4.
La verdadera atalaya de la Corchuela de Badajoz conocida como San Gaspar.
© Pedro Castellanos
2 de enero de 2018
Introducción.
No he tenido noticia documental alguna de ella con el nombre de San Gaspar. En toda la documentación que poseo de los siglos XVII, XVIII y XIX se la cita siempre como atalaya de la Corchuela. Puede que vulgarmente se la conociese como San Gaspar, aunque lo más probable es que sea un error que se ha venido arrastrando desde entonces. Se encuentra en un cerro de unos 226,76 metros sobre el nivel del mar, desde donde se divisa perfectamente la localidad portuguesa de Elvas. Sus coordenadas son: latitud: 38º 50´ 46,05" N, longitud 7º 0' 1,70" W. Desde ella se llegaba cruzando los ríos Caya y Guadiana al desaparecido arrabal de Telena, situado a unos cinco kilómetros y medio de la atalaya. Como San Gaspar aparece en el ya conocido plano del sitio de los portugueses a Badajoz en junio de 1658 de la foto siguiente.
No he tenido noticia documental alguna de ella con el nombre de San Gaspar. En toda la documentación que poseo de los siglos XVII, XVIII y XIX se la cita siempre como atalaya de la Corchuela. Puede que vulgarmente se la conociese como San Gaspar, aunque lo más probable es que sea un error que se ha venido arrastrando desde entonces. Se encuentra en un cerro de unos 226,76 metros sobre el nivel del mar, desde donde se divisa perfectamente la localidad portuguesa de Elvas. Sus coordenadas son: latitud: 38º 50´ 46,05" N, longitud 7º 0' 1,70" W. Desde ella se llegaba cruzando los ríos Caya y Guadiana al desaparecido arrabal de Telena, situado a unos cinco kilómetros y medio de la atalaya. Como San Gaspar aparece en el ya conocido plano del sitio de los portugueses a Badajoz en junio de 1658 de la foto siguiente.
Hoy día se conoce como La Corchuela a la zona de la barriada del Corazón de Jesús. Sin embargo, esta antigua dehesa llamada La Corchuela, incluye toda la zona frente a esta barriada y que llegaba hasta el cerro más próximo a la ciudad, que es donde se construyó la atalaya, de la que todavía asoman algunos restos de sus muros. La dehesa terminaba precisamente en este cerro y lindaba con el llamado valle de la Mina, llamado así ya en el siglo XVI y que llega hasta la barriada de Llera. De la mina, de tierra arcillosa, queda muy poco, pues se convirtió no hace muchos años en una escombrera y fue rellenándose casi en su totalidad. Frente al cerro de la Corchuela está el llamando cerro del Viento, mucho más conocido por los pacenses. Este cerro lindaba con el llamado valle de la Coguta, nombre ya olvidado, y que debió llamarse así por un pájaro de este nombre. Supongo que se le pondría por la cantidad de aves de este tipo que habría en la zona, o bien que la propietaria de esos terrenos tuviese el mote de la Coguta. Es un valle situado entre Las Vaguadas, la zona trasera del Cementerio de San Juan Bautista y la barriada de Llera. Entre el cerro de la Corchuela y la cañada de Sancha Brava se encuentra el arroyo de la Higuera (en el plano de 1658 lo llama arroyo de Sancha Brava), que desemboca en el río Guadiana, junto al desparecido vado del Moro.
Los antecedentes de la atalaya.
En el cabildo municipal del 4 abril de 1644 se cita que el
marqués de Torrecusa, capitán general del Ejército Extremadura, comentó al
corregidor que era necesario hacer dos torres de atalaya para seguridad de los
ganados de la ciudad, para que de esta forma el enemigo rebelde portugués no se
los pudiese llevar. El marqués donó para ello 200 ducados. El 11 de mayo de
1645 se propone ir junto al barón de Molinguen, capitán general de la
caballería, junto con el general de la artillería por mandato del marqués de
Leganés para ir a inspeccionar el arrabal de Telena, para que se fortificase, pues
estaba «desmantelado». El motivo era para evitar la entrada del enemigo
portugués. Se cita también: «Y conviene
que luego se haga una atalaya en un cerro que está antes del dicho arrabal,
para seguridad de la gente». El cerro en cuestión era el cerro de la
Corchuela, pues no hay otro montículo tan estratégico de esta altura en toda la
zona.
