12.
El hospital, la ermita y los tres conventos de Santa Catalina. La ermita pudo ser una sinagoga, como también el primitivo convento.
© Pedro Castellanos
21 de enero de 2018
El hospital de Santa Catalina la Vieja.
El nombre primitivo de la
calle del Campillo se mantuvo tras construirse la nueva muralla abaluartada. En
1744 aparece en algunos documentos como «la calle Santa Catalina la Vieja,
que vulgarmente llaman del Campillo, frente de las murallas» y en 1753 aparece como «la calle Vieja de
Santa Catalina, frente de la brecha».
Plano de Badajoz procedente del Archivo de Estocolmo. C.a. 1645.
1. Torre de Espantaperros o de la Atalaya. 2. Iglesia de San Salvador (desaparecida). 3. Plaza de San Salvador, desde donde partía la calle de los Ronquillos,
de Santa Catalina la Vieja, Campillo y Brecha
hasta la actual calle Concepción Arenal. 4. Antigua puerta de Mérida (desaparecida). 5. Manzana donde, probablemente, estuvo el hospital y la ermita de Santa
Catalina la Vieja (manzana todavía existente).
La ermita de Santa Catalina la
Vieja.
¿Fue antiguamente una sinagoga judía? Seguramente lo fuera antes de la expulsión de los judíos en 1492. Como ejemplo tenemos la actual capilla de San José de Zafra, antes iglesia de Santa Catalina la Vieja, anteriormente sinagoga judía. La desaparecida ermita
probablemente estaba unida al hospital del mismo nombre, pues todos los
hospitales de la época tenían una capilla. Todavía estaba en pie en 1657 y al
menos tenía una capilla, llamada del Espíritu Santo. María Uchoa la citaba en
su testamento: «Declaro que tengo
unas casas en la calle de Santa Catalina la Vieja, mando que dos cuadros que
tengo, el uno de Ntra. Sra. de Concepción y el otro de santa Elena se den a la
capilla del Espíritu Santo en la ermita que llaman de Santa Catalina la Vieja».
El
cabildo catedralicio afirmaba que se había destechado y derruido la ermita el 3
de enero de 1668. Se le dio el nombre de la Vieja por existir ya el convento de
monjas de Santa Catalina y así evitar confundirlos.
Lugar donde, probablemente, estuvieron el hospital y la ermita de Santa Catalina la Vieja.
¿Fue la antigua sinagoga judía que citaban los antiguos historiadores? Puede ser, pero no ha debido quedar nada como se ha visto tras los trabajos arqueológicos. Como ejemplo que he citado antes, tenemos la actual capilla de San José de Zafra, antes iglesia de Santa Catalina la Vieja, anteriormente sinagoga judía.
La ermita y hospital de Santa
Catalina la Vieja de Badajoz no tienen nada que ver con el convento de monjas de Santa
Catalina, fundado en 1515 en la actual
calle Montesinos. En 1592 aparece en un documento notarial el arrendamiento por
cuatro años de unas casas a las espaldas del convento por parte de su mayordomo,
Gonzalo Díaz Pantoja. Sería con la condición de que el convento las pudiera
tomar si quisiese «para edificar iglesia»,
por lo que la capilla debe ser posterior a esta fecha. Durante las obras
de excavación a la que está siendo sometida han aparecido lo que pueden ser
restos de la primitiva iglesia. En todo caso esta sería de finales del
siglo XVI o principios del XVII.
La iglesia de San Atón y de San Ignacio.
Tras
ser abandonado definitivamente el primitivo convento de Santa Catalina por las
monjas en 1624, su capilla fue desde 1627 iglesia de San Atón.
