28.
Reparaciones de los puentes de Gévora y Herrerín en el siglo XIX. El hundimiento parcial del puente de Gévora en 1814 y 1844 recién terminada la obra de reparación y construcción de otro puente-alcantarilla en la otra orilla.
Introducción.
El
puente de Gévora fue construido, según la tradición, por el arquitecto de
posible origen portugués Gaspar Méndez, iniciado en 1531
y finalizado cuatro años después. Se encuentra a poco más de dos kilómetros y
medio de la desembocadura del río. Mide unos 226 metros de largo por unos 4.26 de ancho de la calzada, solada de cantos rodados.
Está formado por 17 arcos de piedra de granito y ladrillo, algunos de ellos
reconstruidos con poco acierto. Se sabe que fue volado en parte el 11 de
octubre de 1658 por las tropas portuguesas que sitiaron la ciudad. También en
la Guerra de la Independencia y mal reconstruido después. El puente de Gévora linda
por su otra orilla con la antigua dehesa del Palacito, de unas 220 fanegas de
superficie (140,8 hectáreas), propiedad de la mitra de la Diócesis de Badajoz
hasta su desamortización. Perteneció después al senador alcantareño, vecino de
Badajoz, Alejandro Barrantes y Moscoso y a su esposa María Juliana de la Rocha
Laguna, que la vendieron al poderoso comerciante Manuel Molano del Campo (alcalde
constitucional de Badajoz en 1844 y 1845) y a su esposa, Josefa Martínez
Patrón. Esta antigua dehesa está partida en dos por la variante de la autovía
A-5. Parte de ella la ocupa hoy el poblado de colonización llamado Gévora. Por
su lado norte lindaba con la entonces dehesa de Calatraveja, que perteneció a
la Orden de Calatrava, de ahí su nombre, que la ocupa en parte una urbanización
de chalets a cada lado de la carretera hacia San Vicente de Alcántara, formando
un pico entre las carreteras EX-100 y EX-110. Mirando hacia Portugal, estaba la
dehesa de Santa Engracia. Hacia el este, las entonces dehesas de Sagrajas y
Machuca. Hacia el sureste la de Las Bardocas. Algunos autores llaman al puente
como de Cantillana, nombre que se debe a la antigua dehesa sobre la que se
asienta el puente en el lado derecho de la corriente. Esta dehesa era de gran
extensión, perteneció a los propios de Badajoz, es decir, era de propiedad
municipal, y desde al menos 1526. En 1823 se la describe así:
«Esta dehesa confina con la parte que mira al norte con el abrevadero del Charco del Cucadero, con el terreno inculto concedido a Fernando García Esparragalejo, por poniente [=oeste] con otro de don Manuel de Retama Lucio, con el concedido a Joaquín Díez, con otro de Juan Robles, con la dehesilla de Rocha, con el inculto concedido a don Francisco Matos en los Cerros de Reina; por el sur con la cañada del arroyo de la Casa Blanca; y por el oriente [=este] con la Cañada de las Cuestas en el punto inmediato a la puente de Évora, y con la rivera de este nombre. El derecho que tienen los propios es de tiempo inmemorial (…) su uso se disfruta por estos vecinos desde el día de san Miguel hasta el 25 de abril, con ganado lanar por repartimiento que se hace todos los años a los vecinos que lo apetecen, pagando al fondo de propios por cada cabeza de las que introducen (…) y los pastos sobrantes del agostadero se reparten a los vecinos que los piden (…) igualmente el arbolado de encina que tiene esta dehesa correspondiente a los propios se disfruta por el común de los vecinos con varas concejiles a los precios que los peritos gradúan y además el uso de la madera y leña de encina y fresno. Su valor en venta, con inclusión del arbolado, 1.911.350 reales (…) en el verano, por agostadero, tiene la servidumbre de bajar los ganados que se hallan en los terrenos que pastan en la parte del poniente por el arroyo Bermejo a la rivera de Gévora». Hoy llamado Valbermejo, recoge las aguas de los arroyos de los Enviciados y La Grulla. En 1834 se contabilizaron en ella 2.000 encinas, 2.000 chaparras, 500 chaparros y 25 alcornoques.
De las dos lápidas que poseía el puente en los dos pretiles recrecidos del arco central solo se conserva una, de mármol blanco. De 76 x 41 cm., fue retirada en 1992 y conservada en los almacenes Museo Arqueológico Provincial de Badajoz para evitar su expolio. Se encontraba en el muro izquierdo, yendo hacia Gévora, mirando a la ciudad. El texto dice lo siguiente:
+ LA ILLVSTRE CIVDAD DE BADAJOZ MA[N]DOV HAZER ESTA PVENTE CON LA BELLOTA COMVN HIZOLA EN QVATRO ANNOS GASPAR MÉNDEZ, REINANDO EL CA[TÓLICO] EMPERADOR DON CARLOS, ACABOLA EL ANNO QVE EL GR[AN] [T]URCO [TEXTO ILEGIBLE] LA BATALA
El cronista Nicolás Díaz y Perez la interpretó así: «La ilustre ciudad de Badajoz mandou (sic) hacer esta (sic) puente con la bellota común. Hízola en cuatro annos Gaspar Méndez, reinando el católico emperador don Carlos. Acabola el año que el gran turco le vio la batalla [en Túnez]».
El texto, con influencias portuguesas, donde seguramente se hizo la lápida, hace referencia en femenino al puente, como era habitual en esa época, como también ocurría con el puente de Palmas, que se llamaba la puente, a secas. La segunda lápida, desaparecida, según el mencionado Díaz y Pérez, decía lo siguiente:
«EL CORREGIDOR DON PEDRO DE ESPINOSA DIRIGIÓ ESTA OBRA Y LAS CALZADAS QUE LA CRUZAN HASTA BADAJOZ, QUE ACABARON EN 1536 PARA BIEN DE TODOS».