Construcción
de la atalaya en 1645.
El contrato se hizo el 19 de julio de 1635, pero no debió llevarse a cabo y se vuelve a hacer el 19 de julio de 1645, con algunas variaciones. Comparecían el albañil Alonso Hernández Manzano, el Mozo, su mujer Isabel Jiménez y Francisco Domingo, también albañil, vecino del lugar de Blesa (Teruel) del entonces reino de Aragón, ayudante de ingeniero de la artillería del Ejército de la ciudad de Badajoz. Se trataba de Francisco Domingo y Cueva, quien realizó posteriormente varios planos de la ciudad de Badajoz y sus fortificaciones. Supongo que es el mismo Francisco Domingo y Cueva que en 1668 era alférez mayor del consistorio por medio de su mujer, Leonor Becerra de Moscoso, cargo que pertenecía al mayorazgo de ella por privilegio del Rey. También comparecían el cerrajero Manuel Ramallo y su mujer, Catalina González, como sus fiadores. Se cita que se había pregonado la obra de la atalaya que se iba de hacer en el cerro de la Corchuela, cerca de la ciudad. En ella hicieron postura los mencionados Alonso Hernández Manzano y Francisco Domingo, en 12.500 reales, conforme a un plano de la planta que de ella hicieron. Estuvo a pregón muchos días y no hubo mayor postor, por lo que se remató en ellos. Se haría conforme a las condiciones pactadas, con obligación de dar una fianza de 4.000 reales. Concurrieron ante Ventura de Frías, miembro del Consejo de su Majestad, a quien su excelencia le remitió un memorial que decía que como no se le daban nada más que 2.000 reales para empezar la obra, las fianzas no debían de ser de más cantidad. Alonso Hernández Manzano y Francisco Domingo harían la obra de la atalaya conforme a la planta y sin cambiar cosa alguna, comenzándola con los 2.000 reales que se les daban al contado, sin «alzar mano de ella» sin estar totalmente acabada por 12.000 reales. Gastarían estos 2.000 reales antes de pedir más cantidad, obligando sus personas, bienes y raíces.
La escritura se firma en casa de Manuel Ramallo, siendo
testigos Fernando González Asensio, Blas Lozano y Andrés Fabra, todos vecinos
de Badajoz. Lo firmaron todos, menos Isabel Jiménez y Catalina González, que no
sabían firmar, por lo que firmó un testigo por ellas. El 17 de junio de 1645, el maestre de campo Francisco Cornejo,
caballero de la Orden de Santiago, corregidor de Badajoz, decía que por orden
de su excelencia, el señor marqués de Leganés, capitán general del Ejército, se mandaba construir esta atalaya situada junto al cercado de Mejía,
conforme a la planta y condiciones que estaban hechas, mandando que se
pregonase la obra públicamente. El 9
de julio de 1645, en las esquinas de las Carnicerías Reales, donde hoy está la
iglesia de la Concepción, y en el campo de San Juan (hoy plaza de España), la
pregonaba en altas voces el pregonero Antonio de Coimbra.
Postura de la obra.
El 12 de julio de 1645, en presencia del doctor Pedro
Hurtado de Mendoza, alcalde mayor de la ciudad, ante el escribano, comparecían
Francisco Domingo y Alonso Hernández Manzano e hicieron postura de la obra,
pujando en 12.500 reales, con la condición de que si alguna persona hiciese
rebaja, pagarían 50 ducados. Pedro
Hurtado de Mendoza admitió la puja, mandando que se pregonase y señalase el
remate para el viernes 13 a las cinco de la tarde. El pregón se hace este
12 de julio de 1645 también por Antonio de Coimbra, pero esta vez en la plaza
Pública (plaza Alta), volviéndose a pregonar el día 15. El 16 de julio,
estando también en la plaza Pública, en presencia de Pedro Hurtado y Antonio de
Coimbra, se pregonó varias veces por 12.500 reales y «a la una, a las dos, a las tres», no hubo
quien hiciese rebaja alguna y se les remata a Francisco Domingo y Alonso
Hernández. Fueron testigos de ella los aguaciles (sic) Luis de Bonilla y Luis
Sánchez. Se menciona que una de las condiciones era dar fianza de 4.000 reales
y su excelencia mandó que fuesen 2.000, porque eran los que se recibían de
adelanto. Después se indica que los maestros albañiles Simón Rodríguez,
Bartolomé González y Jorge Lobo, vecinos de Badajoz, habían tenido noticia del
remate de la obra. Ellos quisieron hacer rebaja en beneficio de la Real
Hacienda y querían ver las condiciones y hacer un tanteo, pidiendo suspender el
remate hasta el domingo próximo. Se le darían las condiciones y Pedro Hurtado
lo hizo el 12 de julio de 1645.
