sábado, 27 de enero de 2018

13. El entierro del capitán Guillermo Tutavila, sobrino del duque de San Germán, en la iglesia de San Ignacio de Badajoz.

13.

El entierro del capitán Guillermo Tutavila, sobrino del duque de San Germán, en la iglesia de San Ignacio de Badajoz. 13 de noviembre de 1653.

© Pedro Castellanos
27 de enero de 2018

Actualización del 13 de noviembre de 2018, en el 365 aniversario de su entierro

 Francisco Tutavila, duque de San Germán.

Era napolitano e hijo de Horacio Tutavila, hermano del duque. Estuvo prisionero en Portugal en 1653, siendo devuelto a Badajoz. Los canónigos Diego Olmedo de Liaño y Alonso Ruiz del Álamo dieron el «parabién» (felicitación) al duque de San Germán por su liberación el diez de marzo. Posteriormente, la caballería del Ejército español tuvo un fuerte enfrentamiento con las tropas portuguesas en la villa de Arronches el día ocho de noviembre de ese mismo año de 1653. Guillermo Tutavila falleció en esta batalla con tan solo 22 años. Fue enterrado en la iglesia de San Ignacio de los jesuitas de Badajoz, antes convento de Santa Catalina. Quizás por la amistad que tenía el duque con los religiosos, ya que pagó parte de la obra de su nueva capilla mayor, como ya dije en la anterior entrada. El duque fue un hombre muy religioso, devoto de la Virgen de las Virtudes y Buen Suceso del real monasterio de Santa Ana de Badajoz. Él pagó 4.000 reales por el dorado y estofado de su retablo que estaba en el altar mayor en 1663. Fue la persona que, supuestamente, trajo a Badajoz la imagen de la patrona, la Virgen de la Soledad. Un interesante e inédito documento, que ya adelanté en parte en 2013, describe cómo llegó a Badajoz el cadáver de Guillermo y el lugar donde se enterró:

Testimonio de depósito de un cuerpo. Sea notorio a los que al presente vieren, como estando en el colegio e iglesia de señor San Ignacio de la Compañía de Jesús en esta muy noble y leal ciudad de Badajoz, como a las horas de las siete y media de la noche, jueves trece del mes de noviembre de 1653 años, se trajeron a dicha iglesia dos cuerpos muertos, que el uno de ellos dicen ser del muy magnífico señor don Guillermo Tutavila, de nación napolitana, capitán de caballos corazas del Ejército de Extremadura, sobrino del excelentísimo señor don Francisco Tutavila, caballero de la Orden de Santiago, duque de San Germán, del Consejo de Guerra de su Majestad y del colateral de Nápoles, maestre de campo general y gobernador de las armas de este Ejército. Los cuales dichos dos cuerpos dicen haberse traído de la campaña. Y después de haberles dicho y celebrado la vigilia, con la pompa y solemnidad debida, compareció ante mí, el escribano y testigos, el capitán de caballos corazas Luis Briñola, de nación napolitana, y se desclavaron unas tablas de una de dos cajas donde venían dos cuerpos. Y habiéndose descubierto el rostro y descosida la capilla de un hábito donde dicho cuerpo venía amortajado, dicho capitán dijo, con juramento que hizo en forma de derecho, estando presente el padre Lorenzo de Colonia, rector de dicho colegio, asistido de algunos padres, de que en el reencuentro que la caballería de su Majestad de dicho Ejército tuvo con la del rebelde portugués, término de la villa de Arroches, reino de Portugal, el día ocho de este presente mes. Y allí quedó muerto dicho don Guillermo Tutavila, y el capitán Luis Briñola prisionero. Y teniendo noticia de su muerte, y haciendo diligencia en buscarle el domingo, nueve de este, le halló muerto en la iglesia de la Misericordia de la dicha villa de Arronches. Y le conoció y reconoció, y lo entró en la caja en que de presente está. Y dicho cuerpo y el del señor don Juan [López] de Lemos, caballero de la Orden de Calatrava, conde de Amarante, teniente general de la caballería de dicho Ejército. Los trajo ambos a esta ciudad sin apartarse de ellos. Y dicho cuerpo y rostro de él daban muchas demostraciones [de] ser el del dicho señor don Guillermo Tutavila. Y asimismo, le pareció a mí, el dicho escribano y testigos que lo reconocieron, el cual dicho cuerpo se entregó a dicho padre rector en depósito hasta que lo trasladen en la parte y lugar donde dispuso. Y sobre la dicha caja y tablas de la cubierta de ella se lacró y se puso encima del dicho, [y] labré sus armas en tres partes. Y fue sepultado y depositado en un sepulcro, debajo del hueco del altar mayor de dicha iglesia y colegio, la cabeza al lado de la epístola. Y dicho padre rector dijo le recibía y recibió en dicho depósito, para entregarlo [a] cada [uno] que le sea pedido. Y a ello se obligó por lo que le toca y a los demás rectores y padres que son y fueren de dicho colegio. Y por parte de dicho señor capitán don Guillermo Tutavila (1) se me pidió por testimonio. Y lo firmaron dicho padre rector y dicho capitán Luis Briñola, siendo presentes por testigos los señores don Jerónimo de la Haya Vitoria, del Consejo de su Majestad en su Contaduría Mayor de Cuentas y su proveedor general del Ejército de Extremadura, tesorero general de dicho Ejército; Bartolomé Rodríguez de Andrade, tenedor de bastimentos de dicho Ejército (2); el capitán de caballería corazas don Diego del Pulgar; el capitán de infantería José de Funter; Juan Rodríguez Silvera, vecino y regidor de esta ciudad, asentista del pan de munición de dicho Ejército; y el capitán de infantería don Diego de Rueda, vecinos y estantes en esta plaza de armas. 



El cabildo catedralicio acordaba dar el pésame al duque de San Germán el 12 de noviembre de 1653. Lo haría en su nombre el famoso canónigo e historiador Juan Solano de Figueroa, quien también sería enterrado en la misma iglesia: «por la muerte de su sobrino, el capitán de caballos corazas Guillermo Tutavila y a la condesa de Amarante (3) por su marido, teniente general de la caballería del Ejército, que murieron en el encuentro que se tuvo con la caballería del enemigo entre Arronches y el Azumar el ocho de este mes». La lápida sepulcral de Guillermo Tutavila que se encontraba en la iglesia de San Ignacio de los jesuitas se halla hoy en los almacenes del Museo Arqueológico Provincial de Badajoz. El texto dice lo siguiente:


YACE AQUÍ EL SR. D. GUILLE[R]MO TUTAVILA, SOBRINO DEL EXCELMO. SR. DUQUE DE S. GERMÁ[N], Q[UE] DE XXII AÑOS MANCEBO, EN QU[I]EN LA GRACIA Y LA NATURALEZA DEPOSITARO[N] EL TESORO DE SUS MEJORES PRENDAS, HAC[I]ÉNDOSE AMAR DE TODOS CUA[N]TO DESEAR EN LA T[I]ER[R]A. MURIÓ A COSTA DE MUCHA SA[N]GRE ENEMIGA PELEA[N]DO POR SU REY CO[N]TRA LOS REBELDES A SU CORONA. AÑO DE MDCLIII.