En la siguiente foto vemos un arco reconstruido en época indeterminada. Se aprecia en el ensanchamiento de las dovelas centrales. Era una forma de darle más luz al arco y al mismo tiempo indicar que ese arco había sido reconstruido. Lo podemos ver también en algunos arcos del puente de Palmas.
MARCAS DE CANTEROS
El 26 de enero de 1843 se
hace un informe sobre el estado de los puentes del término municipal a petición
del jefe superior político de la provincia. Se ignoraba entonces su fecha de
construcción. En él se cita lo siguiente:
Puente
del Gévora sobre el río de este nombre.
Este puente se halla a 3/4 de legua distante de esta plaza en la comunicación del partido de Alburquerque y pueblos del Montijo, La Roca, Villar del Rey y otros. Tiene de longitud 246 varas desde el uno a otro estribo; 5 de latitud, excluidos los guardalados que son de 1/1/2 pies de grueso. Los malecones (1) de derecha e izquierda, constan de 18 varas cada uno y 17 los ojos que dan paso a las aguas, quedando aislado en las grandes avenidas. 7 de dichos ojos tienen sus arcos de ladrillo, con cintas de piedra de grano y, los restantes, así como los tajamares y pilares, de sillería de piedra de grano; los paramentos y demás, de mampostería ordinaria, el arco mayor que hace el centro, tiene 20 varas de diámetro y 3 varas los menores de los extremos.
Nota: El estado de este puente es crítico, por la circunstancia de que uno de los ojos reparado después de la Guerra de la Independencia fue tan mal construido, que amenaza ruina, por su visible cuarteo y mala adherencia; asimismo, le falta que construir 400 varas superficiales de pavimento en las dos calzadas de entrada y salida. Para la reparación del referido ojo y demás deterioros, son necesarios 15.000 reales [de] vellón, con la cláusula de urgentes.
Este
trabajo lo hizo el maestro mayor de obras de fortificación, arquitecto
municipal y capitán de la quinta compañía de la Milicia Nacional Valentín
Falcato, por el que se le pagaron 400 reales de vellón.
El puente de Jerrerín o Gerrerín, hoy Herrerín.
Se encuentra a poco más de 800 metros del puente de Gévora. Jerrerín o Gerrerín son expresiones antiguas del extremeño, como la sierra de la Jurdana, que en realidad es la Hurdana, de Las Hurdes. En la reparación de 1844 que veremos después, se trataba de aumentar tres pies, unos 92 centímetros, su latitud (anchura) y reparar su pavimento, de cantos rodados. Imagino que se haría haciendo más estrechos los guardalados (pretiles). Esto quiere decir, que lo poco que hoy se conserva de los pretiles data, al menos, de 1844. Su situación geográfica es: 38º 54' 36,15'' N y 6º 57' 50,86'' O. Se encuentra en muy mal estado de conservación, invadido por la vegetación y casi oculto por otro puente de construcción moderna a su lado, para pasar bajo la elevación de la carretera EX-100. El puente tiene dos ojos y ya estaba construido a finales del siglo XVIII, pero es de suponer que sería construido en la misma época que el de Gévora, en el siglo XVI, quizá por Gaspar Méndez. Por él pasa la cañada real de Sancha Brava, que fue una importante vía pecuaria en la antigüedad, pues facilitaba el tránsito de ganado a las dehesas próximas y para la trashumancia, pasando a la otra orilla del Gévora por un vado junto al puente. La anchura original de esta vía pecuaria era de 200 varas; fueron reducidas a 90 por el ayuntamiento en la mayoría de los tramos, por la ocupación de los dueños de los terrenos colindantes y el resto fue vendida en subasta por el Gobierno. El arroyo Herrerín, afluente del Gévora, nace junto a la frontera con Campomayor, en la zona conocida antiguamente como Marco de Campomayor y Los Enviciados. Desemboca en el Gévora en las traseras del Semillero de Empresas.
Este arroyo Herrerín es
de poco caudal durante casi todo el año, pero en épocas de fuertes lluvias haría
imposible cruzarlo a pie, por lo que este puente se haría imprescindible para
el paso de personas y carruajes hasta las poblaciones de Alburquerque, Villar
del Rey, Manzanete (hoy La Roca de la
Sierra), El Zángano (hoy Puebla de
Obando) y Cáceres. El tránsito continuaba a la derecha del puente de Gévora por
el llamado camino de Las Bardocas, hoy cañada real del mismo nombre. Este
nombre proviene de las antiguas dehesas de Las Bardocas y Bardoquillas,
situadas a la derecha, en dirección a Mérida, de la carretera EX-209, el río
Guadiana y el arroyo Cabrera. En 1736 se cita en un documento la
dehesa de Bardoca de Machuca, que lindaba por la parte de arriba con la dehesa
de Sagrajas (en
1721 era de Rodrigo Casco de Melo Solís Portocarrero, vecino de la ciudad de
Évora en Portugal, poseedor del mayorazgo de los Solís), el río Guadiana y
camino de la Calzada (Puebla de la Calzada).
En 1838 salen a subasta
las obras de reparación del puente. El ayuntamiento celebró un cabildo el 14 de
agosto de 1837, presidido por Alejandro Barrantes y Moscoso, alcalde primero
constitucional, donde se acordó lo siguiente:
Gerrerín.
A propuesta de varios señores regidores, acordó el ayuntamiento dar comisión a
don Francisco Vargas para que, buscando un maestro alarife de su confianza,
forme un presupuesto del costo que debe tener la recomposición del puente de
Gerrerín, dándole dos varas a lo menos de más ancho y poniendo calzada larga a
la entrada y salida.
El 2 de julio de 1838 se
formó el expediente para la subasta de las obras con arreglo al presupuesto que
se había hecho, celebrándose el remate el domingo 15 de ese mismo mes a las
doce de la mañana en las puertas de las Casas Consistoriales. El pliego de
condiciones de la obra era el siguiente:
1) Se ha de aumentar su anchura dándole
cuatro varas de luz por la parte que más convenga, para que las aguas en las
avenidas no causen el menor daño.
