Localizado
el san Francisco de Asís que el escultor Francisco Antonio Ruiz Gijón realizó
para Zafra en 1679.
Por su rostro, sería el antecedente del Cristo del Cachorro, ha sido hallado en la ermita de Belén de Zafra (Badajoz).
© Pedro Castellanos
18 de febrero de 2025
Por
la obra del historiador norteamericano Duncan Theobald Kinkead (1), sabemos
que el escultor utrerano Francisco Antonio Ruiz Gijón o Francisco Antonio Gijón
(1653-ca.1720), como él mismo se autodenominaba, realizó una talla de san
Francisco para la villa de Zafra en la entonces provincia de Extremadura. Como
era habitual, las labores de policromía las realizaba el gremio de pintores de
imaginería, doradores o estofadores. En este caso fueron los doradores y
estofadores Domingo Mejía y Luis Nieto por un importe de 800 reales de vellón.
Así aparece en la carta de pago, una vez terminado el trabajo, que se firmó en
Sevilla el 9 de diciembre de 1679:
Sépase como nos, Domingo
Mexía, maestro dorador y estofador, vecino desta ciudad de Sevilla, en Triana,
y Luis Nieto, maestro del dicho oficio, vecino desta ciudad en la collación de
San Martín (…) otorgamos y conosemos que damos carta de pago a Franco
Guijón, maestro escultor, vecino desta ciudad, y a Franco
Rodríguez, ordinario, vecino de la villa de Safra, y a Alonso Rodríguez,
su hermano, vecino de la dicha villa, de ochocientos reales en moneda de vellón
por los mismos en que a toda costa doramos y estofamos una hechura de un san
Franco de escultura, sin peana, que hizo el dicho Franco
Guijón de orden del dicho Alonso Rodríguez (…) en nueve días del mes de
diciembre de mil seiscientos y setenta y nueve…
Como vemos, ya estaba policromada y estofada el 9 de diciembre de 1679, por lo que Francisco Gijón la debió de tener tallada ese mismo año. Hasta ahora no había sido localizada, pues en este contrato no se indica para qué templo iba destinada. Tampoco conocemos el contrato de encargo de la obra, si es que existe, donde puede que lo indicase, aunque podría ser para un particular de una capilla privada. Estoy seguro de que este san Francisco de Asís es el que se encuentra en el retablo del altar mayor de la ermita de Ntra. Sra. de Belén, situada en un bello paraje a las afueras de Zafra. El retablo podría ser obra del tallista, vecino de Zafra, Alonso Rodríguez Lucas. ¿Era ese mismo Alonso Rodríguez el que aparece en la escritura de 1679? Es posible, pues su actividad artística conocida, ya en solitario, comienza en 1670. Quizá por la altura a la que está en el ático del retablo, con la mirada hacia el cielo y por estar en una ermita a las afueras de la localidad ha pasado totalmente desapercibido, incluso por los investigadores de la materia. Esta ermita es muy visitada en la romería del Domingo de Quasimodo, pero la Virgen de Belén se lleva todo el protagonismo.
El
rostro del santo muestra rasgos inequívocos de Gijón, muy alejado de su primera
etapa conocida, como el Nazareno del Alcalá del Río (Sevilla), documentado en
1671. Es probable que con esta obra de Zafra se inicia la más madura y
reconocida. Gijón era un escultor en constante evolución y, como citan otros
autores, con indecisiones artísticas habituales. Casi todos los escultores
tienen distintas etapas donde van mejorando su técnica, lo podemos ver en
muchos casos también con los imagineros actuales, hasta obtener su «impronta»
definitiva.
El
santo de Zafra sería realizado en el año 1679, es decir, casi tres años antes
de firmarse el contrato de la portentosa talla del Cristo de la Expiración, más
conocido como el Cachorro de la ciudad de Sevilla, hecho que ocurrió el 1 de
abril de 1682. La autoría de este crucificado se descubrió en 1930 por un
entonces joven investigador llamado José Hernández Díaz. Por el rostro del san
Francisco creo que sería el antecedente de este crucificado y después de
realizar el llamado Cristo de los Vaqueros de la localidad sevillana de
Castilblanco de los Arroyos (1677). Este último crucificado ha perdido casi
toda su policromía original, a pesar de ello, su rostro no se asemeja demasiado
al Cachorro. Está documentado que en 1678 realizó el san José con el Niño para
la iglesia de San Nicolás de Bari de Sevilla; el santo todavía muestra los ojos
rasgados como otras anteriores. Este enorme parecido del santo de Zafra al
Cachorro es superior incluso al del san Antonio Abad de la Hermandad del
Silencio de Sevilla, realizado por Ruiz Gijón en 1676, imagen que fue titular
del gremio de cordoneros de las redes (2).