Detalle de la lápida sepulcral de Guillermo Tutavila. Año 1653.

Gracias a este documento de 1653, queda resuelto el enigma sobre el origen de la lápida de Guillermo Tutavila, que no procedía de la antigua ermita de la Soledad (4). La lápida llegó al museo en 1944. Un periódico local del sábado 8 de abril publicaba un artículo del que fuera alcalde Antonio del Solar y Taboada, marqués de Campolataro, titulado «El duque de San Germán trajo a Badajoz en 1664 la Santísima Virgen de la Soledad», donde menciona el año en que llegó la lápida al museo, del que este último no tenía constancia. Sin embargo, no cita de dónde llegó esta lápida como yo sí hice. Por tanto, mis publicaciones son las primeras en citarlo, para que quede claro a los «amigos(as) de lo ajeno». Esta interesante lápida nos muestra el escudo de armas del duque de San Germán en aquella época, único conservado en la ciudad. Está timbrado bajo corona ducal y con la cruz de Santiago, pues fue nombrado caballero de esta orden el 24 de septiembre de 1653. Creo que sería buena idea colocar su escudo de armas en el altar mayor de la ermita de la Soledad o en el frontal del paso de la Virgen, pues se supone que él nos trajo la imagen a Badajoz. Sería un bonito homenaje al cumplirse el 13 de noviembre de 2018 los 365 años del entierro de su sobrino en Badajoz. Puede que su cuerpo no aparezca cuando se complete la excavación de la zona de la iglesia. El duque de San Germán lo dejó en depósito, es decir, temporalmente, hasta podérselo llevar. Aunque el hecho de que se conservase la lápida puede indicar que no se movió de allí.




Iglesia de San Ignacio donde fue enterrado Guillermo Tutavila. En la segunda foto figura con la flecha roja el lugar donde fue enterrado, aún por excavar.

Notas: (1) Debería decir Luis Briñola, representante del fallecido. (2) En 1671 vivió de alquiler en la Casa del Cordón, hoy sede del Arzobispado de Mérida-Badajoz. (3) Se llamaba María Clara de Ocón Coalla, segunda esposa del II conde de Amarante, que murió sin hijos siendo teniente general de la caballería del Ejército de Extremadura. Le sucedió su hermano Pedro López de Lemos, quien también estuvo al servicio de las armas, falleciendo sin sucesión en 1661. (4) KURTZ SCHAEFER, Guillermo. DOMÍNGUEZ DE LA CONCHA, Coronada. Epigrafía medieval y moderna del Museo Arqueológico Provincial de Badajoz. Revista de Estudios Extremeños. T. LII N. 2. Mayo-agosto de 1996. Páginas 512-514.

domingo, 21 de enero de 2018

12. El hospital, la ermita y los tres conventos de Santa Catalina.

12.

El hospital, la ermita y los tres conventos de Santa Catalina. La ermita pudo ser una sinagoga, como también el primitivo convento.

© Pedro Castellanos
21 de enero de 2018


El hospital de Santa Catalina la Vieja.
¿Formó parte de una antigua sinagoga judía? Es posible. No tiene nada que ver con el convento del que hablaré después. Ya existía en 1510 (1), y aunque algunos historiadores lo situaban en la actual calle Eugenio Hermoso (2), puedo afirmar que se encontraba en la calle del Campillo. Me baso en los datos de un documento muy esclarecedor, fechado en 1796. En él se cita esta calle como el «sitio que llaman el Campillo y la Brecha (3), y en lo antiguo, la calle de los Ronquillos y después de Santa Catalina la Vieja, cuyos nombres se han devorado con el motivo del sitio que el enemigo portugués puso a esta plaza». Se tenía conocimiento de la calle de los Ronquillos, pero nadie la había podido situar con exactitud. La calle de Santa Catalina la Vieja es la misma que la del hospital. En septiembre de 1640 el calderero Jerónimo Sánchez hacía un reconocimiento de censo de unas casas «en la calle que dicen de los Ronquillos y del Hospital de Santa Catalina la Vieja, linda de una parte, hacia el dicho hospital, con casas de las Leonas». Recapitulando, la calle de Santa Catalina la Vieja, la del Hospital de Santa Catalina y la de los Ronquillos, no es otra que la actual calle del Campillo, de la que solo existe hoy el segundo tramo. El primero fue demolido al construirse la actual muralla abaluartada y sería el que iba hasta la desaparecida plaza de San Salvador. Aún existía el hospital en 1632, año en el que su mayordomo, el sastre Enrique Rodríguez, sacaba a pregón una casa que el hospital tenía en la actual calle San Lorenzo. En 1593 se escrituraba la venta de una casa en la calle de la Costanilla, «que va para el hospital de Santa Catalina», de lo que se deduce que el hospital, seguramente los corrales, daban hacia este calle. En 1618 se cita una casa «en la calle Baja de la Concepción, junto a Santa Catalina la Vieja», seguramente el hospital (y probablemente la ermita homónima) estarían en el tramo final de la calle del Campillo, donde desembocaba la entonces calle Baja de la Concepción, actual Concepción Arenal. Será interesante cuando se realicen obras de excavación en extensión en toda la zona para confirmar si hay restos de él.
El nombre primitivo de la calle del Campillo se mantuvo tras construirse la nueva muralla abaluartada. En 1744 aparece en algunos documentos como «la calle Santa Catalina la Vieja, que vulgarmente llaman del Campillo, frente de las murallas» y en 1753 aparece como «la calle Vieja de Santa Catalina, frente de la brecha».