2) Las barandillas han de servir hasta
cinco cuartas y media de altura para evitar desgracias.
3) Se ha de empedrar la entrada y salida
del puente en la parte suficiente para que los carros y carruajes no maltraten
el pavimento.
4)
Tanto
el aumento que debe recibir el anillo u ojo del puente como la barandilla han
de ser de ladrillo de marca del rey, bien labrado y cocido, que se cocerá
asimismo que el demás material antes de principiar la obra por el regidor don
Francisco Vargas.
5)
La obra ha de darse concluida precisamente
para el día quince de agosto más próximo, en cuyo día se reconocería por el
perito que eligiere el regidor comisionado.
Badajoz,
3 de julio de 1838.
Presupuesto
del puentecillo de Évora [sic] de la obra que se ha de hacer en el de aumento
de su anchura hasta quedar de cuatro varas de luz. Subirá las barandillas de
cinco cuarta u media de altura. Y el empedrado de su entrada y salida.
|
Reales
vellón. |
Primeramente
cal. 5 caíces. |
540 |
Ladrillo
marca de rey. 5 millares. |
650 |
Piedra |
300 |
Empedrado |
100 |
Manos
del maestro y peones |
1.200 |
Madera
para la cimbra |
200 |
Total: |
2.990 |
Se realizan doce pregones
por el peón público Juan Doneris y el remate se hace el 15 de julio de 1838.
Miguel Reguero hizo postura en 2.990 reales. Nadie hizo mejora en ella y se dio
por valedera a la tercera. Miguel acepta el remate y se obligaba a hacer la
obra de acuerdo a pliego de condiciones. Imagino que se llegó a hacer la obra. El
26 de enero de 1843 también se hace un informe sobre el estado del puente a petición
del jefe político de la provincia. Se ignoraba su fecha de construcción. En él
se cita lo siguiente:
Puente
sobre el arroyo Gerrerín.
Este puente se halla a
media legua distante de la plaza y en la comunicación del antedicho Gévora, consta
de 21 varas de longitud y 4 de latitud, con exclusión de los guardalados, que
tienen 11/2 pies de grueso. Consta de dos ojos, el mayor con 6 varas
de diámetro y el menor con 2 varas, uno y otro son de ladrillo con arista de
piedra el primero, todo el resto de la fábrica es de mampostería ordinaria.
Tiene destruido una porción del guardalado y le faltan 400 varas superficiales
de empedrado en el perímetro y calzadas de entrada y salida, cuya reparación
constaría 1.400 reales [de] vellón.
Algunos datos sobre el
puente de hierro y el actual de hormigón armado.
El puente metálico, o puente de hierro, como se denominaba en su época, se proyectó en 1886, se inició en 1888 y se dieron por acabadas las obras el 8 de mayo de 1894. La obra la hizo el contratista Manuel Méndez Trelles. En 1883 iban muy avanzadas las obras del otro puente metálico que todavía existe sobre el río Zapatón en la carretera a Alburquerque. Por el puente metálico del Gévora, que debió desviarse más del construido en el siglo XVI, pasaba todo el tráfico de la antigua carretera nacional 523 (Cáceres-Badajoz) hasta el 27 de octubre de 1982, fecha en que se inaugura el puente de hormigón armado actual. Este nuevo puente y carretera elevada evitaba pasar por el antiguo paso a nivel con la línea del ferrocarril. La nueva obra tenía una longitud aproximada de unos 6 kilómetros, entre Cuatro Caminos y la intersección con la carretera hacia Montijo. Ya no tenía la limitación de carga y estrechez del puente metálico, con lo cual se mejoraba sustancialmente la capacidad y velocidad de circulación de la carretera. El presupuesto total de la obra era de 244.635.840 pesetas, de las cuales 53.776.180 correspondían a las obras del puente y 23.319.374 a las del paso elevado sobre el ferrocarril. Estas obras estaban comprendidas entre los puntos kilométricos 93 y 89 de la carretera y eran la primera fase de las mismas. El gobernador civil no consideró oportuno hacer una inauguración formal y optó por abrirlo al tráfico sin más. Dos puentes más de hormigón armado rodean al puente del siglo XVI, el que se construyó para la línea férrea y el de la variante de la antigua Nacional V ya iniciado en 1991.
Antecedentes. Las reparaciones
de los puentes de Gévora y Herrerín tras el paso del séquito de los reyes
Carlos IV y María Luisa de Parma en 1796.
Las
actas municipales lo citaban: «En esta
ciudad se ha hecho presente por el señor don Jaime Carles [Busquet], diputado, que hay precisa necesidad de
reedificar y poner en el estado de solidez la parte de los dos puentes del río
de Jévora y Jerrerín, que para el tránsito por ellos de S. S. M. M. [=sus
majestades] fue preciso quitar parte de sus pretiles y demás que se reconocerá.
Y, a consecuencia, acordó se haga dicha compostura, con intervención del
referido caballero diputado, por el maestro de alarife Antonio Montilla, que lo
es de esta vecindad, pagándose su importe por el mayordomo de propios de esta
misma ciudad. Y para ello se dé testimonio de este acuerdo». El documento
hace referencia a que los reyes Carlos IV y María Luisa de Parma pasaron por
ambos puentes. Llegaron procedentes de Trujillo, camino de Sevilla,
hospedándose en casa de Manuel Godoy, por eso aparecen las cadenas en la
fachada de la que fue su casa de la calle Santa Lucía. Los carruajes que
llevarían sus equipajes serían demasiado anchos para los pretiles de ambos
puentes y debieron de ser mutilados, pero creo que solo debió ser el de
Herrerín. El ancho actual de la calzada del puente de Gévora es de 4.25 metros
y el de Herrerín de 4.77 metros. Es decir, que el de Herrerín tiene 0.52 metros
más de ancho, aunque no lo parezca, puede que de la ampliación que se le hizo.
