domingo, 21 de enero de 2018

12. El hospital, la ermita y los tres conventos de Santa Catalina.

12.

El hospital, la ermita y los tres conventos de Santa Catalina. La ermita pudo ser una sinagoga, como también el primitivo convento.

© Pedro Castellanos
21 de enero de 2018


El hospital de Santa Catalina la Vieja.
¿Formó parte de una antigua sinagoga judía? Es posible. No tiene nada que ver con el convento del que hablaré después. Ya existía en 1510 (1), y aunque algunos historiadores lo situaban en la actual calle Eugenio Hermoso (2), puedo afirmar que se encontraba en la calle del Campillo. Me baso en los datos de un documento muy esclarecedor, fechado en 1796. En él se cita esta calle como el «sitio que llaman el Campillo y la Brecha (3), y en lo antiguo, la calle de los Ronquillos y después de Santa Catalina la Vieja, cuyos nombres se han devorado con el motivo del sitio que el enemigo portugués puso a esta plaza». Se tenía conocimiento de la calle de los Ronquillos, pero nadie la había podido situar con exactitud. La calle de Santa Catalina la Vieja es la misma que la del hospital. En septiembre de 1640 el calderero Jerónimo Sánchez hacía un reconocimiento de censo de unas casas «en la calle que dicen de los Ronquillos y del Hospital de Santa Catalina la Vieja, linda de una parte, hacia el dicho hospital, con casas de las Leonas». Recapitulando, la calle de Santa Catalina la Vieja, la del Hospital de Santa Catalina y la de los Ronquillos, no es otra que la actual calle del Campillo, de la que solo existe hoy el segundo tramo. El primero fue demolido al construirse la actual muralla abaluartada y sería el que iba hasta la desaparecida plaza de San Salvador. Aún existía el hospital en 1632, año en el que su mayordomo, el sastre Enrique Rodríguez, sacaba a pregón una casa que el hospital tenía en la actual calle San Lorenzo. En 1593 se escrituraba la venta de una casa en la calle de la Costanilla, «que va para el hospital de Santa Catalina», de lo que se deduce que el hospital, seguramente los corrales, daban hacia este calle. En 1618 se cita una casa «en la calle Baja de la Concepción, junto a Santa Catalina la Vieja», seguramente el hospital (y probablemente la ermita homónima) estarían en el tramo final de la calle del Campillo, donde desembocaba la entonces calle Baja de la Concepción, actual Concepción Arenal. Será interesante cuando se realicen obras de excavación en extensión en toda la zona para confirmar si hay restos de él.
El nombre primitivo de la calle del Campillo se mantuvo tras construirse la nueva muralla abaluartada. En 1744 aparece en algunos documentos como «la calle Santa Catalina la Vieja, que vulgarmente llaman del Campillo, frente de las murallas» y en 1753 aparece como «la calle Vieja de Santa Catalina, frente de la brecha».

Plano de Badajoz procedente del Archivo de Estocolmo. C.a. 1645.
   1. Torre de Espantaperros o de la Atalaya. 2. Iglesia de San Salvador (desaparecida). 3. Plaza de San Salvador, desde donde partía la calle de los Ronquillos, de Santa Catalina la Vieja, Campillo y Brecha  hasta la actual calle Concepción Arenal. 4. Antigua puerta de Mérida (desaparecida). 5. Manzana donde, probablemente, estuvo el hospital y la ermita de Santa Catalina la Vieja (manzana todavía existente).
La ermita de Santa Catalina la Vieja.
¿Fue antiguamente una sinagoga judía? Seguramente lo fuera antes de la expulsión de los judíos en 1492. Como ejemplo tenemos la actual capilla de San José de Zafra, antes iglesia de Santa Catalina la Vieja, anteriormente sinagoga judía. La desaparecida ermita probablemente estaba unida al hospital del mismo nombre, pues todos los hospitales de la época tenían una capilla. Todavía estaba en pie en 1657 y al menos tenía una capilla, llamada del Espíritu Santo. María Uchoa la citaba en su testamento: «Declaro que tengo unas casas en la calle de Santa Catalina la Vieja, mando que dos cuadros que tengo, el uno de Ntra. Sra. de Concepción y el otro de santa Elena se den a la capilla del Espíritu Santo en la ermita que llaman de Santa Catalina la Vieja». El cabildo catedralicio afirmaba que se había destechado y derruido la ermita el 3 de enero de 1668. Se le dio el nombre de la Vieja por existir ya el convento de monjas de Santa Catalina y así evitar confundirlos.