Plano de Badajoz procedente del Archivo de Estocolmo. C.a. 1645.
   1. Torre de Espantaperros o de la Atalaya. 2. Iglesia de San Salvador (desaparecida). 3. Plaza de San Salvador, desde donde partía la calle de los Ronquillos, de Santa Catalina la Vieja, Campillo y Brecha  hasta la actual calle Concepción Arenal. 4. Antigua puerta de Mérida (desaparecida). 5. Manzana donde, probablemente, estuvo el hospital y la ermita de Santa Catalina la Vieja (manzana todavía existente).
La ermita de Santa Catalina la Vieja.
¿Fue antiguamente una sinagoga judía? Seguramente lo fuera antes de la expulsión de los judíos en 1492. Como ejemplo tenemos la actual capilla de San José de Zafra, antes iglesia de Santa Catalina la Vieja, anteriormente sinagoga judía. La desaparecida ermita probablemente estaba unida al hospital del mismo nombre, pues todos los hospitales de la época tenían una capilla. Todavía estaba en pie en 1657 y al menos tenía una capilla, llamada del Espíritu Santo. María Uchoa la citaba en su testamento: «Declaro que tengo unas casas en la calle de Santa Catalina la Vieja, mando que dos cuadros que tengo, el uno de Ntra. Sra. de Concepción y el otro de santa Elena se den a la capilla del Espíritu Santo en la ermita que llaman de Santa Catalina la Vieja». El cabildo catedralicio afirmaba que se había destechado y derruido la ermita el 3 de enero de 1668. Se le dio el nombre de la Vieja por existir ya el convento de monjas de Santa Catalina y así evitar confundirlos.

Lugar donde, probablemente, estuvieron el hospital y la ermita de Santa Catalina la Vieja.

El primitivo convento de Santa Catalina Mártir.
¿Fue la antigua sinagoga judía que citaban los antiguos historiadores? Puede ser, pero no ha debido quedar nada como se ha visto tras los trabajos arqueológicos. Como ejemplo que he citado antes, tenemos la actual capilla de San José de Zafra, antes iglesia de Santa Catalina la Vieja, anteriormente sinagoga judía.
La ermita y hospital de Santa Catalina la Vieja de Badajoz no tienen nada que­­­ ver con el convento de monjas de Santa Catalina, fundado en 1515 en la actual calle Montesinos. En 1592 aparece en un documento notarial el arrendamiento por cuatro años de unas casas a las espaldas del convento por parte de su mayordomo, Gonzalo Díaz Pantoja. Sería con la condición de que el convento las pudiera tomar si quisiese «para edificar iglesia», por lo que la capilla debe ser posterior a esta fecha. Durante las obras de excavación a la que está siendo sometida han aparecido lo que pueden ser restos de la primitiva iglesia. En todo caso esta sería de finales del siglo XVI o principios del XVII.

La iglesia de San Atón y de San Ignacio.
Tras ser abandonado definitivamente el primitivo convento de Santa Catalina por las monjas en 1624, su capilla fue desde 1627 iglesia de San Atón. Allí tenía sede su cofradía hasta al menos el uno junio de 1631: «en la iglesia de señor San Atón, donde de presente se sirve la dicha cofradía, que es la que antiguamente fue de las monjas de Santa Catalina». En 1634 se funda allí el Colegio de Jesuitas, llamado de los padres teatinos, por el licenciado y canónigo penitenciario Alonso Pérez de Vita. El nombre de San Ignacio era por el fundador de la Compañía de Jesús, san Ignacio de Loyola. Aquí se enterró doña Damiana de León y Silva, quien dio nombre a la calle Montesinos en el siglo XVIII y que donó a los jesuitas 400 ducados para la construcción de un retablo para el altar mayor en 1698. También se enterró en este templo el famoso canónigo Juan Solano de Figueroa, autor de la Historia Eclesiástica de Badajoz, en la que fue capilla de San Francisco de Borja. El 12 de septiembre de 1661 donaba al padre Lorenzo de Colonia del Colegio de la Compañía de Jesús todos sus libros: «por el amor que tiene y ha tenido a dicho colegio le hace gracia y donación, para siempre jamás, de una librería con sus libros y estantes y todo lo de ella concerniente que de presente tiene y de todos los demás libros que en adelante tuviere y se hallaren al tiempo de su muerte, para que se ponga en el colegio de esta ciudad sin que se puedan vender, dar, trocar, enajenar ningún libro ni salir de dicho colegio». Se desconoce el paradero de esta importante colección de libros.

Reedificaciones a mediados del siglo XVII. La reina Isabel de Borbón fue patrona del convento.
No debía de estar en muy buen estado la iglesia a mediados del siglo XVII. El 1 de diciembre de 1642, el entonces rector del colegio encargaba a los maestros alarifes Alonso Hernández Manzano, el Viejo, y a su hijo homónimo, alias el Mozo, a acabar de aderezar la iglesia de los jesuitas. Harían la escalera principal para subir al coro; dos escaleras más, una para subir al tejado y otra para bajar a los confesionarios. Tendrían que pintar la iglesia con una mano de cal delgada y blanquear algunas bóvedas. Tendrían que descimbrar el coro y florear la bóveda por abajo, como estaban las demás. Los tres arcos del coro se lucirían y encalarían como el resto, con su moldura, para que quedase lo más uniforme posible y asentarían las barandillas del coro. Tendrían que hacer cuatro tribunas con sus cuatro puertas, solarlas y encalarlas por abajo; enladrillar el coro y encalar sus dos puertas y escudos. Harían dos campanarios (supongo que se refiere a las dos espadañas como hoy tiene) como eran los de la primitiva ermita de San José. También harían un pretil en la azotea con su cornisa entre estos dos campanarios y lucirla hasta el suelo. La fachada de la calle sería encalada y su portada lucida de nuevo. Estas obras se terminarían en el mes de abril de 1643. Sin embargo, la obra interior y el coro bajo sería terminado el 8 de febrero. El importe que se les entregaría a los albañiles por todas estas obras serían 1.250 reales, teniendo los jesuitas que facilitarles todos los materiales y peones necesarios para ello, dos para cada uno, y a medio ducado cada jornal a cada uno.
El 2 de noviembre de 1644 se realizan en su iglesia las honras fúnebres tras la muerte de la reina Isabel de Borbón (fallecida el 6 de octubre pasado), protectora del convento, esposa de Felipe IV. Las mandó oficiar el capitán general del Ejército de Extremadura, el napolitano Carlo Andrea Caracciolo, marqués de Torrecusa. 

Isabel de Borbón, (1602-1644). Retrato de Diego Velázquez, 1625.

El rector del Colegio de Jesuitas pedía licencia al ayuntamiento el 25 de septiembre de 1645 para poder derribar unas casas que habían comprado los jesuitas en la acera de enfrente de la fachada de la iglesia, para alargar la plazuela que ya habían hecho para adorno de ella. Se trata del hueco que se ve en la foto del plano de Estocolmo. Con ello se podría fechar este plano alrededor de 1645, al menos los primeros derribos ya figuran. Esta obra se hacía para dar más vista e intimidad. Ya se había hecho frente a dos palacios importantes de la ciudad, como el de Sebastián Montero de Espinosa, que derribó las casas frente al actual convento de las Descalzas, hoy plaza López de Ayala. El otro era el palacio del mayorazgo de los Fonseca y la Lapilla, en la plaza de Don Pedro de Fonseca, hoy de la Soledad, frente al actual conservatorio. En este plano la iglesia figura por error con el nombre de los Apóstoles, advocación que nunca ha tenido. El rector del Colegio de Jesuitas hacía una petición al rey el 26 de junio de 1654, para pedirle ayuda por la pobreza en la que se encontraban por las guerras con Portugal. Citaba que la fallecida reina Isabel de Borbón fue patrona del colegio. Por ello había un retrato suyo en un cuadro grande sobre el ático de altar mayor. También figuraba su escudo de armas en otros dos cuadros grandes a los lados del retablo mayor.