Reparación del puente de
Gévora en 1814. Fue realizada por el maestro alarife y picapedrero Antonio de
Silva.
La
obra se contrata el 27 de septiembre y figura así: Fianza que otorga Antonio de Silva, de esta vecindad, a responder de la
composición del puente de Évora [sic]. En la ciudad de Badajoz, a veinte y
siete de septiembre de mil ochocientos catorce, ante mí, Antonio de Silva, de
esta vecindad, a quien doy fe conozco, dijo: que habiéndose sacado a subasta por disposición del noble ayuntamiento
de esta dicha ciudad la obra o composición del puente de Évora [sic], se
presentó el exponente haciendo postura por medio del oportuno recurso en la
cantidad de diez y ocho mil reales [de] vellón, bajo las condiciones de darlo
compuestos de mampostería, cal y canto; que se le hubiese de facilitar una
maroma de veinte y cuatro a veinte y seis varas; permitírsele sacar del arco
viejo que está a la inmediación de dicho puente los despojos y materiales que
pueda; que el valor referido se le ha de satisfacer por tercios. El primero al
dar principio a la obra; el segundo al tiempo de [a]sentar la cantería; y el
tercero después de reconocida y aprobada la obra por maestros que al intento
elija el noble ayuntamiento.
Y habiéndosele admitido dicha postura y concluido el término de la subasta, se remató con citación de interesados en veinte y cinco del corriente en favor del que expone, bajo de citadas condiciones y ha de dar conclusa la obra en el término de cincuenta días, contados desde el dicho veinte y cinco; a no ser que las avenidas del río le impidan poderlo ejecutar, en cuyo caso, formará y rematará lo que falte al arco de madera, quedándolo capaz de poderse pasar con carros y caballerías, hasta que el río permita su conclusión en la manera que anteriormente va manifestado. Y teniendo que formalizar la conveniente escritura de obligación y fianza a que tenga efecto, por el tenor de la presente (…) que se obliga a la composición de[l] referido puente de Hébora [sic] en el tiempo y bajo las condiciones citadas, sin que sobre ello pueda reclamar cosa alguna por razón de acaloramiento, enormísima lesión u otra causa. Y para la seguridad de este contrato (…) hipoteca y obliga, especial y expresamente una casa de su propiedad, situada en la calle de Sanabria (2) de esta población, que en pública subasta compró a la Cofradía de las Benditas Ánimas, a consecuencia del real decreto de diez y nueve de septiembre del año pasado de mil setecientos noventa y ocho (3); linde por la derecha, a su entrada, con otra de los herederos de Miguel Barreros, y por la izquierda, con casa del convento de Santa Lucía, libre de todo censo y gravamen. La cual, según su actual estado y situación, vale la cantidad de veinte mil reales [de] vellón (…) siendo testigos: don Pedro del Águila Campi, don Francisco Antonio Membrillera y don José Hernández Vedoya, todos de esta vecindad. Y en este estado, manifestó no saber firmar y rogó lo hiciese en su nombre uno de dichos testigos.
Certifico: que en el celebrado por la misma
este día de la fecha, junta en su sala capitular, como lo ha de uso y
costumbre, presidida por el señor don Agustín Thosantos y Laprada, alcalde
mayor y teniente corregidor de esta dicha ciudad, y a que procedente
llamamiento ante diem, concurrieron los señores don Juan Cabrera de la Rocha,
don José de Andrade, don Pedro Saavedra, don Ignacio Paíno, don José Vázquez,
don Juan Chapín, don Luis Alguiñán, don Joaquín de la Rocha, regidores
perpetuos, y el último habilitado de procurador síndico general, don Jacinto
Jarones, don Ramón Morato y don José Rivero, diputados. Entre otras cosas
acordó lo que sigue:
Acuerdo. Considerando esta muy noble ciudad los graves perjuicios que se están
siguiendo a este vecindario y pueblos circunvecinos, por hallarse inutilizado
el puente de Gévora, y con el justo objeto de remediarlos en la parte posible,
antes de que vengan las aguas en el próximo invierno, acordó crear una
comisión o junta particular, que la compondrán los señores don Juan Cabrera de
la Rocha, don Pedro Martín de Saavedra, regidores, don José Rivero y don
Ignacio Payn [sic], diputados; y don Joaquín de la Rocha, síndico general, a
quienes se confieren amplias facultades para que tomen todas las providencias
que estimen oportunas, a fin de facilitar fondos suficientes para la
habilitación del citado puente, dando cuenta a esta ciudad de sus operaciones.
Como
así consta y parece del acuerdo que original existe en el libro de los
celebrados por dicha muy noble ciudad en el corriente año a que me remito. Y en
fe de ello, pongo la presente, que certifico y firmo en Badajoz, a veinte y
nueve de agosto de 1814. Badajoz, dos de septiembre de 1814.
Sáquese a subasta inmediatamente la obra de recomposición del puente de Ébora
[sic], rematándose en el postor más ventajoso, para lo cual, se fijen los
competentes edictos. Así lo acordaron y firmaron los señores de la comisión
nombrada de que doy fe.
Al reconstruirse este arco se crearon, con buen criterio, cuatro desagües en los arranques para evitar su hundimiento. Habría que tener en cuenta que, aunque posee aliviaderos en los pretiles, el pavimento de cantos rodados no evitaría el calado con el tiempo. El peso de la tierra y grava mojadas del relleno se incrementaría y empujaría notablemente y acabaría por hundirlos. También el hecho de que con las crecidas se llegaba a cubrir temporalmente muchos arcos.