Parece bastante claro que, al menos la cabeza del santo de Zafra es obra de Gijón, seguramente realizada en madera de cedro junto a los brazos, con las venas y tendones muy marcados como en el Cristo del Cachorro. El resto del cuerpo parece ser de madera de pino de Flandes, por las vetas y porque se aprecian los numerosos orificios de los ataques de insectos xilófagos. El profesor José Roda Peña afirma que Gijón tuvo algunos aprendices, como Francisco Antonio Palacios, Juan Castellano, José Naranjo, Miguel Jerónimo Terrón, Juan Cardoso de Quirós y Antonio Cardoso de Quirós. Parece que únicamente lograrían una cierta proyección posterior los de José Naranjo y, sobre todo, Antonio (Cardoso) de Quirós (3). Quizá alguno de ellos talló ese cuerpo, que tampoco destaca por su virtuosismo, al menos comparado con el magnífico Simón de Cirene de la hermandad de las Tres Caídas de la iglesia de San Isidoro de la ciudad de Sevilla (1688). Otra posibilidad, creo que remota, es que Ruiz Gijón, tras el éxito de ese san Francisco de 1679, realizase otra de la misma advocación también para Zafra y posterior al Cristo del Cachorro (1682), que es el que conocemos ahora en la ermita de Belén. Eso podría explicar el parecido del rostro del santo al Cachorro, pero no lo veo muy probable.
La leyenda del Cachorro.
Ahora
me pregunto si será cierta esa famosa leyenda del rostro del gitano moribundo
llamado Cachorro y que, supuestamente, Gijón, en un momento de crisis de
inspiración, la plasmó en el Cristo de la Expiración en 1682. Las leyendas no
tienen por qué ser verdaderas, pero forman parte de la memoria colectiva que se
han transmitido por tradición, muchas veces para adornar la vida de un
personaje o lugar. Nadie parece saber su origen, aunque la referencia más
antigua que conozco aparece en un artículo del periodista y escritor sevillano
Rogelio Pérez Olivares. Lo publicó en la revista madrileña «La Esfera» el 27 de
marzo de 1915, es decir, hace 110 años. Dice lo siguiente:
Del caudal de esculturas, que es orgullo de Sevilla, destacan por su mérito y por la pública predilección tres obras maestras: la Virgen de la Esperanza, el Cristo del Gran Poder y el de la Expiración, más conocido por el sobrenombre de «el Cachorro». El remoquete está justificado por una leyenda que, a través de las generaciones, ha llegado hasta nuestro siglo. Oídla: Andaba D. Francisco Ruiz Gijón a vueltas con su obra. El momento terrible de la expiración no se subyugaba a la fantasía creadora. Ni el gesto, ni la contracción, ni la mirada, respondían a lo que buscaba la idea. Reinando en su pensamiento caminaba mohíno por las calles de Triana una tarde de luz y de alegría.
Súbitamente, un clamor
desgarrado conmovió la tranquilidad del barrio. De las calles de los gitanos
nacía el gritar de tragedia que hería los tímpanos como el delgado filo de un
acero.
-¡Han matado al Cachorro! ¡Justicia!- Y las
mujeres se escondían, asustadas y los hombres corrían curiosos al sitio de la
lucha. D. Francisco Ruiz Gijón fue también con la muchedumbre e instintivamente
miró al agonizante. De pronto se abrió paso con violencia, de un salto se
plantó en medio del corro, e inclinándose sobre el cuerpo, casi exánime, fijó en
la cara angustiosa el mirar de sus pupilas.
El «Cachorro» era un
gitano cobrizo y recio. Los fingidos desdenes de una hembra de ojos negros como
los pesares, lo llevaron a la pelea. Se batió bravo, fiero como los hombres de
su raza, pero la punta del cuchillo contrario le buscó el pecho desnudo y por
la herida ancha, como la lanzada de Longinos, se le fue la vida. Ruiz Gijón
recogió inmóvil el último estertor de la horrible agonía.