Allí tenía sede su cofradía hasta al menos el uno junio de 1631: «en la
iglesia de señor San Atón, donde de presente se sirve la dicha cofradía, que es
la que antiguamente fue de las monjas de Santa Catalina». En 1634 se funda allí el Colegio de Jesuitas,
llamado de los padres teatinos, por el licenciado y canónigo penitenciario
Alonso Pérez de Vita. El nombre de San Ignacio era por el fundador de la
Compañía de Jesús, san Ignacio de Loyola. Aquí se enterró doña Damiana de León y Silva, quien dio nombre a
la calle Montesinos en el siglo XVIII y que donó a los jesuitas 400 ducados
para la construcción de un retablo para el altar mayor en 1698. También se
enterró en este templo el famoso canónigo Juan Solano de Figueroa, autor de la
Historia Eclesiástica de Badajoz, en la que fue capilla de San Francisco de Borja.
El 12 de septiembre de 1661 donaba al padre Lorenzo de Colonia del Colegio de
la Compañía de Jesús todos sus libros:
«por el amor que tiene y ha tenido a dicho colegio le hace gracia y
donación, para siempre jamás, de una librería con sus libros y estantes y todo
lo de ella concerniente que de presente tiene y de todos los demás libros que
en adelante tuviere y se hallaren al tiempo de su muerte, para que se ponga en
el colegio de esta ciudad sin que se puedan vender, dar, trocar, enajenar ningún
libro ni salir de dicho colegio». Se desconoce el paradero de esta
importante colección de libros.
Reedificaciones a mediados del siglo XVII. La reina
Isabel de Borbón fue patrona del convento.
No debía de estar en muy
buen estado la iglesia a mediados del siglo XVII. El 1 de diciembre de 1642, el
entonces rector del colegio encargaba a los maestros alarifes Alonso Hernández
Manzano, el Viejo, y a su hijo homónimo, alias el Mozo, a acabar de aderezar la
iglesia de los jesuitas. Harían la escalera principal para subir al coro; dos
escaleras más, una para subir al tejado y otra para bajar a los confesionarios.
Tendrían que pintar la iglesia con una mano de cal delgada y blanquear algunas
bóvedas. Tendrían que descimbrar el coro y florear la bóveda por abajo, como
estaban las demás. Los tres arcos del coro se lucirían y encalarían como el
resto, con su moldura, para que quedase lo más uniforme posible y asentarían
las barandillas del coro. Tendrían que hacer cuatro tribunas con sus cuatro
puertas, solarlas y encalarlas por abajo; enladrillar el coro y encalar sus dos
puertas y escudos. Harían dos campanarios (supongo que se refiere a las dos
espadañas como hoy tiene) como eran los de la primitiva ermita de San José.
También harían un pretil en la azotea con su cornisa entre estos dos
campanarios y lucirla hasta el suelo. La fachada de la calle sería encalada y
su portada lucida de nuevo. Estas obras se terminarían en el mes de abril de
1643. Sin embargo, la obra interior y el coro bajo sería terminado el 8 de
febrero. El importe que se les entregaría a los albañiles por todas estas obras
serían 1.250 reales, teniendo los jesuitas que facilitarles todos los
materiales y peones necesarios para ello, dos para cada uno, y a medio ducado
cada jornal a cada uno.
El 2 de noviembre de
1644 se realizan en su iglesia las honras fúnebres tras la muerte de la reina
Isabel de Borbón (fallecida el 6 de octubre pasado), protectora del convento, esposa
de Felipe IV. Las mandó oficiar el capitán general del Ejército de Extremadura,
el napolitano Carlo Andrea Caracciolo, marqués de Torrecusa.
Isabel de Borbón, (1602-1644). Retrato de Diego Velázquez, 1625.