La nueva capilla es costeada por el duque de San Germán. En 1767 se traslada allí la parroquia de Santa María del Castillo.
El 18 de junio de 1655 se estaban haciendo de nuevo obras en la iglesia del convento, en este caso en la capilla mayor. El rector pedía que el ayuntamiento le prestase la madera para montar los andamios. Esta obra de la nueva capilla mayor fue costeada por el entonces capitán general del Ejército, el napolitano Francisco Tutavila, duque de San Germán. En la ceremonia de inauguración del templo se hizo una procesión y el obispo Diego López de la Vega celebró una misa solemne.
Tras la expulsión de los jesuitas en 1767 por orden de Carlos III, cuyo escudo de armas figura en el frontón de la portada, el templo pasó a llamarse parroquia de Santa María la Real, que se trasladaba desde la iglesia de Santa María del Castillo. Después fue trasladada a la iglesia del desamortizado convento de San Agustín, donde hoy está instalada definitivamente. La fachada de la iglesia no estaba lucida como en la actualidad por aquellos años, sino con falsa cantería, como la catedral o la parroquia de Santa María la Real (San Agustín).  A esto hay que añadir que se le abrió la puerta de la derecha en el siglo XIX y se descentró la original hacia la izquierda. La de la derecha será eliminada tras su restauración.







 



Traslado temporal de las monjas de Santa Catalina a la calle San Juan (hoy ayuntamiento). Volvieron a su antiguo convento por la fuerza.
Tras abandonar el primitivo convento, las monjas se refugiaron temporalmente en las casas que fueron de Jerónimo de Morón, un escultor portugués afincado en Badajoz. El 15 de abril de 1623 las monjas lo abandonan, se trasladan hasta las mencionadas casas de Jerónimo Morón con la intención de fundar allí el convento, como acto de protesta por estar el suyo en muy mal estado. El obispo les obligó a volver a su antiguo convento, a pesar de que pusieron gran resistencia. Las casas donde vivió Morón las compró el escultor el 22 de febrero de 1616 y estaban en el solar que ocupa actualmente el Ayuntamiento de Badajoz. Lo demuestra un documento de 1643 en el que se daba a censo por el canónigo de la catedral Alonso Salgado y su sobrino Bartolomé Salgado, ambos presbíteros, «unas casas principales de morada que dicho doctor Alonso Salgado tiene en esta ciudad, en el campo de San Juan, lindan por una parte con la calle que dicen del Dómine Galindo [actual Donoso Cortés] y casas que fueron del racionero Diego Suárez, y de la otra lindan con casas que fueron de Morón, escultor, que están en la calle que dicen de San Juan». Esto indicaría que la casa que fue de Jerónimo de Morón estaba en la esquina de la calle San Juan, frente al actual edificio de Servicios Económicos del ayuntamiento.  
Doña Blanca de Vargas, priora del convento y las demás monjas declaraban lo siguiente el 15 de abril de 1623: «Que por cuanto el dicho convento compró unas casas en esta ciudad, en la calle de San Juan, de Jerónimo Morón, escultor, que lindan con las casas de Diego de Vergara y casas del doctor Salgado, canónigo de la catedral y otras casas en la calle que dicen de Galindo [actual Donoso Cortés] que lindan con las casas del dicho doctor Salgado. Y habiéndose ido a ellas juntamente con otras veintitrés monjas del dicho convento para fundar allí su iglesia y convento, llevando como llevaron en procesión el Santísimo Sacramento con su cruz y luces, donde han estado ocho días haciendo los oficios divinos. Y protestaban y protestaron continuar en la dicha vivienda por razón de que el convento de Santa Catalina de esta ciudad, donde han asistido hasta ahora, ser muy enfermo y oscuro y tener, como tiene, muy poca largura. El señor don Pedro Fernández Zorrilla, obispo de este obispado, las ha mandado volver a su [antiguo] convento y cometido la ejecución de ello a don Juan Ezquerra, provisor de este obispado. Aunque ellas lo han querido evitar y resistir para tener en la dicha parte y lugar la dicha su iglesia y convento. Se temen que no les ha de aprovechar y que el dicho señor provisor por fuerza o de grado las ha de sacar de las dichas casas y llevarlas al dicho convento de Santa Catalina. Y SI SE LLEGASEN A RESISTIRSE PODRÍAN SUCEDER MUCHOS ESCÁNDALOS, ALBOROTOS Y MUERTES. Y para remediarlo y que cesen los dichos daños e inconvenientes, desde luego dijeron que apelaban de lo proveído y mandado por el dicho señor obispo para ante Su Santidad. Y si salieren o las sacaren de las dichas casas donde de presente están, es contra su voluntad y por fuerza y por redimir las dichas vejaciones y molestias».
Traslado definitivo de las monjas de Santa Catalina a la calle Obispo San Juan de Ribera.
En 1624 las monjas se trasladan definitivamente desde su primitivo convento, fundado en 1515, a las casas que fueron de los canónigos de la catedral Juan Morquecho Manzanos (antes fueron del racionero de la catedral García Hernández) y Antonio Ramiro Corajo, en la esquina de las actuales calles Hernán Cortés y Obispo San Juan de Ribera. Un documento inédito que publiqué en 2013 fechado el 9 de julio de 1624 cita lo siguiente: «Estando en las casas donde vivía el canónigo Antonio Ramiro Corajo, que están en la calle real nueva [que baja] de la plaza y campo de San Juan al de San Francisco, doña Elvira Becerra, doña Blanca de Vargas, doña Teresa de Vargas, Inés de la Cruz, monjas profesas en el convento de Santa Catalina Mártir de esta ciudad, que allí estaban presentes. Dijeron que por cuanto ellas y las demás monjas de dicho convento, con licencia y permisión del señor don Pedro Fernández Zorrilla, obispo de este obispado, se mudaron de su antiguo convento que tenían en la calle de los Corregidores [actual Soto Mancera] a las casas que fueron del canónigo Juan Morquecho, a donde han comenzado a edificar nuevo convento. Y por ser la dicha casa estrecha y no haber en ella sitio a donde con comodidad y decencia se pueda edificar iglesia, se alargaron y extendieron a la dicha casa donde vivía el dicho canónigo Antonio Ramiro, que está conjunta a la que fue de dicho canónigo Juan Morquecho, con intento de hacer en ella la iglesia de dicho convento, por estar como está, en una de las calles más principales de esta ciudad y a donde con comodidad y decencia se ha de hacer». Resulta curioso que las monjas omiten su paso por la casa de Jerónimo de Morón, quizá para tratar de olvidar los desagradables sucesos que las obligaron a volver a su antiguo convento.