Al año siguiente, salía en
procesión de la capilla del Patrocinio de Triana el Santísimo Cristo de la
Expiración. La mirada, vuelta al cielo, tiene una expresión indefinible de
angustia y de dolor; los cárdenos labios, contraídos, se fruncen en una mueca
que espanta. Parece que en ellos palpita aún el postrer aliento. Los músculos
del cuello dijéranse atenazados por férreos dedos invisibles y en el pecho
herido de una cuchillada, quiere advertirse la presión de la asfixia. El Cristo
es recio, broncíneo. La cabellera rebelde, se enmaraña sobre el martirio de la
corona de espinas. Visto desde un balcón, el horror de las facciones crispa los
dedos y hace correr por la espalda el calofrío del terror.
Detrás del paso del
Cristo, descalza y penitente, fue por aquellas épocas una mujer joven, de cuyos
ojos como abismos, fluían los raudales del arrepentimiento. Por esta mujer,
gitana y bella, sombría e inquietadora, clavaron una faca aguda en el pecho de
un hombre. Este hombre fue el «Cachorro». Tal es la leyenda.
21 años antes, el 23 de marzo de 1894, aparecía otra rocambolesca historia sobre el origen del nombre del Cachorro. En este caso en el periódico «El Noticiero Sevillano». En el artículo aparece la historia de las cofradías que procesionaban al día siguiente, Viernes Santo. No tiene desperdicio:
Por la tarde. La del Patrocinio. SAGRADA EXPIRACIÓN DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO Y MARÍA SANTÍSIMA DEL PATROCINIO.
Relativa a la hermosa
imagen que figura en el primer paso de esta cofradía conocemos una interesante
tradición inédita que vamos a referir a nuestros lectores:
El monarca D. Felipe II
hallábase en Sevilla reponiéndose de uno de los más fuertes ataques de gota de
que fue preso, había concluido el despacho de su Concejo y había dictado varias
disposiciones de la Corona y completamente solo, con el peso de su enfermedad y
la lobreguez de su carácter, salió del Real Alcázar para dar un paseo por la
ciudad el día…
Acaso aquella fue una de
las tardes en que se sintió más triste y acaso sin quererlo se le iba el
pensamiento a la muerte, a luchar con ideas tenebrosas y abrumadoras. Atravesó
el puente de Triana… ¡quién sabe si iría a buscar caras alegres que le espantaran
del cerebro aquellas fantasmagorías y a probar si con el regocijo del espíritu
se le mitigaban un tanto los dolores del cuerpo!
La real persona quiso
antes que nada orar un instante en la capilla más cercana, en la del
Patrocinio, a la hora de las tinieblas colocóse de rodillas ante un lienzo, que
aún se conserva, en el que veía la imagen de Jesús. Cuando hubo terminado sus
rezos fuese a descansar el ilustre soberano a uno de los asientos de la iglesia
sin quitar la vista de un lienzo, pésima obra de arte, y al pasar por delante
de él uno de los que cuidaban de las imágenes llamólo Felipe II y díjole:
-¿Con qué nombre conocéis
a ese Cristo?-
-Le dicen el Cachorro-
contestó el interrogado.
-En verdad la cara es de
Cachorro- añadió sonriéndose el monarca.
Después de pasados
algunos días de esta ocurrencia llegaba a España traída de Italia por el duque
de Alba y por orden del rey, la magnífica escultura que hará mañana estación y
que tanto se admira por cuantos adoran y comprenden la belleza artística.
Atribúyese dicha imagen
al famoso escultor italiano Miguel Ángel y otros inteligentes sin llegar a
tanto, suponen que se debe a uno de sus más célebres discípulos. Lo que no
puede admitirse de ningún modo es que sea del sevillano Martínez Montañés, como
todavía creen algunas personas.
Hace años la admirable
efigie fue sacada procesionalmente de madrugada y esto sirve de asunto a la
inspiración de Virgilio Mattoni para hacer uno de sus cuadros más bellos y
hermosos.
El segundo paso de la hermandad del Patrocinio representa a la Santísima Virgen, obra del escultor Ramos, hijo de Triana, luciendo rico manto bordado en oro.
Es
una leyenda muy difícil de creer. Felipe II solo estuvo una vez en Sevilla, en
mayo de 1570. Aunque en la leyenda habla de un lienzo, la imagen del Cachorro
data de 1682, hecha en Sevilla por Ruiz Gijón y no traída desde Italia, además de
que Miguel Ángel vivió entre 1475 y 1564. Hay que tener en cuenta que cuando se
escribió este artículo era la época en que todavía se atribuía a Martínez
Montañés la imagen del Gran Poder (se descubrió que era de Juan de Mesa en
1930) o se pensaba que el propio Martínez Montañés era sevillano.