El primer pregón de la obra se hace el 3 de septiembre de 1814 en la plaza Alta por el peón público. Se llega al décimo pregón el día 12. El maestro picapedrero Antonio Silva afirmaba que había hecho un borrador del valor de la obra de madera, mezclas, cantería, sillería y mampostería, cuyo importe ascendía 18.000 reales, por cuyo precio se obligaba a hacer la obra bajo ciertas condiciones. El 9 de septiembre cita que en esta obra debía usar una maroma (4) de 24 a 26 varas, pidiendo sacar del despojo de materiales del arco viejo lo que pudiese aprovechar. También pedía que el dinero se lo dieran en tres tercios. El primero, al principio de la obra, para cortar maderas y asentar las cimbras. El segundo para empezar a asentar la cantería. El tercero y último una vez que estuviese reconocido por los maestros que nombrase el ayuntamiento. El maestro cita que estaba a punto de presentar fiador para empezar la obra. Una vez presentado el plano de la obra del arco, se publica un auto para rematar la obra el domingo 25 de septiembre a las 12 de la mañana en el sitio acostumbrado. Así lo acuerdan los señores del consistorio el 13 de septiembre. Se realiza el pregón número 20 el día 23 de septiembre por el peón público. Al día siguiente, se pide pasar a las casas donde vivían los regidores Juan Cabrera de la Rocha y Pedro Martín de Saavedra, los diputados José Rivero e Ignacio Paín y el síndico general Joaquín de la Rocha. El remate se hace a las 11 horas del 25 de septiembre en la sala principal de las Casas Consistoriales de la entonces plaza Real de Fernando VII, hoy plaza de España, por los señores que conformaban la comisión. Par ello el peón público dio un pregón en «inteligibles voces» en 18.000 reales de vellón, satisfechos por tercios en moneda metálica, según el pliego de condiciones, por si alguien quería hacer alguna mejora y se le admitiría. Llegando a las 12 del medio día, no hubo mejor postor, por lo que el peón dio el último pregón y, a la tercera, que era buena y valedera, pues nadie había hecho mejora, se le remató al mencionado Antonio de Silva. Él estaba presente, lo aceptó y se obligó a cumplir con la obra mediante escritura de fianza y de hipoteca.
Es posible que fuese reparado de nuevo en 1892, pues figura esta fecha en el lado interior de unos de los pretiles. El caso es que este arco tiene cinco hileras de ladrillo en vez de piedra, por los que es el más parecido. A no ser que fuese el mismo que se reparó después con piedra en 1844 y que vermos ahora.
Escritura de contrata
para la reparación de los puentes de Gévora y Jerrerín otorgadas por el
ayuntamiento con Francisco Vargas y su hijo Mariano Vargas Pérez el 3 de agosto
de 1844. La Diputación de Badajoz da el permiso para ello. Las condiciones y
plano del puente las hacía el arquitecto Valentín Falcato el 1 de julio de
1844.
En
la ciudad de Badajoz, a tres de agosto de mil ochosientos cuarenta y cuatro (...) comparecieron de una parte los señores, el
licenciado don Manuel Molano, don José María Albarrán, don Juan José Mancio y
don Nicolás Jiménez, alcalde, teniente de alcalde, diputado provincial y
síndico del ilustre ayuntamiento constitucional de esta población, por sí, y a
nombre de los demás individuos que componen el cuerpo municipal (…). Y de la
otra, don Francisco Vargas, y su hijo, mayor de veinte y cinco años, de estado
casado, don Mariano Vargas Pérez, vecinos de esta capital, a todos los cuales (doy
fe conozco) y dijeron los primeros, que en virtud del pliego de observaciones
hechas por el síndico don Nicolás Jiménez, sobre la necesidad imperiosa de
recomponer sólidamente el puente situado sobre la ribera de Gévora, sito en
este término jurisdiccional, el ilustre ayuntamiento acogió aquel, por cuanto
era su pensamiento, y en decreto del señor alcalde, fecha veinte de junio
último, se mandó proceder desde luego a la formación del presupuesto de la obra
necesaria en dicho puente, y del costo de la misma, al arquitecto, maestro mayor de obras de fortificación don Valentín
Falcato, con presencia del caballero síndico, a quien se le rogó la
asistencia en este encargo. Que
practicado el reconocimiento y vista ocular del citado puente, el arquitecto
elegido, dio la relación de su estado y el presupuestos del costo de su
reparación, añadiendo la precisión y urgencia de construir igualmente una
alcantarilla sobre uno de los brazos del mismo río, que en las temporalidades
de grandes lluvias, impedía el paso de comunicación desde el puente para la
parte de su izquierda, hasta tocar la altura natural del camino del Montijo, máxime
cuando se encontraban vestigios de otra semejante, tan antigua o más, como el
citado puente de Gévora, para lo cual, acompañó igualmente el pliego de
costo y condiciones que debían servir de norma en el acto de la subasta. En este estado, la Excelentísima Diputación
Provincial, por su oficio de primero de julio, autorizó a los dos primeros
comparecientes para que, con intervención del diputado del partido don Juan
José Mancio, llevasen a efecto la recomposición del ya mencionado puente y
alcantarilla, concediéndoles hasta cincuenta y cinco mil reales para atender el
pago de los costos que originase esta obra, procedentes de arbitrios que era en
deber a los fondos provinciales la ilustre municipalidad, todos sin
perjuicio de pasar el expediente luego que estuviese concluido a la
excelentísima diputación para la debida aprobación si lo mereciere. Con este
motivo se abrió la subasta por término de quince días, y transcurridos estos,
se señaló el veinte y uno de julio para el remate. En el cual, don Eusebio
Martínez Iñiguez, hizo postura a la composición del puente y construcción de
alcantarilla, por la cantidad de los treinta y dos mil quinientos cincuenta
reales del presupuesto, exceptuando que el ayuntamiento hubiese de
proporcionarle los peones, presidiarios y cabos capataces que marcaba la
condición catorce del pliego, que para él quedaba sin efecto. En estos términos
le fue admitida, pero como en los mismos mejorase Pedro Rodríguez hasta el