1. Primer convento de Santa Catalina. 2. Segundo convento en la calle San Juan. 3 Definitivo convento en la calle Obispo y Hernán Cortés. 4. Hospital y ermita de Santa Catalina la Vieja.


Panorámica de Badajoz a principios del siglo XIX (muy estilizada). 1. Iglesia de Santiago. 2. Iglesia de Santa María del Castillo. 3. Torre de Espantaperros. 4. Iglesia de la Concepción. 5. Iglesia de Santa María la Real (San Agustín). 6. Catedral. 7. Convento de Santa Catalina. 8. Convento de San Francisco.


Panorámica de Badajoz a finales del siglo XIX. 1. Catedral. 2. Convento de las Descalzas. 3. Convento de Santa Catalina con la torre ya desmochada.
Reedificación del nuevo convento de Santa Catalina Mártir.
Gracias al obispo Juan Marín de Rodezno, el nuevo convento que hacía esquina a las calles Obispo San Juan de Ribera y Hernán Cortés, se rehízo por completo. El 14 de enero de 1702 las monjas citaban: «Decimos que como es notorio de tiempo inmemorial a esta parte hemos vivido con grande descomodidad y estrechez, así para la celebración de los oficios divinos por ocasión de que dicho convento que al presente tenemos, cuando entramos en él, era una casa particular de muy poca vivienda, obligándonos lo referido a que de una sala de ella la aplicásemos para iglesia, porque aunque nuestros ánimos se querían alentar a la fábrica de un convento e iglesia decentes, no se ha podido conseguir por la pobreza y falta de medios en que nos hallamos. Y habiéndose dicho ilustrísimo señor enterándose de esta verdad, y reconocido lo que va expresado, sin solicitud ni diligencia nuestra, a honra y gloria de Dios, nuestro Señor, lo mucho que le agrada el lucimiento de los templos para celebrar con autoridad y devoción sus santos oficios, se movió con gran celo y ardiente caridad a fabricar de nuevo en dicho convento una suntuosa iglesia, presbiterio, sacristía, coro y torre. Como habrá año y medio, poco más o menos, lo pasó a ejecución, y siendo lo primero el derribar la torre y sacristía que tenía por estar todo ello amenazando ruina». Por todo ello, el mencionado obispo fue nombrado patrono del convento este mismo día, con la obligación de celebrar dos aniversarios perpetuamente, uno el día de san Juan Evangelista y otro el día de santa Ana. Además debería celebrar una misa cantada cada año el día en que se colocase por primera vez el Santísimo Sacramento en la iglesia una vez terminada la obra. Este convento fue desamortizado en el siglo XIX y reconvertido en Instituto General y Técnico, luego rebautizado como Bárbara de Braganza. Hoy es parte de la sede de la Diputación de Badajoz.




Restos del convento de Santa Catalina, luego Instituto Bárbara de Braganza.


Restos del altar mayor donde estaba el retablo.
Venta del antiguo convento e iglesia de los jesuitas tras su desamortización. Estaba en estado de ruina. Pudo ser la capilla de la Congregación de San Felipe Neri.
Anteriormente, el 7 de marzo de 1810, el Ayuntamiento de Badajoz donaba una casa anexa a la entonces parroquia de Santa María la Real a la junta de devotos de San Felipe Neri, como representantes de la futura congregación del mismo. Esta casa hoy es sede de la Concejalía de Cultura del Ayuntamiento de Badajoz. Se establecerían una serie de condiciones después de la cesión, entre ellas, que el ayuntamiento, como patrono de la congregación, pudiese colocar su escudo de armas en la fachada de la casa o en la de la iglesia. No se llegó a fundar la congregación, pasando la propiedad de la casa de nuevo al ayuntamiento. El vicario general de la diócesis vendía el 3 de diciembre de 1834 esta parte del edificio que perteneció al Colegio de Jesuitas, que hacía esquina a la actual plaza de Santa María y a la calle Soto Mancera. Incluiría la casa cedida para la Congregación de San Felipe Neri. El inmueble, que los documentos llaman «edificio ruinoso», se divide en dos mitades, vendiéndose inicialmente una de ellas al comerciante Manuel de Bartolomé Miranda por 36.240 reales. Se divide de nuevo el edificio y se tasa la parte contigua a la parroquia de Santa María en 17.440 reales y la otra mitad que formaba ángulo a la calle Soto Mancera, con la bodega que tenía incluida, en 14.310 reales. Se saca a pregón las dos partes y solo se vende la parte que hacía esquina a la calle Soto Mancera al mencionado Manuel de Bartolomé por 9.560 reales.


Pinturas murales en el interior del convento. La Inmaculada, un santo jesuita y san Jerónimo.
La iglesia fue vendida el 26 de enero de 1856 al comerciante navarro Benito Rincón Nahori por 31.505 reales, pagados en quince años y catorce plazos. Tenía una superficie de 442 metros cuadrados, formada por una nave central con bóveda de cañón con su presbiterio. El coro, formado por un arco carpanel, se encuentra en mal estado de conservación, aunque todavía quedan restos de vigas de madera. A la izquierda de la nave tiene una capilla llamada de Ntra. Señora del Carmen (donde tuvo sede la cofradía) y a la derecha otras dos, entre ellas la de San Francisco de Borja, con comunicación a la sacristía. El 29 de agosto de 1863 Benito arrendaba el edificio al Estado y Cuerpo de Administración Militar durante ocho años, por 1.900 reales cada uno de ellos. Lindaba por la derecha con el edificio que fuera parte del convento, hoy sede de la Concejalía de Cultura del ayuntamiento. Entonces era una casa con el número 38, que pertenecía a Antonia Carbonell Segura, esposa de Eusebio Donoso Cortés, alcalde de Badajoz en 1852. Por la izquierda lindaba con una casa-bodega, propiedad también de Benito Rincón, que hacía esquina a la calle Encarnación, donde hoy está el semillero de empresas.




Detalles del claustro.
Notas:
    (1)  GUERRA GUERRA, Arcadio. Recapitulación histórica de los hospitales de Badajoz. Revista de Estudios Extremeños, Tomo XV, n. 3, septiembre-diciembre de 1959. Pág. 644. 
(2)   LÓPEZ, Benigno, alias Perra Chica. Callejero y guía histórica. Año 1964. Pág. 32. GONZÁLEZ RODRÍGUEZ, Alberto. Badajoz, piedra y tiempo, calles con historias. Año 2003. Pág. 197. 
(3)    El nombre de la Brecha proviene de los daños que se produjeron en el baluarte de San Pedro en el asedio que sufrió Badajoz en 1705 y no el de 1811, como cita algún autor. Cfr.: LÓPEZ, Benigno, Callejero… Pág. 35.

miércoles, 17 de enero de 2018

11. El barrio de San Salvador o de Santa Catalina la Vieja (el Campillo).

11.