El rector del Colegio de Jesuitas pedía licencia al ayuntamiento el 25 de septiembre de 1645 para poder derribar unas casas que habían comprado los jesuitas en la acera de enfrente de la fachada de la iglesia, para alargar la plazuela que ya habían hecho para adorno de ella. Se trata del hueco que se ve en la foto del plano de Estocolmo. Con ello se podría fechar este plano alrededor de 1645, al menos los primeros derribos ya figuran. Esta obra se hacía para dar más vista e intimidad. Ya se había hecho frente a dos palacios importantes de la ciudad, como el de Sebastián Montero de Espinosa, que derribó las casas frente al actual convento de las Descalzas, hoy plaza López de Ayala. El otro era el palacio del mayorazgo de los Fonseca y la Lapilla, en la plaza de Don Pedro de Fonseca, hoy de la Soledad, frente al actual conservatorio. En este plano la iglesia figura por error con el nombre de los Apóstoles, advocación que nunca ha tenido. El rector del Colegio de Jesuitas hacía una petición al rey el 26 de junio de 1654, para pedirle ayuda por la pobreza en la que se encontraban por las guerras con Portugal. Citaba que la fallecida reina Isabel de Borbón fue patrona del colegio. Por ello había un retrato suyo en un cuadro grande sobre el ático de altar mayor. También figuraba su escudo de armas en otros dos cuadros grandes a los lados del retablo mayor.
La nueva capilla es costeada por el duque de San
Germán. En 1767 se traslada allí la parroquia de Santa María del Castillo.
El 18 de junio de 1655
se estaban haciendo de nuevo obras en la iglesia del convento, en este caso en
la capilla mayor. El rector pedía que el ayuntamiento le prestase la madera
para montar los andamios. Esta obra de la nueva capilla mayor fue costeada por
el entonces capitán general del Ejército, el napolitano Francisco Tutavila,
duque de San Germán. En la ceremonia de inauguración del templo se hizo una
procesión y el obispo Diego López de la Vega celebró una misa solemne.
Tras la expulsión de los jesuitas en 1767 por orden
de Carlos III, cuyo escudo de armas figura en el frontón de la portada, el
templo pasó a llamarse parroquia de Santa María la Real, que se trasladaba
desde la iglesia de Santa María del Castillo. Después fue trasladada a la
iglesia del desamortizado convento de San Agustín, donde hoy está instalada definitivamente. La fachada de la iglesia no estaba lucida como en la
actualidad por aquellos años, sino con falsa cantería, como la catedral o la
parroquia de Santa María la Real (San Agustín). A esto hay que añadir que se le abrió la
puerta de la derecha en el siglo XIX y se descentró la original hacia la
izquierda. La de la derecha será eliminada tras su restauración.
Traslado temporal de las
monjas de Santa Catalina a la calle San Juan (hoy ayuntamiento). Volvieron a su antiguo convento
por la fuerza.
Tras abandonar el primitivo
convento, las monjas se refugiaron temporalmente en las casas que fueron de
Jerónimo de Morón, un escultor portugués afincado en Badajoz. El 15 de abril de
1623 las monjas lo abandonan, se trasladan hasta las mencionadas casas de Jerónimo
Morón con la intención de fundar allí el convento, como acto de protesta por
estar el suyo en muy mal estado. El obispo les obligó a volver a su antiguo convento,
a pesar de que pusieron gran resistencia. Las casas donde vivió Morón las
compró el escultor el 22 de febrero de 1616 y estaban en el solar que ocupa
actualmente el Ayuntamiento de Badajoz. Lo demuestra un documento de 1643 en el
que se daba a censo por el canónigo de la catedral Alonso Salgado y su sobrino
Bartolomé Salgado, ambos presbíteros, «unas
casas principales de morada que dicho doctor Alonso Salgado tiene en esta
ciudad, en el campo de San Juan, lindan por una parte con la calle que dicen
del Dómine Galindo [actual Donoso Cortés] y casas que fueron del racionero
Diego Suárez, y de la otra lindan con casas que fueron de Morón, escultor, que
están en la calle que dicen de San Juan». Esto indicaría que la casa que
fue de Jerónimo de Morón estaba en la esquina de la calle San Juan, frente al
actual edificio de Servicios Económicos del ayuntamiento.