punto de hacer las obras en veinte y nueve mil cuatrocientos noventa y seis reales,
se anunció al público esta última. Y dada la hora señalada, sin que nadie
mejorase de nuevo, se celebró el acto a favor del Rodríguez, que aceptó y se
obligó a cumplir las condiciones del pliego, bajo la responsabilidad que en él
mismo se establece. Así las cosas, se aprobó el remate por el señor jefe
superior político, previo informe de la excelentísima diputación en su oficio
de veinte y cuatro de julio, mas como el don Francisco y don Mariano Vargas en
escrito presentado a la corporación municipal, hiciese la mejora del cuarto en
el remate antes indicado, y admitida que le fue, se marcó el veinte y ocho de
julio para el nuevo y último acto de subasta, en cuyo día que se anunció
competentemente, no habiendo quien mejorase la proposición, se celebró el remate
a favor de los dichos Vargas, por veinte y dos mil ciento veinte y dos reales
líquidos, rebajado el cuarto del precio del primero, quedando sin efecto como
ya lo estaba la condición catorce del pliego que sirvió de base en el
expediente para cumplir, pues, con las obligaciones en que están constituidos
todos los comparecientes, bajo las cualidades que, respectivamente, les
adornan. Así resuelto, otorgan un documento que afiance lo pactado en el
expediente de subasta, ya que así lo marca la condición trece del pliego
formado. Y para que se verificase, por el tenor de la presente y en la mejor
vía y forma que lugar haya, otorgan: Que
el contrato de recomposición del puente de Gévora y construcción de la
alcantarilla a él inmediato, así como la reparación del puente de Jerrerín,
es y se entiende en los términos que marcan las condiciones del pliego de
subasta, y son las siguientes:
1) La
reparación del puente de Gévora, que consiste en el apeo de uno de sus ojos
mayores, cuyo diámetro consta de 51 pies,
se ha de hacer por los tercios o puntos que marque el director de estas obras, construyendo de nuevo una doble cimbra para
asentar las dovelas de piedra de grano que forman los aristones, cuya
montea ha de ser trazada y laborada bajo los términos que dicte dicho director
de la obra.
2) Las
bóvedas del arco, serán de ladrillo de dos pies de asta, exceptuando aquella
parte donde puedan emplearse dovelas de piedra, tan bien labrada de las que
existen en dicho arco.
3) Los paramentos del frente de este
arco, los trascargos, macizo de las enjutas y guardalados, se continuarán de
mampostería de mezcla legal, revocados después y asuntados, excepto los
paramentos, que serán a mampostería descubierta.
4) Las bóvedas de los arcos del puente
que son de ladrillos y otros desperfectos que se hallaren en la unión de las
dovelas de piedra de las demás, serán revocados con mezcla de buena cal. Y si
en las varas superficiales de revoque de esta clase hubiere alguna diferencia
respecto a las que se marcan en el presupuesto, será asunto de mayor o menor
cantidad, para la satisfacción de su importe.
5) Será
de cuenta del contratista la general reparación de todos los desperfectos del
guardalado del puente, así como la de su pavimento, empedrado y caños de
desagüe. Asimismo, las dos calzadas de entrada y salida del puente, y la que en
la salida hacia el camino de Cáceres, necesita elevarse con mampostería.
6) Será
asimismo de cuenta del contratista, la construcción del puente-alcantarilla a
la salida del grande antedicho, con dos ojos, y en los términos que lo marca el
plano formado.
7) No podrá el contratista en ninguna de
estas obras emplear material alguno que no esté aprobado por el director de
ellas y asimismo se sujetará a la traza que este le diere en todos los puntos
que abraza el contrato.
8) De la misma manera, abiertos que sean
los cimientos, no podrá rellenarlos hasta que el firme del terreno fuese
aprobado por dicho director de las obras.
9) La
reparación del puente de Jerrerín, será hecha bajo las mismas reglas y por la
dirección del encargado de estas obras, la que consiste en aumentar tres pies
la latitud del puente en toda su línea y reparar su pavimento y guardalado. Un
pie castellano equivale a 0.276 m., por lo que se amplió 82,2 cm. de anchura,
es decir, 41.1 cm. por cada lado.
10) Para satisfacer el valor de las obras
que están sujetas de medida, ha de preceder la inspección de la comisión que el
ayuntamiento constitucional nombrare y con presencia del director de la misma
obra, y unos y otros han de certificar de su bondad y cantidad, llevando al
efecto una libreta de anotaciones, para que al fin se haga el resumen parcial y
general de cada tercio.
11) Cuando se presentare en el punto de
obra algún individuo de la comisión del ayuntamiento, el contratista le dará
satisfacción de cuanto crea aquel serle conveniente al desempeño del mejor
servicio público. Asimismo, y en todo, se sujetará a las reglas de que le
prefije el director de las obras, sin cuya aprobación no será válida la
continuación de los trabajos.
12) Será de cuenta del contratista la
formación de cimbras, andamios, cordaje y demás maderas, cuyos útiles podrá
recoger después de concluidas y aprobadas las obras.
13) El pago de estas obras, se verificará
con los términos siguientes: el ayuntamiento adelantará a los contratistas el
importe del primer tercio del precio en que fueron rematadas aquellas. El
segundo, cuando la obra se halle mediada, a juicio del director y conformidad
de la comisión del ayuntamiento. Y el tercero y último, cuando se hallen
concluidas y aprobadas. Al efecto afianzarán los contratistas con una cantidad
doble próximamente al valor del tercio que perciben adelantado, cuya hipoteca
no será cancelada hasta la conclusión de las obras, que precisan este ha de ser
para el quince de octubre próximo, en cuya época estará expedito ya el paso del
puente.
14) El
ayuntamiento constitucional proporcionará al contratista todos los peones
presidiarios que este le pida, los que deban satisfacer al precio de dos reales
todos los días laborarios, incluso los capataces y cabos.