El barrio de San Salvador o de Santa Catalina la Vieja (el Campillo). Sus calles, mesones, cuarteles, hornos y personajes importantes. 

(Parte I)

© Pedro Castellanos
17 de enero de 2018

El barrio de San Salvador se encontraba en torno a la mencionada iglesia, ya desaparecida, que estuvo en el lugar que ocupa la actual puerta de Mérida. Se cree que el origen de este barrio era el antiguo arrabal oriental musulmán. La zona donde se encontraba el hospital de Santa Catalina era conocida como el barrio de San Salvador, pero hasta que lo publiqué en 2014 se desconocía que también se la llamaba barrio de Santa Catalina la Vieja. Un documento de 1817 sobre la Hermandad de San Nicolás de Tolentino y Ánimas del Purgatorio del convento de San Agustín cita el otro nombre por el que era conocido el barrio: «Con motivo de la fortificación de esta plaza, en el año 1689 fue demolido el barrio de Santa Catalina la Vieja, en el que tenía esta ilustre hermandad una casa que le había donado Isabel González, la Espantarratas». Se refiere a que con la construcción de la nueva muralla abaluartada, que sustituía a la medieval, fue demolido casi por completo este barrio.

1. Iglesia y hospital de San Andrés, luego de la Concepción. 2. Torre de Espantaperros. 3. Iglesia de Santa María del Castillo. 4. Puerta del Alpéndiz. 5 Primitiva puerta de Mérida. Pintura de Luis Mangas de la acuarela original de Pier Maria Baldi, siglo XVII.

El barrio estaba formado por dos calles principales que lo atravesaban de este a oeste y que partían desde la primitiva puerta de Mérida, junto al arroyo Rivillas. La primera de ellas, según algunos autores, se llamaba de Almaraz, de los Baños o de los Romeros. Es un error, yo he localizado en 1645 la «calle de Almaraz, que llaman del Gorrero», que es la actual Sepúlveda; los otros dos nombres corresponden a otra distinta. El verdadero nombre de esta primera calle, o uno de ellos, era desconocido hasta que lo publiqué en 2014. En 1639 se la llamaba «calle que dicen de Lope de Hoces, bajando de las esquinas del Peso de la Harina para la puerta de Mérida». Tengo un documento de 1604 que cita una casa «al sitio del Peso de la Harina, en la calle que baja de las esquinas de Lope de Hoces para la puerta de Mérida». Todavía en 1714, una vez retranqueada la muralla, se la llamaba «calle de Francisco de Hoces, que va del mesón del Rincón a la puerta de Mérida». La segunda calle, que partía desde la puerta Mérida e iba hasta el hospital de la Concepción, es la actual calle Jarilla. Esta calle podría ser la llamada en 1563 como «Nueva de los Hortelanos», y sería una ampliación del barrio hacia el sur. En el siglo XVII y XVIII se redujo a calle Nueva.

Foto 2.  Barrio de San Salvador o de Santa Catalina la Vieja. Entre 1645-50.
1. Calle de Lope de Hoces o de Francisco de Hoces. 2. Calle de los Baños o de los Romeros, hoy Costanilla. 3. Plazuela del Pósito de la Harina o del Reloj. 4. Iglesia de San Salvador. 5. Posible calle Nueva de los Hortelanos, actual Jarilla. 6. Lugar donde debió estar el Portillo de Romero. 7. Mesón de Baltanás o del Vino. 8. Primitiva puerta de Mérida de la muralla medieval.
El mesón de la Estrella.
Ya existía en 1552 y se trata de uno de los más antiguos mesones que hubo en la ciudad. En 1631 estaba «en la calle arriba de la Costanilla». Se arruinó en el sitio de Badajoz de 1705 y se cita que «por haberle caído una bomba cuando el sitio de esta plaza y estaba lleno de inmundicia, fue necesario tapiar las bocacalles por la parte de arriba y la que sale a la de la Concepción Alta». Su nuevo propietario, Juan Piñero, lo adquirió en 1718 y propuso al ayuntamiento construir dos casas sobre él y lo cita como «un solar de casa grande, todo arruinado, sin techo alguno, tan solo unos paredones de tierra con diferentes portados de ladrillo y una escalera». Los capellanes del coro de la Catedral de Badajoz reclamaban sobre él un censo perpetuo de 115 reales y 17 maravedíes. En 1552, Juana Martín, esposa de Diego Hernández Cepas y su suegra, María Álvarez, hicieron donación de esta casa a María González Peinada. Esta última dejó esta casa a los capellanes del coro para fundar una capellanía. En 1576 se lo daban a censo al hortelano Miguel Pérez, y se cita que estaba en una plazuela junto a las casas de Francisco de Hoces. El caso es que se acaba dando la razón a los capellanes en 1719.
La desaparecida calle de Viveros. La calle y mesón del Rincón.
Desde el solar utilizado como aparcamiento frente a la torre de Espantaperros partía una calle, ya desaparecida, que se pretende recuperar, que aparece tapiada en el plano de José de Gabriel de 1803 y que había sido cegada en 1714. Era la llamada en 1774 «calleja del Mesón del Rincón, calleja que se nombra de Viveros». Gabriel Martel pedía permiso al ayuntamiento en 1779 para construir una casa en su solar y lo cita así: «Una casa que en tiempos antiguos fue de don Alonso de Viveros, que por un lado cae a la calle de la Concepción Alta [hoy calle San Lorenzo] y por otro al Toril, que está tapiada por el resguardo de toda aquella vecindad, pues era calleja, suplica que le aiga [sic] de conceder licencia, tomando de dicha calleja tapiada el territorio que le acomode».
El mesón del Rincón estaba en este solar y casi haciendo esquina a la calle Cerrajería (hoy El Brocense), formando un rincón, de ahí su nombre. Juana Gómez, su propietaria en 1576, lo arrendaba a Garci Pérez Cancho, vecino de Fregenal de la Sierra por 6 años, a 36 ducados cada uno de ellos. En 1632 el mesonero José García se lo dejaba a Guillermo Hernández de Tobar, vecino de Talavera la Real y lo cita así: «unas casas-mesón que llaman el mesón del Rincón, en esta ciudad, cerca de la plaza de ella, con carga de 44 ducados de censo perpetuo que se pagan en cada un año». En 1639 lo ocupaba Jerónimo Sánchez Gil y hacía un reconocimiento de censo perpetuo de este edificio: «que yo tengo una casa-mesón en esta ciudad, que dicen el mesón del Rincón, como sucesor en el vínculo que instituyó y fundó Cristóbal Martín, Perulero, mi tío difunto, que las dichas casas mesón lindan de una parte con casas de Alonso Sánchez, de Gonzalo Esteban y con la calleja que baja para el hospital del Ntra. Sra. de Concepción». La casa que fue el mesón del Rincón, nº 4 de la plazuela del Reloj, fue vendida por Juana Pérez Guerrero en 1855 a José Cabezas por 2.500 reales.