Lugar donde, probablemente, estuvieron el hospital y la ermita de Santa Catalina la Vieja.

El primitivo convento de Santa Catalina Mártir.
¿Fue la antigua sinagoga judía que citaban los antiguos historiadores? Puede ser, pero no ha debido quedar nada como se ha visto tras los trabajos arqueológicos. Como ejemplo que he citado antes, tenemos la actual capilla de San José de Zafra, antes iglesia de Santa Catalina la Vieja, anteriormente sinagoga judía.
La ermita y hospital de Santa Catalina la Vieja de Badajoz no tienen nada que­­­ ver con el convento de monjas de Santa Catalina, fundado en 1515 en la actual calle Montesinos. En 1592 aparece en un documento notarial el arrendamiento por cuatro años de unas casas a las espaldas del convento por parte de su mayordomo, Gonzalo Díaz Pantoja. Sería con la condición de que el convento las pudiera tomar si quisiese «para edificar iglesia», por lo que la capilla debe ser posterior a esta fecha. Durante las obras de excavación a la que está siendo sometida han aparecido lo que pueden ser restos de la primitiva iglesia. En todo caso esta sería de finales del siglo XVI o principios del XVII.

La iglesia de San Atón y de San Ignacio.
Tras ser abandonado definitivamente el primitivo convento de Santa Catalina por las monjas en 1624, su capilla fue desde 1627 iglesia de San Atón. Allí tenía sede su cofradía hasta al menos el uno junio de 1631: «en la iglesia de señor San Atón, donde de presente se sirve la dicha cofradía, que es la que antiguamente fue de las monjas de Santa Catalina». En 1634 se funda allí el Colegio de Jesuitas, llamado de los padres teatinos, por el licenciado y canónigo penitenciario Alonso Pérez de Vita. El nombre de San Ignacio era por el fundador de la Compañía de Jesús, san Ignacio de Loyola. Aquí se enterró doña Damiana de León y Silva, quien dio nombre a la calle Montesinos en el siglo XVIII y que donó a los jesuitas 400 ducados para la construcción de un retablo para el altar mayor en 1698. También se enterró en este templo el famoso canónigo Juan Solano de Figueroa, autor de la Historia Eclesiástica de Badajoz, en la que fue capilla de San Francisco de Borja. El 12 de septiembre de 1661 donaba al padre Lorenzo de Colonia del Colegio de la Compañía de Jesús todos sus libros: «por el amor que tiene y ha tenido a dicho colegio le hace gracia y donación, para siempre jamás, de una librería con sus libros y estantes y todo lo de ella concerniente que de presente tiene y de todos los demás libros que en adelante tuviere y se hallaren al tiempo de su muerte, para que se ponga en el colegio de esta ciudad sin que se puedan vender, dar, trocar, enajenar ningún libro ni salir de dicho colegio». Se desconoce el paradero de esta importante colección de libros.