Doña Blanca de Vargas, priora
del convento y las demás monjas declaraban lo siguiente el 15 de abril de 1623: «Que
por cuanto el dicho convento compró unas casas en esta ciudad, en la calle de
San Juan, de Jerónimo Morón, escultor, que lindan con las casas de Diego de
Vergara y casas del doctor Salgado, canónigo de la catedral y otras casas en la
calle que dicen de Galindo [actual Donoso Cortés] que lindan con las casas del
dicho doctor Salgado. Y habiéndose ido a ellas juntamente con otras veintitrés
monjas del dicho convento para fundar allí su iglesia y convento, llevando como
llevaron en procesión el Santísimo Sacramento con su cruz y luces, donde han
estado ocho días haciendo los oficios divinos. Y protestaban y protestaron
continuar en la dicha vivienda por razón de que el convento de Santa Catalina
de esta ciudad, donde han asistido hasta ahora, ser muy enfermo y oscuro y
tener, como tiene, muy poca largura. El señor don Pedro Fernández Zorrilla, obispo
de este obispado, las ha mandado volver a su [antiguo] convento y cometido la
ejecución de ello a don Juan Ezquerra, provisor de este obispado. Aunque ellas
lo han querido evitar y resistir para tener en la dicha parte y lugar la dicha
su iglesia y convento. Se temen que no les ha de aprovechar y que el dicho señor
provisor por fuerza o de grado las ha de sacar de las dichas casas y llevarlas
al dicho convento de Santa Catalina. Y SI SE LLEGASEN A RESISTIRSE PODRÍAN
SUCEDER MUCHOS ESCÁNDALOS, ALBOROTOS Y MUERTES. Y para remediarlo y que cesen
los dichos daños e inconvenientes, desde luego dijeron que apelaban de lo
proveído y mandado por el dicho señor obispo para ante Su Santidad. Y si
salieren o las sacaren de las dichas casas donde de presente están, es contra
su voluntad y por fuerza y por redimir las dichas vejaciones y molestias».
Traslado definitivo de las
monjas de Santa Catalina a la calle Obispo San Juan de Ribera.
En 1624 las monjas se
trasladan definitivamente desde su primitivo convento, fundado en 1515, a las
casas que fueron de los canónigos de la catedral Juan Morquecho Manzanos (antes fueron
del racionero de la catedral García Hernández) y Antonio Ramiro Corajo, en la
esquina de las actuales calles Hernán Cortés y Obispo San Juan de Ribera. Un
documento inédito que publiqué en 2013 fechado el 9 de julio de 1624 cita lo
siguiente: «Estando en las casas
donde vivía el canónigo Antonio Ramiro Corajo, que están en la calle real nueva
[que baja] de la plaza y campo de San Juan al de San Francisco, doña Elvira
Becerra, doña Blanca de Vargas, doña Teresa de Vargas, Inés de la Cruz, monjas
profesas en el convento de Santa Catalina Mártir de esta ciudad, que allí
estaban presentes. Dijeron que por cuanto ellas y las demás monjas de dicho
convento, con licencia y permisión del señor don Pedro Fernández Zorrilla, obispo
de este obispado, se mudaron de su antiguo convento que tenían en la calle de
los Corregidores [actual Soto Mancera] a las casas que fueron del canónigo Juan
Morquecho, a donde han comenzado a edificar nuevo convento. Y por ser la dicha
casa estrecha y no haber en ella sitio a donde con comodidad y decencia se
pueda edificar iglesia, se alargaron y extendieron a la dicha casa donde vivía
el dicho canónigo Antonio Ramiro, que está conjunta a la que fue de dicho
canónigo Juan Morquecho, con intento de hacer en ella la iglesia de dicho
convento, por estar como está, en una de las calles más principales de esta
ciudad y a donde con comodidad y decencia se ha de hacer». Resulta
curioso que las monjas omiten su paso por la casa de Jerónimo de Morón, quizá
para tratar de olvidar los desagradables sucesos que las obligaron a volver a
su antiguo convento.
