José de Gabriel y el capitán José Fuentes Cruz. Año 1803. 

Vista de la misma zona en la actualidad. Foto: Google Earth.

Detalle de la ventana lobulada de la foto anterior con el número 2.


Toma de posesión del palacio por el VII conde de la Roca y Sacro Imperio (I duque de la Roca) en 1763.
No debía haber buena relación entre la VI condesa viuda de la Roca María Polonia de Ulloa y su hijastro Vicente (II) María de Vera. Ya hemos visto antes que ella quiso para su hijo el oficio de fiel medidor y mojonero mayor de la ciudad de Sevilla, que la mayor parte correspondía, al parecer, a su hijastro. Vicente (II) tomó posesión de la casa principal del Castillo el 4 de enero de 1763, aunque el documento no aparece en la fecha y escribano que él mismo cita en su testamento: «Declaro que en el día de ayer se me dio por la Real Justicia de esta ciudad y por testimonio del infrascrito escribano, posesión de la casa principal que existe en el Castillo de esta ciudad, frente de la iglesia parroquial de Santa María, en voz y en nombre de todos los demás mayorazgos agregados al estado y condado de la Roca, que son las que contiene dicha posesión y la tomada por mi difunto padre». En este testamento pidió ser enterrado en hábito de la Orden de Santiago. Si fallecía en Badajoz, sería en la capilla mayor de la iglesia de San Agustín (hoy parroquia de Santa María la Real), en la bóveda donde ya estaba enterrado su padre (fallecido en 1762), que pertenecía a los duques de Badajoz. Si falleciese en Mérida, pedía ser enterrado en su capilla de San Lorenzo de la iglesia de Santa María de la Plaza y si fuese en Madrid en la de Atocha, donde estaba enterrada su madre María Josefa Enríquez Dávalos. Murió el 5 de abril de 1813 en Madrid, por lo que imagino que sería en el sepulcro de su madre.
Toma de posesión del palacio por la viuda condesa de la Roca en nombre de su hijo, menor de edad, el conde de los Acevedos en 1764.
Una real ejecutoria solicitaba la posesión del mayorazgo de los Acevedos por un auto del 14 de octubre de 1764 que entregó Pedro de Silva Pantoja, regidor perpetuo más antiguo del Ayuntamiento de Badajoz, teniente corregidor y alguacil mayor del Santo Oficio de la Inquisición de Llerena, a dictamen del licenciado Tomás González Vaca, auditor de guerra del Ejército de la provincia. La toma de posesión de las casas se hizo en Badajoz ese mismo 14 de octubre, cumpliéndose la real ejecutoria y la de la Real Chancillería de Granada. Esta toma de posesión fue en presencia de Pedro de Silva Pantoja y del ministro ordinario Manuel Pozuelo:
«Pasó a unas casas principales de morada consistentes en el Castillo y fortaleza de esta plaza, propias del mayorazgo que fundó Francisco López de Chaves y tomó por la mano a don Felipe Santiago del Gallo, apoderado de la condesa viuda de la Roca, vecina de la ciudad de Mérida, madre, [ins]tutriz y curadora de la persona y bienes de don Vicente Antonio de Vera Ulloa Chaves Acevedo, su hijo único, menor de edad, y del mariscal de campo de los reales ejércitos, conde que fue del mismo título y otros, legítimo marido de la susodicha, y a nombre del dicho su menor hijo, cedió la posesión real, actual, corporal, velcuasi en dichas casas del referido mayorazgo en voz y en nombre de las demás alhajas vinculadas y a su dotación pertenecientes, como son la dehesa de pasto y labor que llaman de los Acevedos y treinta escusas de ganado vacuno en el Rincón de Caya, consistentes en término y jurisdicción de esta ciudad, y otros, sin perjuicio de tercero. Y en señal de posesión, el dicho don Felipe Santiago del Gallo, se paseó por los aposentos y estancias de dichas casas, cerró y abrió las puertas, e hizo otros actos de posesión, la cual tomó quieta y pacíficamente, sin contradicción de persona alguna».