Condiciones
que se han de guardar en la fábrica de la atalaya que se ha de hacer en el
cerro de la Atalaya de la Corchuela, junto al cercado de Mejía.
Primera. Se ha de hacer una torre cuadrada de doce pies cada lado en
la parte de adentro. Hasta cuarenta pies en esta forma: los quince primeros de fábrica de dos pies y medio de
gruesa y todo terraplenado y bien batido hasta estos quince pies y la tierra se
sacará en dos pies de hondo igualmente en la plaza alrededor de la misma torre
ocho pies de espacio con el mismo suelo del terreno natural.
Segunda. Se le ha
de hacer al fundamento grueso cuatro pies y hondo otros cuatro más o menos
conforme será necesario para la seguridad de la fábrica y en medio de cada lado
un estribo a la parte de afuera de un pie de grueso y una vara de largo que
enrase con el cimiento.
Tercera. De los
quince pies arriba, los veinticinco que quedan, han de ser de tapias de
hormigón y tierra mezclada, [de] tres partes de hormigón y una de cal, y que
dos días antes se ha de hacer la mezcla de la cal y el hormigón, para que esté
la materia aguada y rendida. Se han de hacer [en] las esquinas rajas de fábrica
[de] una vara de ancho la mayor, y la menor de dos tercias y media, y de los
quince pies arriba, han de ser las tapias gruesas dos pies recubriendo la
fábrica a la parte de adentro, quedando la parte de la parte de afuera de medio
pie de ancho.
Cuarta. Ha de
tener la torre dos suelos, uno sobre el terrapleno y otro en lo alto, sobre una
bóveda de ladrillo. Y estos suelos han de ser de hormigón grueso [de] una
ochava más mezclado en la sazón que se requiere.
En el suelo primero se han de hacer dos cajas de cinco pies de hondo [y] una
vara de ancho, vara y media de largo, con una pared que las divida ambas, con
sus bastidores y puertas de alzapón. En el otro suelo de arriba han de quedar
sobre de él cinco pies de parapeto, y ha de tener también su puerta de alzapón
con su bastidor. Y la bóveda ha de ser puesta en superficie plana por arriba,
ha de ser de ladrillo sobre cuatro muestras de arcos de arista, y ha de tener
este suelo de arriba sus vertientes para cuatro caños que se harán volados los
que se puedan.
Quinta. La torre,
a los quince pies de alto, ha de tener su puerta [de] tres pies de ancha, de
alta cinco, y a los pies del primer plano, se han de dejar en las paredes dos
troneras a cada lado, en la forma que lo demás.
Sexta. Afuera de
la torre, [a] veinte pies, se ha de hacer un recinto cuadrado conforme al
perfil que se le ha dejado. La primer[a] banqueta en el terreno natural,
haciendo por la parte de adonde está una pared gruesa [de] un pie y [de] alta
tres, para que en la misma banqueta puedan hacerse los pesebres para los
caballos que han de tener los repartimientos de fábrica entre uno y otro,
conforme fuere menester y se le dirá en la planta.
Séptima. Este
recinto de afuera ha de tener una trinchera gruesa y alta, conforme al perfil,
y se ha de hacer de tierra buena, que si no la hay en el foso, lo llevará de
afuera. Y esta tierra ha de tener esta mezcla, es a saber: media carga de cal
por cada tapia real de cincuenta y cuatro pies cúbicos, y se ha de dejar la
abertura por la puerta en la parte que se le señalare, alta y ancha como se le
dirá, para que pueda entrar y salir con un caballo grande. Y ha de tener una
puerta que sea puente, de manera que pueda levantándose por la parte de adentro
levantar la abertura de la trinchera y con el encaje de la muralla para que se
ajuste en él, y para esto se le dará la elevación que será necesaria.