(Foto 3). 1. Torre del Reloj o de Espantaperros. 2. Peso de la Harina o el Pósito, hoy llamado La Galera. 3. Matadero. 4. Puerta de Mérida actual. 5. Antigua parroquia y hospital de San Andrés o de la Concepción. 6. Posible plazoleta de la Costanilla y solar del antiguo mesón de la Estrella. 7. Pajares del Rey o Casa de Meca. 8. Mesón del Rincón. 9. Calle del Mesón del Rincón o de Viveros. 10. Antigua plazoleta de Carvallo. 11. Calle de Lope o Francisco de Hoces. Año 1803.

La calleja del Cuartelillo. El mesón de Baltanás, del Vino o de Barquero.
Hasta que lo publiqué en 2014, se desconocía el nombre que antiguamente tuvo una calle muy estrecha que baja desde la calle San Lorenzo a la de Concepción Arenal, actualmente innominada. En 1822 se la llamaba «calleja del Cuartelillo», debido al cuartel de caballería que existió en esa calle, llamado del Vino. El primitivo nombre de este mesón fue de Baltanás, a veces deformado como Patanás. Proviene de su propietario en 1587, el mesonero Jorge Hernández Baltanás. En 1629 lo habitaba Gonzalo Hernández Zambrano y se menciona que estaba en la calle Alta de la Concepción (foto 2 nº 7). Lindaba por una parte con casas de doña Mencía de la Rocha, mujer de Juan de Alvarado, y con la calleja que iba de la calle Alta a la calle Baja de la Concepción. Su propietario en 1663, el mesonero Francisco García Barquero, lo vendía por 300 ducados a Juan Gutiérrez y lo cita así: «unas casas-mesón que dicho Francisco García tiene en esta ciudad, que es el mesón que dicen de Batanás [sic] y del Vino, que está en la calle del hospital e iglesia que dicen de Ntra. Sra. de la Concepción, en la calle Alta de dicho hospital». Esta iglesia de la Concepción se llamó también de Ntra. de la Paz. Era contigua al hospital de San Andrés, luego llamado de la Concepción. Tras ser desamortizado, la parroquia se trasladó a la que fue iglesia del convento de San Gabriel, que luego ocuparon los jesuitas de la calle San Juan. El antiguo hospital y parroquia lo ocuparon las monjas trinitarias, tras abandonar su convento de la calle San Pedro del Alcántara.
El cuartel del Vino o de Voluntarios (el Cuartelillo).
Se sabe que el mesón del Vino era en 1750 un cuartel de caballería y estaba en la calle Baja de la Concepción, hoy Concepción Arenal. Tengo copia de un documento de 1779 donde se menciona una casa en la calle Baja de la Concepción «frente del cuartel de los Voluntarios», que hacía esquina a la calle Curuñeros, actual Benegas. El cuartel del Vino ya estaba arruinado el 4 de agosto de 1807, fecha en la que se vendía la casa contigua. Antonio Abad Álvarez la vendía a Mateo Delgado y su mujer por 800 reales, describiéndola así: «que linda por la derecha, entrando en ella, con casa de don José Crispín González Orduña, y por la izquierda con el cuartel de caballería arruinado que forma esquina para la callejuela que va a salir a la calle Alta de Concepción». El mesón debió extenderse hacia la calle Concepción Arenal. En 1822 el Ayuntamiento de Badajoz lo vendía a José Prieto por 7.000 reales y lo cita como «el Cuartelillo». Algo se temería y José Prieto lo vende el 11 de diciembre del mismo año a Alonso Matamoros por la misma cantidad. En 1824 se declaraba nula la venta. Alonso Matamoros explicaba que el solar estaba siendo utilizado como vertedero y «de abrigo de inmoralidades», y que de él había sacado 11.000 cargas de ripios que le habían costado casi 4.000 reales. Además había gastado más de 30.000 reales en la fábrica de cuatro casas, de las cuales una estaba terminada y las otras a medio terminar. El ayuntamiento se apoderó de las cuatro casas y Alonso Matamoros pedía la anulación de esta orden junto con el anterior propietario, José Prieto, que se comprometieron a abonar otros 2.000 reales más en que fue tasado el edificio después. El ayuntamiento escrituraba la venta definitiva del Cuartelillo a Alonso Matamoros en 1824.

(Foto 4). Las cuatro casas que construyó Alonso Matamoros en 1824. La primera de ellas fue antes el cuartel del Vino. A la izquierda está la calleja del Cuartelillo, actualmente innominada, que baja de la calle San Lorenzo a la de Concepción Arenal.

El Portillo de Romero. La calle de la Costanilla o de Romero.
Este portillo podría haber sido una pequeña puerta de un recinto amurallado antiguo, situada en la confluencia de las calles de San Lorenzo, Costanilla y Concepción Arenal, que desembocan en la actual Eugenio Hermoso. Tengo copia de varios documentos de 1575 donde se cita la «calle del Licenciado Romero» y en 1665 la «calle de los Romeros», que debe ser la misma. El nombre del portillo aparece en 1608 en otro documento donde se citan unas casas «a la calle del Caño de Delgado, a la esquina que va al Portillo del Licenciado Romero»He descubierto que la actual calle Costanilla era la calle de Romero. Así aparece en un documento de 1606, donde se cita la «calle de la Costanilla, que dicen la calle de Romero». El nombre de Baños sería por haber vivido allí algún linaje con este apellido, más que por la existencia de aguas termales. En la obra de Arcadio Guerra Recapitulación histórica de los hospitales de Badajoz se cita una casa en 1538 en la «calle de los Romeros, antes de Baños, junto al Portillo, que lindan por las espaldas con corrales del hospital de Santa Catalina»El licenciado Rodrigo Romero era abogado de los Reales Consejos. El Archivo de la Diputación de Badajoz conserva un documento fechado en 1538, citándose unas casas en la «calle de los Romeros, antes de Baños, junto al Portillo». Como ya dije en 2013 (1)  este hospital estuvo en la calle del Campillo, dando sus corrales a la de Costanilla.
Otro documento nos indica el lugar donde estuvo el Portillo de Romero y está fechado en 1614. En él Pedro Sardiña dejaba su mujer, Violante Rodríguez, «las casas de nuestra morada, que están en esta ciudad, a las esquinas de las dos calles que dicen, la una calle Alta y la otra calle Baja del Hospital de la Concisión [sic], yendo hacia el Portillo de Romero». Este documento nos señala que desde la casa donde vivió este matrimonio, en el chaflán (hoy solar) que hacen las actuales calles San Lorenzo y Concepción Arenal, se bajaba hacia el Portillo de Romero, que estaría al final de la actual Costanilla. Así lo parece indicar en un documento fechado en 1630, donde Pedro Sánchez citaba «unas casas que yo tengo en esta ciudad, junto al Portillo, en la calle que llaman del Campillo». Otro documento que tengo de 1665 cita la «calle y portillo que dicen de la calle Baja del hospital de Ntra. Sra. de la Concepción», lo que indicaría que este portillo estaba, seguramente, al final de la actual calle Concepción Arenal. En 2017 se hicieron obras de excavación de un solar que da a la calle San Lorenzo y Concepción Arenal, colindante con el solar que fue antiguamente Escuela Municipal de Música. Apareció un bloque de granito de gran tamaño. Se trata de una quicialera, reutilizada, y está tallada por tres caras. Es posible que perteneciera a este portillo y se reutilizase en la vivienda derribada, pues es demasiado grande como para una puerta de una vivienda.