Casa-torre de los Acevedos de la Alcazaba de Badajoz. Comparativas del estado antes y después de la restauración.
Tasación de la casa-torre de los Acevedos en 1779. Fue cuartel del Regimiento de Extremadura desde el 14 de octubre de 1774.
El 16 de febrero de 1779, ante el intendente general de la provincia de Ávila e interino en Badajoz Juan de Lerena comparecía Alonso Gómez Corrales, de unos 68 años de edad, vecino de Badajoz y maestro de las obras de fortificación. Este hacía un juramento para tasarla y las cita así:
Unas casas en el Castillo de esta ciudad, que hacen frente a la ermita de San Pedro [debería decir iglesia de Santa María], la que tiene de largo 31 varas, incluso el grueso, una torre que está al final de la fachada, dentro del recinto del cuartel de Infantería de Extremadura, y lo mismo su portada, que es de piedra labrada, con una ventana sobre ella, quedando fuera del cuartel el resto principal de la fachada, que son unos paredones arruinados, como todo lo interior de las casas. Y dicha torre confina con un patio del cuartel, que es solar sin duda de otras casas principales arruinadas, que tienen alrededor diferentes oficinas o cuartos, que fueron fraguas del almacén de artillería de que antes de la formación de dicho regimiento servían a aquel y otros edificios. Que la citada torre, que es lo único que existe servible, puede [tener] valor de renta al año 130 reales [de] vellón, poco más o menos, y en venta podrá valer de dieciocho a veinte mil reales; esto en caso de que continúe sirviendo para el uso que hoy tiene dicha tropa u otro útil, porque si se hubiese de arruinar, escasamente podrá valer su piedra material para el costo de caerla. Y a los cuartos de la citada torre, que son dos altos y dos bajos, con una torrecilla cubierta de teja, se entra por una escalera de rosca de ladrillo con quince escalones, que está apoyada o nace en dicho solar confinamente arruinado.
La escritura hace referencia a que estaba enfrente de la iglesia de San Pedro, quizá se equivocasen con otro palacio del que todavía quedan restos. Es la que se llamaba Casa de los Zapata. 
La Real Hacienda tendría que pagar al actual conde de los Acevedos, como poseedor del mayorazgo, la renta anual de 130 reales por los alquileres de la torre, ocupada como cuartel del Regimiento de Extremadura desde el 14 de octubre de 1774, desde que tomó posesión del mayorazgo. El mismo precio se pagaría todo el tiempo que fuese ocupada para el mismo destino, o un total de 19.000 reales, en caso de que el rey se quedase con ella en propiedad. Asimismo, podría disponer del solar de la casa como le pareciese. Se firmó en Madrid el 9 de enero de 1788 por los señores del Consejo de Hacienda. La resolución pasó por manos del rey en su Consejo, junto con el pleito que impuso el conde de los Acevedos. Este pleito se presentó para que el conde fuese indemnizado por los perjuicios causados por las tropas francesas que vinieron en auxilio del rey Felipe V en la Guerra de Sucesión y de los citados alquileres por la ocupación de ella por el Regimiento de Extremadura. El rey ordenaba la publicación de esta sentencia y el pago del alquiler del fondo de utensilios.
Escritura de venta de la casa-torre en el Castillo de la plaza otorgada por Domingo Fernández, como apoderado del conde de los Acevedos, a favor de la Real Hacienda. 14 de febrero de 1797.
Finalmente, el conde de los Acevedos accedió a vender los restos del palacio a la Real Hacienda por 19.000 reales, supongo que porque ya no le sería útil por su estado de ruina. La escritura de venta de la casa-torre la otorgó Domingo Fernández, vecino de Badajoz, que era el apoderado del conde de los Acevedos (lo tuvo tras la muerte de su hermanastra María Guadalupe) y vizconde de Guevara: Vicente Antonio María José Ramón de Vera Ladrón de Guevara Torres Monroy Ulloa Carvajal Roco Godoy Vivero, caballero maestrante de la Real Maestranza de Sevilla, gentil hombre de cámara de su majestad, coronel del Regimiento Provincial de Córdoba, que ya tenía 34 años. Como dato inédito que ya aporté, Vicente Antonio nació en Badajoz el 15 de marzo de 1762. Fue bautizado el 5 de abril de 1762 en casa del prior del convento de San Agustín de Badajoz «por necesidad», supongo que porque se temería por su vida. La madrina fue Francisca María Bejarano, vizcondesa de Sierra Brava, título que corresponde a una dehesa en Jerez de los Caballeros. Era hijo del «muy ilustre y magnífico» Vicente Javier de Vera Ladrón de Guevara Figueroa Vargas Silva Solís Zúñiga Manuel, VI conde de la Roca, I conde del Sacro Romano Imperio, señor de las villas de Torremayor, Enguídanos, La Pesquera, Bótova (o Bótua, ya desaparecida, junto a la ermita) y Cubillos, alcalde perpetuo del castillo y fortaleza de Badajoz, caballero de la Orden de Santiago, mariscal de campo de los reales ejércitos de su majestad, gobernador militar de la plaza de Badajoz, comandante general interino del Ejército y provincia de Extremadura. Como he citado antes era natural de Toledo y se había casado en segundas nupcias con la «muy ilustre y magnífica» María Polonia de Ulloa Carvajal Oviedo Roco Godoy Vivero, natural de Cáceres. Como ya dije en 2016, el VI conde de la Roca, Vicente Javier de Vera, falleció unos meses después de nacer su último hijo. Fue en la plazuela de la Soledad de Badajoz, el 26 de diciembre de 1762 y supongo que fue en el desaparecido palacio o casas principales del mayorazgo de los Fonseca y Lapilla (5), que entonces era la residencia de los gobernadores. Allí se alojó el rey Felipe II y murió embarazada su esposa Ana de Austria en 1580, siendo enterrada en el real monasterio de Santa Ana, donde estuvo durante varios años hasta su traslado al real monasterio de San Lorenzo en El Escorial. Como recuerdo, se permitió que las entrañas de la reina se quedaran enterradas en el coro del monasterio pacense. El conde de la Roca no pudo recibir ningún sacramento por su enfermedad y murió abintestato. Fue enterrado en la tarde del día siguiente en la capilla mayor de la iglesia del convento de San Agustín (hoy parroquia de Santa María la Real). Mandó donar los estandartes del Regimiento de Dragones Provinciales de Extremadura, del que fue coronel, al real monasterio de Guadalupe de Cáceres. Entonces este monasterio pertenecía a la provincia de Extremadura, de la que era capital la ciudad de Badajoz.
Tradicionalmente se ha confundido el que fuera palacio del conde de la Roca (torre de los Acevedos) con el actual Museo Arqueológico Provincial de Badajoz, pues el conde lo utilizó como alojamiento de su regimiento, pero no era su palacio, que estaba enfrente. Aunque él viviría en el palacio de los Fonseca y Lapilla, en la actual plaza de la Soledad, que, aparte de más amplio, sería más seguro al estar en el centro de la ciudad y no en la alcazaba.
El palacio de los Acevedos en la actualidad.
Se han acometiendo obras de restauración en lo único que quedaba en pie del palacio, que es la torre, bajo la dirección de la arquitecta Carmen Cienfuegos Bueno, con una inversión de 326.110,20 € por parte del Gobierno central junto con la torre de Santa María. Como en toda obra de este tipo, ha recibido críticas por ser quizá demasiado agresiva en su acabado exterior. De momento, se ha descubierto el nivel del suelo que podría ser el original, con un empedrado de cantos rodados y ladrillo a sardinel, con restos de muros de lo que fueron las dependencias del palacio. De la vivienda desgraciadamente, salvo lo que está enterrado, solo se conservan restos del muro sureste, frente a la subida de la puerta del Capitel, donde se aprecia una cornisa de doble ladrillo en «esquinilla» sobre teja, seguramente de época o influencia mudéjar, como lo sería también el arco bilobulado de unas de las ventanas que da hacia los antiguos depósitos de agua. Estos ladrillos mudéjares en esquinilla también son visibles en un friso del interior de la torre de Santa María del Castillo, junto a varias ventanas, de arco de herradura, ojival y de medio punto.