Reedificaciones a mediados del siglo XVII. La reina Isabel de Borbón fue patrona del convento.
No debía de estar en muy buen estado la iglesia a mediados del siglo XVII. El 1 de diciembre de 1642, el entonces rector del colegio encargaba a los maestros alarifes Alonso Hernández Manzano, el Viejo, y a su hijo homónimo, alias el Mozo, a acabar de aderezar la iglesia de los jesuitas. Harían la escalera principal para subir al coro; dos escaleras más, una para subir al tejado y otra para bajar a los confesionarios. Tendrían que pintar la iglesia con una mano de cal delgada y blanquear algunas bóvedas. Tendrían que descimbrar el coro y florear la bóveda por abajo, como estaban las demás. Los tres arcos del coro se lucirían y encalarían como el resto, con su moldura, para que quedase lo más uniforme posible y asentarían las barandillas del coro. Tendrían que hacer cuatro tribunas con sus cuatro puertas, solarlas y encalarlas por abajo; enladrillar el coro y encalar sus dos puertas y escudos. Harían dos campanarios (supongo que se refiere a las dos espadañas como hoy tiene) como eran los de la primitiva ermita de San José. También harían un pretil en la azotea con su cornisa entre estos dos campanarios y lucirla hasta el suelo. La fachada de la calle sería encalada y su portada lucida de nuevo. Estas obras se terminarían en el mes de abril de 1643. Sin embargo, la obra interior y el coro bajo sería terminado el 8 de febrero. El importe que se les entregaría a los albañiles por todas estas obras serían 1.250 reales, teniendo los jesuitas que facilitarles todos los materiales y peones necesarios para ello, dos para cada uno, y a medio ducado cada jornal a cada uno.
El 2 de noviembre de 1644 se realizan en su iglesia las honras fúnebres tras la muerte de la reina Isabel de Borbón (fallecida el 6 de octubre pasado), protectora del convento, esposa de Felipe IV. Las mandó oficiar el capitán general del Ejército de Extremadura, el napolitano Carlo Andrea Caracciolo, marqués de Torrecusa. 

Isabel de Borbón, (1602-1644). Retrato de Diego Velázquez, 1625.

El rector del Colegio de Jesuitas pedía licencia al ayuntamiento el 25 de septiembre de 1645 para poder derribar unas casas que habían comprado los jesuitas en la acera de enfrente de la fachada de la iglesia, para alargar la plazuela que ya habían hecho para adorno de ella. Se trata del hueco que se ve en la foto del plano de Estocolmo. Con ello se podría fechar este plano alrededor de 1645, al menos los primeros derribos ya figuran. Esta obra se hacía para dar más vista e intimidad. Ya se había hecho frente a dos palacios importantes de la ciudad, como el de Sebastián Montero de Espinosa, que derribó las casas frente al actual convento de las Descalzas, hoy plaza López de Ayala. El otro era el palacio del mayorazgo de los Fonseca y la Lapilla, en la plaza de Don Pedro de Fonseca, hoy de la Soledad, frente al actual conservatorio. En este plano la iglesia figura por error con el nombre de los Apóstoles, advocación que nunca ha tenido. El rector del Colegio de Jesuitas hacía una petición al rey el 26 de junio de 1654, para pedirle ayuda por la pobreza en la que se encontraban por las guerras con Portugal. Citaba que la fallecida reina Isabel de Borbón fue patrona del colegio. Por ello había un retrato suyo en un cuadro grande sobre el ático de altar mayor. También figuraba su escudo de armas en otros dos cuadros grandes a los lados del retablo mayor.

La nueva capilla es costeada por el duque de San Germán. En 1767 se traslada allí la parroquia de Santa María del Castillo.
El 18 de junio de 1655 se estaban haciendo de nuevo obras en la iglesia del convento, en este caso en la capilla mayor. El rector pedía que el ayuntamiento le prestase la madera para montar los andamios. Esta obra de la nueva capilla mayor fue costeada por el entonces capitán general del Ejército, el napolitano Francisco Tutavila, duque de San Germán. En la ceremonia de inauguración del templo se hizo una procesión y el obispo Diego López de la Vega celebró una misa solemne.
Tras la expulsión de los jesuitas en 1767 por orden de Carlos III, cuyo escudo de armas figura en el frontón de la portada, el templo pasó a llamarse parroquia de Santa María la Real, que se trasladaba desde la iglesia de Santa María del Castillo. Después fue trasladada a la iglesia del desamortizado convento de San Agustín, donde hoy está instalada definitivamente. La fachada de la iglesia no estaba lucida como en la actualidad por aquellos años, sino con falsa cantería, como la catedral o la parroquia de Santa María la Real (San Agustín).  A esto hay que añadir que se le abrió la puerta de la derecha en el siglo XIX y se descentró la original hacia la izquierda. La de la derecha será eliminada tras su restauración.