1. Primer convento de Santa Catalina. 2. Segundo convento en la calle San Juan. 3 Definitivo convento en la calle Obispo y Hernán Cortés. 4. Hospital y ermita de Santa Catalina la Vieja.
Panorámica de Badajoz a principios del siglo XIX (muy estilizada). 1. Iglesia de Santiago. 2. Iglesia de Santa María del Castillo. 3. Torre de Espantaperros. 4. Iglesia de la Concepción. 5. Iglesia de Santa María la Real (San Agustín). 6. Catedral. 7. Convento de Santa Catalina. 8. Convento de San Francisco.
Panorámica de Badajoz a finales del siglo XIX. 1. Catedral. 2. Convento de las Descalzas. 3. Convento de Santa Catalina con la torre ya desmochada.
Panorámica de Badajoz a principios del siglo XIX (muy estilizada). 1. Iglesia de Santiago. 2. Iglesia de Santa María del Castillo. 3. Torre de Espantaperros. 4. Iglesia de la Concepción. 5. Iglesia de Santa María la Real (San Agustín). 6. Catedral. 7. Convento de Santa Catalina. 8. Convento de San Francisco.
Panorámica de Badajoz a finales del siglo XIX. 1. Catedral. 2. Convento de las Descalzas. 3. Convento de Santa Catalina con la torre ya desmochada.
Reedificación del nuevo convento de Santa Catalina Mártir.
Gracias al obispo Juan Marín
de Rodezno, el nuevo convento que hacía esquina a las calles Obispo San Juan de
Ribera y Hernán Cortés, se rehízo por completo. El 14 de enero de 1702 las monjas
citaban: «Decimos que como es notorio de tiempo inmemorial a esta parte hemos
vivido con grande descomodidad y estrechez, así para la celebración de los
oficios divinos por ocasión de que dicho convento que al presente tenemos,
cuando entramos en él, era una casa particular de muy poca vivienda,
obligándonos lo referido a que de una sala de ella la aplicásemos para iglesia,
porque aunque nuestros ánimos se querían alentar a la fábrica de un convento e
iglesia decentes, no se ha podido conseguir por la pobreza y falta de medios en
que nos hallamos. Y habiéndose dicho
ilustrísimo señor enterándose de esta verdad, y reconocido lo que va expresado,
sin solicitud ni diligencia nuestra, a honra y gloria de Dios, nuestro Señor,
lo mucho que le agrada el lucimiento de los templos para celebrar con autoridad
y devoción sus santos oficios, se movió con gran celo y ardiente caridad a
fabricar de nuevo en dicho convento una suntuosa iglesia, presbiterio, sacristía,
coro y torre. Como habrá año y medio, poco más o menos, lo pasó a ejecución, y
siendo lo primero el derribar la torre y sacristía que tenía por estar todo
ello amenazando ruina». Por todo ello, el mencionado obispo fue nombrado patrono del
convento este mismo día, con la obligación de celebrar dos aniversarios
perpetuamente, uno el día de san Juan Evangelista y otro el día de santa Ana. Además
debería celebrar una misa cantada cada año el día en que se colocase por
primera vez el Santísimo Sacramento en la iglesia una vez terminada la obra. Este
convento fue desamortizado en el siglo XIX y reconvertido en Instituto General
y Técnico, luego rebautizado como Bárbara de Braganza. Hoy es parte de la sede de
la Diputación de Badajoz.
Restos del convento de Santa Catalina, luego Instituto Bárbara de Braganza.
Restos del altar mayor donde estaba el retablo.
Venta
del antiguo convento e iglesia de los jesuitas tras su desamortización. Estaba
en estado de ruina. Pudo ser la capilla de la Congregación de San Felipe Neri.