Octava. Y todo ha
de correr por cuenta de quien tomare esta obra, así los materiales como
manufactura, conductura de tierra, menos los clavos de la puerta del recinto
susodicho. Y le dará favor y quien le asista con la autoridad necesaria para
que se pueda[n] entregar carros, cabalgaduras,
peones y oficiales. Y se le prestarán dieciséis cajas de cinco espiochas y
cinco palas y sesenta espuertas, dando recibo de ellas, quedando encargado
devolver estos instrumentos en el modo que se le dieron. Y si faltare alguno se
pague. Se le dará a cada maestro de albañil seis reales cada día, uno más de lo
que [texto perdido] por cuenta de su
Majestad. Y a los peones tres reales cada día a cada uno, medio real más [de]
lo que se da en las fortificaciones de la ciudad. Los carros y carretas se
pagarán conforme se han pagado por cuenta de su Majestad en la fortificación.
Novena. Se les
dará a los que tomaren esta obra dándola perfecta conforme las dichas
condiciones doce mil quinientos reales, y se le darán anticipadamente dos mil
reales, y después se le irán dando sucesivamente el otro dinero, conforme irá
haciéndose la obra. Y el que tomare a su cargo esta obra dará fianza de cuatro
mil reales.
Décima. Se le
asistirá con convoy necesario y a buena hora, por la mañana, para que los
[texto ilegible] no pierdan tiempo [y] que se pueda salir a las cuatro de la
mañana o antes de las cinco. Y si habrá alguna desgracia o que el enemigo derribe
partes de la obra o haga [texto ilegible] cualquiera daño, corra por cuenta de
su Majestad, a juicio de dos hombres, uno que se le nombre por parte de su
Majestad, el otro, por parte de quien tomare con la obra.
Al final del documento aparece un auto del 22 de febrero de 1646,
«en razón de la fábrica de la
atalaya de la Corchuela que se cayó, y porque conviene que la cantidad que está
en poder de Juan González Halconero esté inserta en el proceso, ordena su
entrega». El documento está muy deteriorado y borrado, pero da a entender
que parte de la obra hecha se había caído. Supongo que se refiere a otra obra
anterior y que por ello ser volvió a construir, en este caso por los
mencionados Francisco Domingo y Alonso Hernández. El 22 de febrero de 1646 el
cabildo municipal acuerda pagar el arbitrio de 16 maravedíes en cada arroba de
vino para pagar lo que se había gastado en los pesebres y demás obra que se
había hecho en la atalaya. En el cabildo municipal del 7 de diciembre de 1648
se cita que el alcalde mayor dijo que tenía muchos recados del marqués de
Leganés, capitán general del Ejército, para que se reparase la atalaya de la
Corchuela y la de los Rostros. La de la Corchuela necesitaba una estacada y
costaría 250 reales. No cabe duda de que se trata de este cerro en un documento
inédito fechado el 19 de enero de 1844:
Escritura
de venta a censo reservativo del rescalvado de la
atalaya de la Corchuela que otorgan el presidente y comisionados del ilustre
ayuntamiento de esta ciudad a favor de D. Francisco Gómez Membrillera, D.
Gabino Tejado y Juan García Minayo, de esta vecindad.
Comparecía José Carbonell Carbonell, alcalde primero
constitucional de Badajoz y presidente de su ayuntamiento, junto a
varios regidores en virtud del acuerdo del pasado seis de octubre último.
Francisco Gómez Membrillera solicitó al ayuntamiento el 8 de agosto de 1838 que
se le concediese a censo el rescalvado (1) que
llamaban de la Atalaya de la Corchuela, perteneciente a los propios de la
ciudad. Se le acaba concediendo a los tres mencionados y se cita «que se compone de 32 fanegas, el cual da
principio en el camino que de esta ciudad se dirige a la plaza de Olivenza y
viene lindando en la actualidad por la parte que mira al naciente [oriente] y
norte con viñas, olivares y tierras de varios particulares, hasta tocar con el
camino que en el día llaman del Valle de la Mina y Pozo de la Escalera; y por
la parte de medio día [sur] y poniente [oeste] linda con la cañada de Sancha
Brava».