En
fuerza de las condiciones insertas, hacen los otorgantes esta obligación, en la
cual después de la aceptación común, los señores alcalde, teniente y síndico,
se comprometen bajo la autorización que les está concedida a entregar a don
Francisco Vargas y su hijo don Mariano, la cantidad de los veinte y dos mil
ciento veinte y dos, precio de la subasta, en los plazo que designa la
condición trece de este contrato. Y estos, además de la obligación general de
sus personas y bienes que responden de la puntualidad en llevar a cabo las
obras, bajo las reglas establecidas, hipotecan a la responsiva de los plazos
que sucesivamente han de recibir anticipados, una casa libre de censo número
veinte y ocho, calle de Peñas (5) de esta población,
que hubo el don Juan Vargas por virtud de la escritura de venta real judicial
que a su favor, el excelentísimo señor don Toribio de Vargas y Grajera, conde
de la Torre del Fresno, gobernador militar de esta plaza, corregidor de ella y
juez comisionado regio, para la enajenación de bienes eclesiásticos en este
obispado y prioratos agregados de Magacela y León, a veinte de febrero de mil
ochocientos ocho, ante el escribano que fue de este
número don José López Martínez, en cuyos títulos, para la mayor
seguridad, he anotado yo, el escribano, esta obligación. Y asegura que no la
tiene vendida, empeñada, cambiada ni en manera alguna enajenados (…). Y todos
los otorgantes, por lo que a cada uno toca cumplir, obligan los primeros los
arbitrios que para acudir a estas obras les señaló la excelentísima diputación.
Y los dos últimos, sus personas y bienes habidos y por haber, dan poder a las
justicias y jueces de su majestad competentes (…). Así lo dijeron, otorgaron y
firmaron, siendo testigos don Francisco de Paula Díaz Rocha, don Joaquín
Paulino Chacón y don José López, de esta vecindad.
Nota: En virtud de acuerdo del ilustre ayuntamiento constitucional de esta ciudad, fecha dos del actual, queda cancelada y sin efecto la precedente escritura, y en entera libertad las fincas hipotecadas en ella. Badajoz, 6 de julio de 1846. Esta nota se añadió después, una vez terminada y reconocida la obra por el perito.
«Croquis del puente-alcantarilla sobre un brazo del río Gévora en la comunicación del camino del Montijo». Plano de Valentín Falcato con la alcantarilla (puente) que se construiría en la orilla contraria, hoy desaparecido.
El 1 de julio de 1844,
desde la Diputación de Badajoz, Tiburcio de Zaragoza, citaba el mal estado en
que se encontraba el puente de Gévora y la importancia que entonces tenía, pues
unía por carretera Badajoz con Cáceres y que también servía de tránsito desde
Mérida por la orilla derecha del Guadiana para el vecino reino de Portugal. Los
citados 55.000 reales de los presupuestos se los debía el ayuntamiento por
atrasos de arbitrios a los fondos provinciales. La diputación se quedaría con
el sobrante. La subasta de las obras fue publicada en el Boletín Oficial de la
Provincia del 13 de julio de 1844:
ANUNCIOS.
Ayuntamiento
constitucional de Badajoz.
ÍDEM.
El
domingo 21 de julio se ha de rematar a las puertas de las Casas Consistoriales,
de once a doce de su mañana, la obra de reparación del puente de Gévora y
alcantarillas inmediatas, con sujeción al plano y pliego de condiciones que
obran en el expediente. Lo que se anuncia al público para que llegue a noticia
de todas las personas que quieran interesarse en esta contrata. Badajoz, 9 de
julio de 1844.=El presidente del ayuntamiento, Manuel Molano.
El 15 de marzo de 1844 se comunicaba que había habido quejas al ayuntamiento porque los trabajadores que extraían la piedra con barrenos de la falda del fuerte de San Cristóbal lo hacían a todas las horas del día. Ello ocasionaba perjuicios al tránsito y especialmente a los pasajeros. Se acuerda que estos trabajos se hiciesen al ponerse el sol y que el camino que conducía al puente de Gévora quedase despejado, para que pasasen los carros que iban en direcciones opuestas. Las obras las pregonó en altas voces el peón público Juan Vicente Doncois. Aunque en un principio fueron adjudicadas al alarife Pedro Rodríguez en 29.400 reales, Francisco y Mariano de Vargas hicieron una mejora del cuarto. Queda admitida la mejora y lo acepta la Diputación de Badajoz. Por ello, el coste quedaba reducido a 22.122 reales. Se pedía hacer una nueva subasta para su remate, que sería el domingo 28 de julio de 1844, a las once de la mañana. Se pregonó varias veces hasta las doce de la mañana. No se presentó nadie más y a la tercera se adjudicó a los dos anteriores por 22.122 reales. Al día siguiente, 29 de julio, el alcalde Manuel Molano, el primer teniente de alcalde José María Albarrán, el síndico Nicolás Jiménez, salieron de madrugada con el arquitecto Valentín Falcato junto a los dos rematantes hacía el puente de Gévora con objeto de darles las instrucciones para que comenzasen las obras. Llegados al puente, con el pliego de condiciones y el plano, les explicaron cómo hacer las obras y con la suficiente seguridad, quedando enterados. Los contratantes reclamaban el 4 de agosto de 1844 un anticipo de la tercera parte que aparecía en la decimotercera condición, 7.374 reales. Les urgía porque ya tenía empezados los trabajos y se les acepta.
Aparecen problemas en la
cimentación.
El
9 de agosto de 1844 se firma un escrito del arquitecto Valentín Falcato y el
síndico Nicolás Jiménez, encargados de vigilar las obras, dirigido al alcalde
de Badajoz. En él citan que para el reconocimiento que se hizo del puente no se
pudo inspeccionar los cimientos de los pilares por impedirlo el nivel del agua.