Anteriormente, el 7 de marzo de 1810, el
Ayuntamiento de Badajoz donaba una casa anexa a la entonces parroquia de Santa María
la Real a la junta de devotos de San Felipe Neri, como representantes de la
futura congregación del mismo. Esta casa hoy es sede de la Concejalía de
Cultura del Ayuntamiento de Badajoz. Se establecerían una serie de condiciones
después de la cesión, entre ellas, que el ayuntamiento, como patrono de la
congregación, pudiese colocar su escudo de armas en la fachada de la casa o en
la de la iglesia. No se llegó a fundar la congregación, pasando la propiedad de la
casa de nuevo al ayuntamiento. El vicario general
de la diócesis vendía el 3 de diciembre de 1834 esta parte del edificio que
perteneció al Colegio de Jesuitas, que hacía esquina a la actual plaza de Santa
María y a la calle Soto Mancera. Incluiría la casa cedida para la Congregación
de San Felipe Neri. El inmueble, que los documentos llaman «edificio ruinoso», se
divide en dos mitades, vendiéndose inicialmente una de ellas al comerciante
Manuel de Bartolomé Miranda por 36.240 reales. Se divide de nuevo el edificio y
se tasa la parte contigua a la parroquia de Santa María en 17.440 reales y la
otra mitad que formaba ángulo a la calle Soto Mancera, con la bodega que tenía incluida,
en 14.310 reales. Se saca a pregón las dos partes y solo se vende la parte que
hacía esquina a la calle Soto Mancera al mencionado Manuel de Bartolomé por
9.560 reales.
La iglesia fue vendida el 26 de
enero de 1856 al comerciante navarro Benito Rincón Nahori por 31.505 reales,
pagados en quince años y catorce plazos. Tenía una superficie de 442 metros
cuadrados, formada por una nave central con bóveda de cañón con su presbiterio. El coro, formado por un arco carpanel, se encuentra en mal estado de
conservación, aunque todavía quedan restos de vigas de madera. A la izquierda de
la nave tiene una capilla llamada de Ntra. Señora del Carmen (donde tuvo sede la cofradía) y a la derecha
otras dos, entre ellas la de San Francisco de Borja, con comunicación a la
sacristía. El 29 de agosto de 1863 Benito arrendaba el edificio al Estado y Cuerpo de
Administración Militar durante ocho años, por 1.900 reales cada uno de ellos. Lindaba
por la derecha con el edificio que fuera parte del convento, hoy sede de la
Concejalía de Cultura del ayuntamiento. Entonces era una casa con el número 38,
que pertenecía a Antonia Carbonell Segura, esposa de Eusebio Donoso Cortés,
alcalde de Badajoz en 1852. Por la izquierda lindaba con una casa-bodega,
propiedad también de Benito Rincón, que hacía esquina a la calle Encarnación,
donde hoy está el semillero de empresas.
Detalles del claustro.
Notas:
(1) GUERRA GUERRA, Arcadio. Recapitulación
histórica de los hospitales de Badajoz. Revista de Estudios Extremeños,
Tomo XV, n. 3, septiembre-diciembre de 1959. Pág. 644.
(2) LÓPEZ, Benigno, alias Perra Chica. Callejero y guía histórica. Año 1964. Pág. 32. GONZÁLEZ RODRÍGUEZ, Alberto. Badajoz, piedra y tiempo, calles con historias. Año 2003. Pág. 197.
(3) El nombre de la Brecha proviene de los daños que se produjeron en el baluarte de San Pedro en el asedio que sufrió Badajoz en 1705 y no el de 1811, como cita algún autor. Cfr.: LÓPEZ, Benigno, Callejero… Pág. 35.
(2) LÓPEZ, Benigno, alias Perra Chica. Callejero y guía histórica. Año 1964. Pág. 32. GONZÁLEZ RODRÍGUEZ, Alberto. Badajoz, piedra y tiempo, calles con historias. Año 2003. Pág. 197.
(3) El nombre de la Brecha proviene de los daños que se produjeron en el baluarte de San Pedro en el asedio que sufrió Badajoz en 1705 y no el de 1811, como cita algún autor. Cfr.: LÓPEZ, Benigno, Callejero… Pág. 35.