 



Traslado temporal de las monjas de Santa Catalina a la calle San Juan (hoy ayuntamiento). Volvieron a su antiguo convento por la fuerza.
Tras abandonar el primitivo convento, las monjas se refugiaron temporalmente en las casas que fueron de Jerónimo de Morón, un escultor portugués afincado en Badajoz. El 15 de abril de 1623 las monjas lo abandonan, se trasladan hasta las mencionadas casas de Jerónimo Morón con la intención de fundar allí el convento, como acto de protesta por estar el suyo en muy mal estado. El obispo les obligó a volver a su antiguo convento, a pesar de que pusieron gran resistencia. Las casas donde vivió Morón las compró el escultor el 22 de febrero de 1616 y estaban en el solar que ocupa actualmente el Ayuntamiento de Badajoz. Lo demuestra un documento de 1643 en el que se daba a censo por el canónigo de la catedral Alonso Salgado y su sobrino Bartolomé Salgado, ambos presbíteros, «unas casas principales de morada que dicho doctor Alonso Salgado tiene en esta ciudad, en el campo de San Juan, lindan por una parte con la calle que dicen del Dómine Galindo [actual Donoso Cortés] y casas que fueron del racionero Diego Suárez, y de la otra lindan con casas que fueron de Morón, escultor, que están en la calle que dicen de San Juan». Esto indicaría que la casa que fue de Jerónimo de Morón estaba en la esquina de la calle San Juan, frente al actual edificio de Servicios Económicos del ayuntamiento.  
Doña Blanca de Vargas, priora del convento y las demás monjas declaraban lo siguiente el 15 de abril de 1623: «Que por cuanto el dicho convento compró unas casas en esta ciudad, en la calle de San Juan, de Jerónimo Morón, escultor, que lindan con las casas de Diego de Vergara y casas del doctor Salgado, canónigo de la catedral y otras casas en la calle que dicen de Galindo [actual Donoso Cortés] que lindan con las casas del dicho doctor Salgado. Y habiéndose ido a ellas juntamente con otras veintitrés monjas del dicho convento para fundar allí su iglesia y convento, llevando como llevaron en procesión el Santísimo Sacramento con su cruz y luces, donde han estado ocho días haciendo los oficios divinos. Y protestaban y protestaron continuar en la dicha vivienda por razón de que el convento de Santa Catalina de esta ciudad, donde han asistido hasta ahora, ser muy enfermo y oscuro y tener, como tiene, muy poca largura. El señor don Pedro Fernández Zorrilla, obispo de este obispado, las ha mandado volver a su [antiguo] convento y cometido la ejecución de ello a don Juan Ezquerra, provisor de este obispado. Aunque ellas lo han querido evitar y resistir para tener en la dicha parte y lugar la dicha su iglesia y convento. Se temen que no les ha de aprovechar y que el dicho señor provisor por fuerza o de grado las ha de sacar de las dichas casas y llevarlas al dicho convento de Santa Catalina. Y SI SE LLEGASEN A RESISTIRSE PODRÍAN SUCEDER MUCHOS ESCÁNDALOS, ALBOROTOS Y MUERTES. Y para remediarlo y que cesen los dichos daños e inconvenientes, desde luego dijeron que apelaban de lo proveído y mandado por el dicho señor obispo para ante Su Santidad. Y si salieren o las sacaren de las dichas casas donde de presente están, es contra su voluntad y por fuerza y por redimir las dichas vejaciones y molestias».
Traslado definitivo de las monjas de Santa Catalina a la calle Obispo San Juan de Ribera.
En 1624 las monjas se trasladan definitivamente desde su primitivo convento, fundado en 1515, a las casas que fueron de los canónigos de la catedral Juan Morquecho Manzanos (antes fueron del racionero de la catedral García Hernández) y Antonio Ramiro Corajo, en la esquina de las actuales calles Hernán Cortés y Obispo San Juan de Ribera. Un documento inédito que publiqué en 2013 fechado el 9 de julio de 1624 cita lo siguiente: «Estando en las casas donde vivía el canónigo Antonio Ramiro Corajo, que están en la calle real nueva [que baja] de la plaza y campo de San Juan al de San Francisco, doña Elvira Becerra, doña Blanca de Vargas, doña Teresa de Vargas, Inés de la Cruz, monjas profesas en el convento de Santa Catalina Mártir de esta ciudad, que allí estaban presentes. Dijeron que por cuanto ellas y las demás monjas de dicho convento, con licencia y permisión del señor don Pedro Fernández Zorrilla, obispo de este obispado, se mudaron de su antiguo convento que tenían en la calle de los Corregidores [actual Soto Mancera] a las casas que fueron del canónigo Juan Morquecho, a donde han comenzado a edificar nuevo convento. Y por ser la dicha casa estrecha y no haber en ella sitio a donde con comodidad y decencia se pueda edificar iglesia, se alargaron y extendieron a la dicha casa donde vivía el dicho canónigo Antonio Ramiro, que está conjunta a la que fue de dicho canónigo Juan Morquecho, con intento de hacer en ella la iglesia de dicho convento, por estar como está, en una de las calles más principales de esta ciudad y a donde con comodidad y decencia se ha de hacer». Resulta curioso que las monjas omiten su paso por la casa de Jerónimo de Morón, quizá para tratar de olvidar los desagradables sucesos que las obligaron a volver a su antiguo convento.