¿Siendo
cierta y anterior la plasmó primero en este santo de Zafra? Es posible. El
santo muestra esa cara de angustia, por el sufrimiento de las cinco llagas de
Cristo que, en éxtasis, recibió en el año 1224; por ello se celebra la fiesta
de la impresión de las llagas el 17 de septiembre. Resulta curioso que los dos
ojos del santo, de cascarón (vidrio pintado al óleo por la cara cóncava
interior), son diferentes como en el Cachorro. El profesor Juan Manuel Miñarro
afirma, sobre el Cachorro, que esto es debido a que el óleo interior del ojo
derecho se ha desprendido, pero no deja de ser sorprendente. La forma de estos
ojos es redondeada en las dos obras, también es similar la forma de los
párpados, las cejas y entrecejo. Otro detalle muy importante, común en las dos,
es la ausencia del vello en la barba desde el labio inferior hasta casi la
barbilla. Detalle que debió tener también el maravilloso Nazareno de Los Santos
de Maimona (Badajoz), quizá pintado posteriormente, del que hablaré después. La
forma de los labios y los dientes superiores son muy similares, aunque
desconozco si son de marfil en el santo, algo desprendidos. La forma de la
nariz, puntiaguda, también es similar, aunque en el de Zafra apenas están
perforados lo orificios nasales. La diferencia más importante es que el san
Francisco tiene el cabello rizado y muy voluminoso, mientras que el del
Cachorro es más lacio en la parte superior, como otras obras atribuidas y
documentadas. El trabajo de talla de la barba del santo, también bífida, se
corresponde al de la barba del Cachorro. Podríamos decir que el san Francisco
de Asís es el Cachorro con el cabello corto.
Comparativa del san Francisco de Asís de Zafra y el Cristo del
Cachorro de Sevilla. Foto: Pedro Castellanos (izquierda) y Antonio Jaén Sánchez
(derecha).
Comparativa de los perfiles del
san Francisco de Asís de Zafra y el Cristo del Cachorro de Sevilla.
El
escultor utrerano tenía tan solo 26 años de edad cuando talló la obra para
Zafra, habiendo obtenido el título de maestro escultor solo seis años antes, en
1673, cuando se comprometió a tallar un Cristo atado a la columna, aunque no
cita para qué lugar (4).
Como vemos en las fotografías, el estado de conservación de la talla del
santo de Zafra no es bueno. Se aprecia la grieta de la mascarilla del rostro,
habitual con el paso del tiempo. Debió de tener lágrimas, hoy perdidas, pues se
aprecia el hueco dejado y los regueros pintados al óleo. La mano izquierda, que
sujeta la cruz, se encuentra muy deteriorada, con varios dedos rotos y mal
ensamblados. La derecha se encuentra en mejor estado, pero con un dedo
fragmentado, mostrando uno de los clavos de cabeza redonda en su llaga, como
los que posee el Cachorro. El hábito está decorado con sencillos motivos
florales con pan de oro, puede que repintados, con muchas pérdidas de la capa
pictórica, que dejan a la vista la madera subyacente y algunas grietas. Ha
perdido casi todo el cordón franciscano que colgaba desde la cintura. Solo
muestra el pie izquierdo adelantado, como otras obras de Gijón. Este pie
muestra importantes ataques de xilófagos y está fragmentado.
Sería
necesaria una escrupulosa restauración que le devuelva su belleza primitiva.
Desconozco si la policromía del rostro y manos es la original, pues parece que
tiene algunos repintes. Habría que hacer un estudio científico a fondo, con
rayos X o TAC, por si hubiera alguna firma o documento en su interior. También
realizarle análisis de los pigmentos, rayos ultravioletas, etc., para saber a
qué época corresponde y si hay repintes. Esta labor de restauración podría
hacerla el Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico, por la segura procedencia
sevillana de la obra, o bien el Centro de Restauración de Bienes Culturales de
la Junta de Extremadura, aunque habría que usar servicios externos de rayos X y
TAC.