Los Pajares del Rey o Casa de Meca.
Parece ser que en esta casa se refugiaban los antiguos musulmanes tras la reconquista cristiana. La revista El Águila Extremeña del 20 de julio de 1899 citaba que en 1523 «no olvidando a la ciudad de Badajoz, volvió a ella en servicio del emperador, atendiendo a convertir a la religión cristiana a los moros que aún había en la plaza, tanto procedentes de la reconquista, como de los asilados en la Casa de la Meca. A las personas convertidas se les dio su apellido Manrique». Se refiere al obispo de Badajoz Alonso Manrique de Lara (1499–1516). Un poco más abajo de la puerta mudéjar del antiguo hospital de la Concepción, después convento de Trinitarias, existió un edificio conocido en 1802 como «Casa Pajares de la provisión de esta plaza», del que solo he tenido noticias del siglo XIX. El nombre de Casa de Meca lo encuentro por primera vez 1866, cuando se vendía una casa en la calle del Peralillo, que por la izquierda lindaba con «los Pajares del Rey, conocidos por la Casa de Meca». La Casa de Meca fue tasada por el maestro mayor de obras de fortificación Valentín Falcato y luego sacada a subasta pública, rematándose en 1839 a Jerónimo Orduña Patrón por 10.000 reales. No pudo hacer frente al pago del total y traspasó el edificio a Vicente Membrillera, que lo cedió a su vez al interventor militar Jacobo Moreno Salamanca y al teniente de infantería Agustín Galavís. En 1861 se vendía la cuarta parte del edificio, ya solar, que daba hacia las calles de la Costanilla y Jarilla y por su espalda con la calle del Peralillo. El Ayuntamiento de Badajoz propuso en 1888 utilizarla como cárcel, pero se descartó debido al gran desnivel que presentaba. Los últimos datos que tengo de la Casa de Meca son de 1898, cuando Josefa Pulido solicitaba permiso al ayuntamiento para derribarla y construir en ella cinco viviendas para la clase jornalera. Se le concede el permiso, siempre que se ajustara a los planos, ordenanzas municipales y Comisión de Ornato.

El Matadero.
El Matadero más antiguo que se conoce estaba en la parte baja del barrio de San Salvador, junto a la primitiva puerta de Mérida, a orillas del arroyo Rivillas. Una vez retranqueada la muralla, se trasladaría a un terreno situado entre la torre de Espantaperros y la nueva puerta de Mérida. Estuvo en funcionamiento hasta que se construyó uno más moderno junto a la iglesia de Santo Domingo, en la llamada Huerta de Tovar. El Matadero que estaba junto a la nueva puerta de Mérida pertenecía en 1851 a Juan Nepomuceno Ahumada Pineda, un teniente retirado del Ejército, natural de Estepona (Málaga), viudo de Teresa González Orduña. Fue de su propiedad junto a doce casas contiguas hasta 1856, año en el que fallece de cólera morbo asiático en su casa de la calle del Granando, hoy Meléndez Valdés. Murió sin descendencia y sus propiedades pasaron a sus siete sobrinos. El Matadero lo heredó María Concepción Ahumada Arias, natural de Marbella, y fue tasado por el arquitecto municipal Francisco Morales Hernández en 26.338 reales. En el documento se describe cómo era el edificio, que estaba en mal estado de conservación. Estaba formado por un almacén de carnes; un patio con dos galerías enlosadas de piedra; un corral grande; un cuarto para el caballero regidor, que era el que inspeccionaba las carnes; dos corrales pequeños para encierros y chiqueros de las reses mayores; otro corral más pequeño con dos piezas cubiertas para las reses menores y un depósito subterráneo para las aguas fecales. Estaba construido con muros de mampostería y tapias de tierra.
Las plazoletas de Carvallo y Costanilla.
Eran desconocidas hasta que lo publiqué en 2014. La plazoleta de Carvallo estaba frente a la iglesia de la Concepción (foto 3, nº 10). Así se la llamaba en 1817 en la venta de un solar de casa destruida por la Guerra de la Independencia en la calle de la Concepción Alta, hoy calle San Lorenzo. Este solar hacía esquina «a la plazoleta que en lo antiguo llamaban de Carvallo». La otra plaza, llamada de la Costanilla, ya aparece en 1780 al mencionarse una casa en la calle Jarilla, que hacía esquina «a la calle que va a la plazoleta que llaman de la Costanilla». Podría ser el solar frente a la puerta de Mérida donde estuvo el desaparecido mesón de la Estrella. Un documento de 1708 cita una casa en la calle Costanilla que hacía esquina a ella y a la «calleja que va al hospital y parroquia de Ntra. Sra. de la Concepción de esta ciudad [actual calle Peralillo],  que eran dos moradas de casas, la una pequeña, que fue horno de poya, que se decía de Tablero y tenía la puerta en dicha calleja (…) más dos casas en la calle de la Costanilla, que están en una plazoleta que hace dicha calle, enfrente de la dicha calleja y la otra hace rincón en dicha plazoleta y esquina que va al baluarte de la Brecha, que antes era calle de Santa Catalina la Vieja».

Hay que aclarar que la Costanilla, aparte de calle, era la zona cercana a ella, pues me he encontrado en numerosas ocasiones gente que vivía a la Costanilla, en la calle de... 

Continuará.

Notas:
(1) Cfr. Revista Sharia de la Asociación Amigos de Badajoz. Nº 72, octubre de 2013, pág. 4.