Detalles del interior de la torre antes y después de la restauración.

La torre de los Acevedos, que era de tres plantas más azotea, está compuesta de muros de mampostería con refuerzos de granito en las esquinas, aunque en la parte superior predomina el ladrillo y bloques de adobe, quizá de alguna reconstrucción por las guerras o una ampliación. En la fachada que da al suroeste, donde estuvo la vivienda, se aprecian cajones de adobe y el hueco de una puerta cegada con dos pequeñas ménsulas. También se aprecia la forma de la cubierta que tuvo a dos aguas, quizá con doble pendiente. De la portada de piedra labrada que se menciona en 1779 nada queda. Han aparecido en el interior restos de varias quicialeras de granito y lo que parecen peldaños curvos de mármol, que debieron pertenecer a una escalera de lo que fue la vivienda.



Escudos del apellido Acevedo en las fachadas de la torre.



El interior de la torre se encontraba en bastante mal estado, con forjados de madera y una escalera del mismo material, que han sido eliminados. En su parte superior tiene una bóveda de cañón que sostiene la terraza. Se han restaurado todos los muros de la torre, exteriores e interiores, y se han abierto varias ventanas abocinadas, pues algunas estaban cegadas. Se ha hecho una excavación en la base de la torre hasta el suelo original, donde se aprecia el gran relleno a base ripios. Se aprecia también en la parte baja unos muros que habían estado enterrados con un enfoscado de falsa cantería, o «cantería raspada», como se denominaba en la época, que imagino que es posterior al original, que está formado por esgrafiado de mortero de cal blanca rodeando la piedra. Este esgrafiado, típico de los siglos XV y XVI, se observa también en el puente de Palmas, la antigua casa de los Gómez de Solís de la alcazaba, el museo arqueológico o los dos cubos de la llamada en su momento puerta Nueva o puerta del Puente, hoy de Palmas, que hoy están cubiertos por una falsa sillería almohadillada con llagueado, que se añadiría en 1906 y que ya existiría anteriormente. En la fachada de la torre de los Acevedos que mira al museo ha aparecido un esgrafiado, muy borrado, que representa dos árboles enraizados (acebos) y un perro (galgo) entre ambos. Corresponde este escudo al apellido Acevedo o Acebedo, que proviene de Acebo, de origen gallego-portugués, la familia propietaria del edificio desde 1532 hasta 1797. Existen dos versiones de este escudo, con uno dos acebos y uno o dos perros. En este caso tendría la figura de otro perro que le falta, que ha desaparecido por la erosión. En la parte inferior aparece otro más pequeño y una flor grabada en una piedra de granito con una flor. Lo que parecen restos de la cabeza de otro galgo y un árbol a su izquierda, se pueden observar en la fachada que da a la subida desde la puerta del Capitel, aunque muy borrado por el paso del tiempo. La cabeza del galgo podría ser una pareidolia, pero se ve claramente un árbol a su izquierda.