Como figura en el contrato del dorado y estofado en 1679, no se incluía la peana en las labores de policromía. Quizá esta se hizo después por algún artesano de la zona de Zafra, o fue reutilizada de otra imagen. De ser suya, debió ser una obra de gran devoción en la localidad, pues en el frente de la peana actual aparece pintada una frase abreviada que dice: «[CON] UN PADRENUESTRO Y UNA AVEMARÍA SE GANA INDULGENCIA PLENARIA». Desconozco si el santo fue hecho para la ermita de Belén. Lo más probable, a falta de documentación, es que proceda del desamortizado convento de frailes extramuros de San Francisco, del que hoy solo queda su torre, o de la antigua enfermería franciscana intramuros, hoy convertida en albergue. Entre otras cosas, porque no tiene sentido pintar esa indulgencia en una obra situada a tanta altura. Además, se aprecia que la hornacina resulta algo pequeña con respecto al tamaño del santo. El retablo barroco está formado por dos cuerpos y tres calles más ático entre columnas salomónicas. Las tallas de este retablo son de distintas épocas y llegarían, quizás, tras las desamortizaciones. En él figura la de san Cristóbal, obra del siglo XVI y que perteneció a la Cofradía de Ntra. Sra. de Belén. Ambos fueron restaurados entre 1749 y 1750 y la Virgen de Belén de nuevo en 1984 y 1988, de forma poco acertada. San José se encuentra en el primer cuerpo, flanqueando a Ntra. Sra. de Belén. En el segundo cuerpo se encuentra el san Francisco de Asís, entre santa Apolonia y el evangelista san Marcos. En el ático se encuentra una talla de una santa sin identificar, puede que santa Bárbara o santa Catalina de Alejandría, muy repintada. El cronista de Zafra, Francisco Croche de Acuña, cita que este retablo fue reformado y dorado en 1915 y que la talla de san Francisco de Asís se encontraba sobre una mesa y no en este retablo (5). El actual camarín de la Virgen de Belén fue fabricado en esa época.
Imagino que tras este encargo del san Francisco de Asís de Zafra llegó el impresionante Nazareno con la cruz a cuestas a la cercana localidad de Los Santos de Maimona, situada a tan solo 5 kilómetros. Juan Manuel Miñarro restauró este Nazareno entre 2003 y 2004, con una pequeña intervención en 2023 y escaneado en 3D. Ya en 2004 lo atribuyó con gran acierto a Ruiz Gijón y lo fecha entre 1680 y 1685. Estoy completamente de acuerdo, pues solo hay que ver la cara del Cachorro y la de los cuatro evangelistas del paso del Cristo de la Expiración de la Hermandad del Museo de Sevilla que también se le atribuyen (1695-1700). Especialmente el rostro de san Marcos, pues el arco de las cejas es idéntico al Nazareno. Personalmente, creo que el Nazareno se realizó entre 1684 y 1685. De momento no se ha encontrado documentación alguna sobre su autoría, pero es innegable la calidad y rasgos comunes a las obras más conocidas de Ruiz Gijón. De hecho, le llaman el Cachorro con la cruz a cuestas. Zafra era una poderosa villa perteneciente al ducado de Feria, famosa por su feria de ganado desde hace siglos, por lo que era fácil que hubiera nobles y personas de muy alto poder adquisitivo para encargar y/o donar estas importantes obras artísticas procedentes de la famosa escuela sevillana.
Nazareno de Los Santos de Maimona (Badajoz).
Se
sabe que Francisco Ruiz Gijón comenzó a formarse con Andrés Cansino en 1669,
pero el maestro falleció en 1670, heredando su taller y casándose con su viuda.
El contrato de formación era de tres años. Juan Agustín Ceán Bermúdez afirmaba
que Gijón se formó con Alonso Martínez, fallecido en Sevilla el 26 de diciembre
de 1668 pero, de momento, no se ha podido demostrar. Por eso se especula que se
formó en el taller de Pedro Roldán, por la gran influencia que vemos en sus
obras, pero tampoco está documentado. En mi opinión, creo que de quien más se
influyó fue de la Roldana. Veo paralelismos entre el Ecce Homo de la Catedral
de Cádiz, obra documentada de la Roldana en 1684, y el de la iglesia de San
Francisco y San Eulogio de Córdoba (atribuida) con el Nazareno de Los Santos de
Maimona (Badajoz). En especial, la forma de los ondulados mechones sobre los
dos hombros y los abultados huesos de la clavícula. También con el mechón de la
sien izquierda. Este Nazareno está realizado en madera de cedro, cabeza y manos,
y el resto de pino de Flandes. Posee unos curiosos ojos de cascarón de color
gris azulado y miel. Miñarro afirmaba en 2004 que su cabello y barba eran de
color rubio y que fueron oscurecidos después. En mi opinión, creo que el color
claro era algún tipo de preparación previa, como podemos ver en la cabeza de
las figuras de José de Arce y las de la Roldana del retablo de la Candelaria de
Zafra o el Cirineo de la iglesia de San Isidoro de Sevilla, obra de Ruiz Gijón.