Era libre de censo y se vende por el canon anual de 165
reales, equivalente al capital de 5.500 reales. Francisco Gómez Membrillera
citaba después «que linda con la dehesa
de la Corchuela, con el camino del Pozo de la Escalera, con olivar, tierras y
viñas de varios interesados y con el camino real de Olivenza, parte de cuyo
terreno está poblado de tomillos y retamas, que lo hacen infructífero. Mas
esto, no obstante, me interesa comprar dicho rescalvado a censo reservativo (2) usando de la
facultad concedida por la real orden de 24 de agosto de 1834». La tasación
del terreno se hizo el 4 de septiembre de 1838 por los peritos Antonio Sanz y
Antonio Abad Álvarez. Este rescalvado se componía de las citadas 32 fanegas en
sembradura, 30 de baja calidad, que se tasaban en 160 reales cada una: 5.100
reales de vellón. Las dos fanegas restantes eran de mejor calidad, en 200
reales cada una: 400 reales. Hacían un total de 5.500 reales. Se realizaron
varios pregones de ella y se remata el
22 de mayo de 1842 a las 11 de la mañana en el ayuntamiento, en
presencia del alcalde primero Martín Gabino Rodríguez.
Vista más amplia de la situación de los restos de la
atalaya de la Corchuela.
Posteriormente se realiza la división del terreno. Francisco se reservaba todo el terreno desde la linde de su roza (3) de aquel lugar, línea recta entre oriente y medio día hasta lo alto del cerro más saliente, mirando a las viñas y en cuyo punto y hasta la cúspide del propio cerro se levantaron varios hitos o mojones (de granito), abriendo una línea divisoria hasta el camino del Valle de la Mina o del Pozo de la Escalera. Con este camino y con la nueva cañada quedaba deslindada de oriente a sur. Por poniente lindaba con la propia roza de Gómez Membrillera y un terreno de Gabino. Por el norte lindaba con el olivar llamado de Gamo, que ya era del senador Alejandro Barrantes Moscoso. Tenía un valor de 2.000 reales.
A Gabino Tejado le quedaba una porción de terreno del mismo
rescalvado lindando con el de Gómez Membrillera, situado a la falda de los
cerros de la Atalaya, aguas vertientes a las viñas y olivares. Lindaba por
oriente con la cúspide o loma de los cerros de la Atalaya. Por el sur lindaba
con un terreno que quedaba para Juan García Minayo, en cuya linde se había levantado
la correspondiente mojonera, próxima a la atalaya (o lo quedase de ella). Por
poniente lindaba con los olivares de Josefa Molano y viñas de otros
particulares. Por el norte lindaba con tierras de Sampedriña y el terreno de
Gómez Membrillera. El valor de esta porción era de 500 reales. Por último, el
terreno restante era para Juan García Minayo, desde la linde de Gabino Tejado,
incluida la atalaya, hasta el camino de Olivenza (hoy carretera de Olivenza).
Lindaba por una parte con este camino, con viñas y olivares de distintos
propietarios y el terreno de Gabino Tejado. Por otra parte lindaba con la
cañada antigua de Sancha Brava y con los cerros de la Corchuela, bajo los
vallados y mojoneras que se habían levantado. Esta porción tenía un valor de 3.000
reales. Este Gabino Tejado debe ser el periodista y escritor badajocense
(1819-1891).
Notas:
(1) El rescalvado es una zona como la propia palabra indica, calva, es decir sin apenas vegetación. También zonas amplias de las cañadas donde descansaban los ganados. (2) Un censo reservativo es la cesión del dominio útil de una propiedad inmueble, reservándose el que hace la cesión el derecho a recibir una pensión anual en concepto de reconocimiento del dominio útil de ella, en este caso el Ayuntamiento de Badajoz. (3) Una roza era un terreno ondulado. Los agricultores hacen rozas para remover las raíces de las plantas y también para evitar incendios haciendo cortafuegos.
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