Escudo del apellido Acevedo.
Todos estos monumentos serían construidos en la misma época y debió ser una moda muy extendida en la nobleza. Estos dos tipos de enfoscado se aprecian también en la llamada «Torrecilla», que fue la antigua sala de autopsias del desaparecido Hospital Militar, colindante con la cabecera de la iglesia de Santa María de Calatrava o de los Freiles, que perteneció a la Encomienda de Casas de Calatrava. Esta torre, aunque hay autores que la datan en la época árabe, yo me inclino más por la medieval; pudo pertenecer a la familia Gómez de Solís. Conserva unos pequeños chaflanes en las esquinas de granito, similares a los de la torre de los Acevedos y las del Museo Arqueológico Provincial de Badajoz. Estos chaflanes pueden verse también en la catedral, en concreto en la esquina de la capilla del Sagrario, del siglo XVI.





Casa-torre de los Acevedos. Obras de excavación. Han aparecido los restos de los muros del palacio y suelo original.

Estos esgrafiados también eran visibles en la torre de la antigua iglesia de Santa María del Castillo y que también está siendo sometida a labores de restauración. Han sido eliminados los de falsa sillería del siglo XIX que tenía encima del original. Es de imaginar que estas tres torres citadas son de la misma época. De la de los Acevedos solo podemos saber, de momento, que es anterior a 1532. La torre de Santa María del Castillo tiene en la parte superior un bajorelieve de la Virgen sedente con el Niño sobre su rodilla izquierda, ambos bajo un tejadillo a dos aguas y bajo él el escudo del obispo Gómez Suárez de Figueroa (1479-1485). Entre estas fechas se remataría la parte superior. El conjunto está rodeado por un alfiz de ladrillo lucido con mortero de cal. En la parte baja figura el escudo de un obispo anterior: Juan de Morales (1461-1470), bajo una ventana con restos de una piedra de mármol blanco, probablemente de origen visigodo. 



Esta piedra parece que procede de un enterramiento y dice: ES DE FELIX RUIS, Nº 7. Como los restos siguientes, parece ser que son de otra excavación que se depositaron dentro de la torre.



Notas: (1) Si el lector desea saber más sobre la larga historia de esta casa, le recomiendo este trabajo: CASTELLANOS BOTE, Pedro: Estudio histórico de la Casa del Cordón de Badajoz: Las casas de Alonso de Silva, el Loco, y el comendador Gómez de Moscoso. Apuntes para la historia de la ciudad de Badajoz. Bicentenario (1816-2016). Real Sociedad Económica Extremeña de Amigos del País. Tomo XI. Año 2016. Págs. 47-84. (2) Expresión del latín en que se designa la posesión no solo real o corporal, sino también de los derechos y otros bienes inmateriales. (3) Hoy solo queda su iglesia como parroquia del apóstol San Andrés. (4) Parece ser que esta caballería y la dehesa de Hinojales pertenecieron a la Encomienda de Casas de Calatrava al menos desde 1530. Cfr: MARTÍN NIETO, Dionisio A. La encomienda de Casas de Calatrava y su iglesia de Santa María en la ciudad de Badajoz, pertenecientes al partido de la Serena de la Orden de Alcántara. Revista de Estudios Extremeños. Tomo LXIV N. 2. Mayo-agosto de 2008. Pág. 811. (5) El marquesado de Orellana fue un título nobiliario concedido por el rey Felipe III en 1610. En 1643 Felipe IV reemplazó este marquesado por el de la Lapilla, al conceder a otro linaje el de Orellana la Vieja.
Fuentes: Archivos Eclesiásticos de Mérida-Badajoz, Archivo Histórico Provincial de Badajoz. Nobleza de Extremadura Primera parte de Alejandro de Silva Barreto y Almeida de 1710.