1. Primer convento de Santa Catalina. 2. Segundo convento en la calle San Juan. 3 Definitivo convento en la calle Obispo y Hernán Cortés. 4. Hospital y ermita de Santa Catalina la Vieja.


Panorámica de Badajoz a principios del siglo XIX (muy estilizada). 1. Iglesia de Santiago. 2. Iglesia de Santa María del Castillo. 3. Torre de Espantaperros. 4. Iglesia de la Concepción. 5. Iglesia de Santa María la Real (San Agustín). 6. Catedral. 7. Convento de Santa Catalina. 8. Convento de San Francisco.


Panorámica de Badajoz a finales del siglo XIX. 1. Catedral. 2. Convento de las Descalzas. 3. Convento de Santa Catalina con la torre ya desmochada.
Reedificación del nuevo convento de Santa Catalina Mártir.
Gracias al obispo Juan Marín de Rodezno, el nuevo convento que hacía esquina a las calles Obispo San Juan de Ribera y Hernán Cortés, se rehízo por completo. El 14 de enero de 1702 las monjas citaban: «Decimos que como es notorio de tiempo inmemorial a esta parte hemos vivido con grande descomodidad y estrechez, así para la celebración de los oficios divinos por ocasión de que dicho convento que al presente tenemos, cuando entramos en él, era una casa particular de muy poca vivienda, obligándonos lo referido a que de una sala de ella la aplicásemos para iglesia, porque aunque nuestros ánimos se querían alentar a la fábrica de un convento e iglesia decentes, no se ha podido conseguir por la pobreza y falta de medios en que nos hallamos. Y habiéndose dicho ilustrísimo señor enterándose de esta verdad, y reconocido lo que va expresado, sin solicitud ni diligencia nuestra, a honra y gloria de Dios, nuestro Señor, lo mucho que le agrada el lucimiento de los templos para celebrar con autoridad y devoción sus santos oficios, se movió con gran celo y ardiente caridad a fabricar de nuevo en dicho convento una suntuosa iglesia, presbiterio, sacristía, coro y torre. Como habrá año y medio, poco más o menos, lo pasó a ejecución, y siendo lo primero el derribar la torre y sacristía que tenía por estar todo ello amenazando ruina». Por todo ello, el mencionado obispo fue nombrado patrono del convento este mismo día, con la obligación de celebrar dos aniversarios perpetuamente, uno el día de san Juan Evangelista y otro el día de santa Ana. Además debería celebrar una misa cantada cada año el día en que se colocase por primera vez el Santísimo Sacramento en la iglesia una vez terminada la obra. Este convento fue desamortizado en el siglo XIX y reconvertido en Instituto General y Técnico, luego rebautizado como Bárbara de Braganza. Hoy es parte de la sede de la Diputación de Badajoz.