En las del retablo de Zafra se ha desprendido parte de la policromía de los
cabellos oscuros y debajo aparece ese tono claro. Puede que incluso los
policromadores de ambas obras sean los mismos, o al menos usasen las mismas
técnicas.
Comparativa del Ecce Homo de Cádiz (foto de autor desconocido),
el Nazareno de Los Santos de Maimona y el Ecce Homo de Córdoba.
Comparativa de las manos del Cirineo de Sevilla (1688), el san Francisco de Asís de Zafra (1679) y el Nazareno de Los Santos de Maimona (ca. 1685).
¿Será
Ruiz Gijón el autor de una bella Dolorosa de la capilla del convento de Santa
Clara de Zafra?
Es
posible, por la magnífica calidad de la pieza. No hay muchas obras femeninas
documentadas de Ruiz Gijón y dolorosas creo que ninguna. Es una
obra de madera policromada y estofada y de talla completa. Puede fecharse a
finales del siglo XVII y principios del XVIII, seguramente de escuela
sevillana. No creo que hubiera entonces ningún escultor extremeño conocido
capaz de realizarla. Al menos la técnica y expresión es la misma que usaba Ruiz
Gijón en el santo franciscano. La mirada hacia el cielo; las cejas muy finas;
los ojos de cascarón tras la mascarilla; las lágrimas de cristal con el reguero
al óleo, o la forma de tallar la dentadura superior, que es muy similar a la
del santo. ¿Puede ser obra de la Roldana? No recuerda a ninguna de sus obras
documentadas, pero posee magníficos estofados similares a los del san
Ginés de la Jara de la Roldana, que hoy se conserva en el Museo Paul Getty de
Los Ángeles (Estados Unidos). También la forma ochavada de la peana. Habría que
estudiarla más a fondo, con rayos X o TAC. No veo, en principio, similitudes importantes
a las obras de Pedro Roldán, como la Virgen que se le atribuye en la parroquia
sevillana de la Magdalena, llamada Ntra. Sra. de la Antigua, Siete Dolores y
Compasión, salvo los estofados. Tampoco al estilo de José de Arce o Alonso
Martínez, los escultores más importantes de la escuela sevillana de la época.
![]() |
Comparativa de la dentadura del san Francisco de Asís y la Dolorosa de Zafra.
Notas:
(1) KINKEAD,
Duncan T. Pintores y doradores en Sevilla: 1650-1699. Años 2007 y 2009
(segunda edición revisada). Páginas 343 y 344. Fuente: AHPSe. PP. NN. Sevilla.
Legajo (sig. 623), escribano Bernardo García, oficio 1, 9 de diciembre de 1679,
folio 950.
(2) MARTÍN
MACÍAS, Antonio. El gremio de cordoneros de Sevilla y el escultor Francisco
Antonio Ruiz Gijón. DÁVILA-ARMERO DEL ARENAL, Álvaro. Sobre la imagen de
san Antonio Abad. Boletín «Silencio», nº 128.
(3) RODA PEÑA, José. La escultura sevillana del pleno Barroco y sus protagonistas durante la segunda mitad del siglo XVII. Universidad de Sevilla, 2018. Págs. 264 y 265.
(4) GÁMEZ
MARTÍN, José. Una aportación documental a la obra escultórica de Francisco
Antonio Gijón. Universidad Pablo de Olavide. Revista de Historia del Arte
Atrio, nº 20, año 2014. Fuente: AHPSe. PP. NN. Sevilla. Legajo 606, oficio 1,
12 de septiembre de 1673, fols. 876 y 876 v.
(5) CROCHE
DE ACUÑA, Francisco. Belén de Zafra. Tradición y devoción. Hermandad de
Ntra. Sra. de Belén. Zafra, 1994.
Agradecimientos:
Hermandad del
Cachorro de Sevilla (D. José Luis Aldea Carbajo), Antonio Jaén Sánchez, Fundación Cajasol
de Sevilla.