Restos del convento de Santa Catalina, luego Instituto Bárbara de Braganza.


Restos del altar mayor donde estaba el retablo.
Venta del antiguo convento e iglesia de los jesuitas tras su desamortización. Estaba en estado de ruina. Pudo ser la capilla de la Congregación de San Felipe Neri.
Anteriormente, el 7 de marzo de 1810, el Ayuntamiento de Badajoz donaba una casa anexa a la entonces parroquia de Santa María la Real a la junta de devotos de San Felipe Neri, como representantes de la futura congregación del mismo. Esta casa hoy es sede de la Concejalía de Cultura del Ayuntamiento de Badajoz. Se establecerían una serie de condiciones después de la cesión, entre ellas, que el ayuntamiento, como patrono de la congregación, pudiese colocar su escudo de armas en la fachada de la casa o en la de la iglesia. No se llegó a fundar la congregación, pasando la propiedad de la casa de nuevo al ayuntamiento. El vicario general de la diócesis vendía el 3 de diciembre de 1834 esta parte del edificio que perteneció al Colegio de Jesuitas, que hacía esquina a la actual plaza de Santa María y a la calle Soto Mancera. Incluiría la casa cedida para la Congregación de San Felipe Neri. El inmueble, que los documentos llaman «edificio ruinoso», se divide en dos mitades, vendiéndose inicialmente una de ellas al comerciante Manuel de Bartolomé Miranda por 36.240 reales. Se divide de nuevo el edificio y se tasa la parte contigua a la parroquia de Santa María en 17.440 reales y la otra mitad que formaba ángulo a la calle Soto Mancera, con la bodega que tenía incluida, en 14.310 reales. Se saca a pregón las dos partes y solo se vende la parte que hacía esquina a la calle Soto Mancera al mencionado Manuel de Bartolomé por 9.560 reales.


Pinturas murales en el interior del convento. La Inmaculada, un santo jesuita y san Jerónimo.
La iglesia fue vendida el 26 de enero de 1856 al comerciante navarro Benito Rincón Nahori por 31.505 reales, pagados en quince años y catorce plazos. Tenía una superficie de 442 metros cuadrados, formada por una nave central con bóveda de cañón con su presbiterio. El coro, formado por un arco carpanel, se encuentra en mal estado de conservación, aunque todavía quedan restos de vigas de madera. A la izquierda de la nave tiene una capilla llamada de Ntra. Señora del Carmen (donde tuvo sede la cofradía) y a la derecha otras dos, entre ellas la de San Francisco de Borja, con comunicación a la sacristía. El 29 de agosto de 1863 Benito arrendaba el edificio al Estado y Cuerpo de Administración Militar durante ocho años, por 1.900 reales cada uno de ellos. Lindaba por la derecha con el edificio que fuera parte del convento, hoy sede de la Concejalía de Cultura del ayuntamiento. Entonces era una casa con el número 38, que pertenecía a Antonia Carbonell Segura, esposa de Eusebio Donoso Cortés, alcalde de Badajoz en 1852. Por la izquierda lindaba con una casa-bodega, propiedad también de Benito Rincón, que hacía esquina a la calle Encarnación, donde hoy está el semillero de empresas.




Detalles del claustro.
Notas:
    (1)  GUERRA GUERRA, Arcadio. Recapitulación histórica de los hospitales de Badajoz. Revista de Estudios Extremeños, Tomo XV, n. 3, septiembre-diciembre de 1959. Pág. 644. 
(2)   LÓPEZ, Benigno, alias Perra Chica. Callejero y guía histórica. Año 1964. Pág. 32. GONZÁLEZ RODRÍGUEZ, Alberto. Badajoz, piedra y tiempo, calles con historias. Año 2003. Pág. 197. 
(3)    El nombre de la Brecha proviene de los daños que se produjeron en el baluarte de San Pedro en el asedio que sufrió Badajoz en 1705 y no el de 1811, como cita algún autor. Cfr.: LÓPEZ, Benigno, Callejero… Pág. 35.

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