Una vez que se pudo hacer cuando el nivel era más bajo, se pudo comprobar
visiblemente algunos socavones, sobre todo en el pilar izquierdo del arco
mayor, que era de gran consideración. Lo hacía constar, para que su reparación
se hiciese con cal hidráulica, pues de lo contrario, quedaría el edificio «en
falso», y que la experiencia le había enseñado que cuando estos cuerpos
adolecían de este mal, era «la muerte o caída infalible». Advertía que no podía
dar precio del coste de la reparación, pues hasta que no se pudiese desaguar
todo lo posible del cauce no se podía saber si había más desperfectos en los
cimientos. Lo primero sería verificar el desagüe, que se podría hacer con
peones presidiarios, por lo que saldría más económico. El 12 de agosto cita el
arquitecto que no se sabría el coste hasta que se hiciese bajar el cauce hasta dejarlo completamente seco. Estimaba un coste para esta reparación de unos 1.200 reales de vellón. El
ayuntamiento cita que al ser una obra poco costosa y que si se subastase se
dilataría en el tiempo, con el perjuicio que eso conllevaba. Se decide que la obra se haga por
los dos anteriores, para que fuese más económica. Mariano de Vargas reclama el
18 de septiembre el segundo plazo del remate de la obra. El día 20, Valentín
Falcato y Nicolás Jiménez, citan que comprobarían que tenían cumplida la
condición trece del contrato. Se comprueba que sí estaba cumplida y mediada la obra de reparación y de la alcantarilla, por lo que se da permiso para el pago el
día 21.
El puente queda arruinado en 1844,
recién terminada la obra.
El alcalde Manuel Molano
cita que había tenido noticia de que se había corrido el rumor esa misma
mañana de que se había arruinado completamente la obra de reparación que se estaba
haciendo en el puente. Para comprobar si era cierto, iría a visitar las obras y
ver los daños y las molestias que se ocasionaría a los vecinos. Por la noche,
en las oraciones, se reuniría la comisión especial creada al efecto y se
tomarían las decisiones correspondientes. Se citaría para ello también al
diputado provincial Juan José Mancio y al primer teniente de alcalde José María
Albarrán. La reunión tendría lugar en casa de Manuel Molano. A las cinco de la
tarde de ese mismo día, el portero Manuel Morillo informa que no había podido
avisar al diputado porque estaba ausente. La comisión llega a un acuerdo ese
mismo día 30 a las horas de las oraciones de la noche. El alcalde y primer
teniente de alcalde confirman la noticia, afirmando que puede haber sido
motivada por no haber dado concluida la obra en el tiempo oportuno, es decir,
el día 15 de octubre, que se señaló en la decimotercera condición del pliego de
condiciones. Declaran que los dos contratistas, padre e hijo, habían faltado
expresamente a lo estipulado. Por ello, quedarían sujetos al pago de costas por
los daños y perjuicios causados y empezar la obra de nuevo cuando fuera el
tiempo adecuado y lo estipulase la comisión. Se acuerda habilitar
inmediatamente el ojo del puente para el paso de personas, ganados y
caballerías. Se pide a Valentín Falcato y a Nicolás Jiménez se reuniesen con
los contratantes de la obra para que quedase libre el paso por el puente de
forma segura lo antes posible. Al día siguiente, día 31, los dos anteriores
junto a los contratistas informan que había visitado la obra del puente y sobre
el terreno habían llegado a un acuerdo para hacer el paso por él lo más rápido
y seguro posible por el ojo derruido. Acuerdan que al día siguiente cubrirían
el puente con grandes vigas, con estribos apoyados en los cuchillos o arranques
del ojo. Después se cubriría con tablones, de forma que quedase seguro y cómodo
para el paso, poniendo barandillas a cada lado del puente. Mientras durase la
obra de reparación, pondrían una barca cómoda y fuerte para el paso de
personas, ganados y caballerías, todo a costa de los contratistas. El
ayuntamiento celebró un cabildo el 14 de noviembre de 1844 que dice lo
siguiente:
«Puente
de Gévora. El señor acalde presidente
dio cuenta de que ha tenido noticia de haberse arruinado enteramente la obra de
reparación que se estaba ejecutando en el puente de Gévora, llamó a los
contratistas y les hizo ver la obligación en que estaban de volverla a hacer de
nuevo, cuando se le previniese, disponiendo que en el entretanto que aquella se
verifica, habilitasen inmediatamente el ojo del referido puente para que no se
obstruya la comunicación y tuvieren libre paso las personas, ganados y
caballerías, dando por ejecutado estas disposiciones la conformidad de los
referidos empresarios que autorizaron con su firma. El ayuntamiento quedó
enterado y acordó que de este acontecimiento se dé conocimiento a la
Excelentísima Diputación Provincial a efectos convenientes».
El 18 de noviembre de
1844 se escribe a la Diputación de Badajoz donde se le informa de ello y de que
la causa de la ruina era indudablemente no haber cumplido la condición número
13. Esto le obligaba al contratista a empezar la obra de nuevo a su costa.
También le recuerdan que, mientras se reparaba, se habilitaría el ojo del
puente con la mayor brevedad y seguridad, para que se restablecieran las
comunicaciones de esta parte de la provincia. Se cita que los empresarios
habían mostrado «gran voluntad y exactitud» de todo lo que se les había
exigido, de tal forma que «los pasajeros
y trajinantes no han experimentado el más leve perjuicio y dentro de muy pocos
días quedará habilitado el ojo del puente para el paso de las personas,
carruajes y ganados».
Después figura un escrito
de los dos contratistas al jefe superior político de la provincia. Se informa
de que el 21 de julio de 1844 se remató la obra al maestro alarife Pedro
Rodríguez en 29.496 reales con sujeción al pliego de condiciones. Celosos de
que no se perjudicasen los fondos comunes, «llevados de la codicia de una
mezquina ganancia», se hizo la mejora del cuarto, rematándose en 22.122 reales,
es decir, 7.374 menos que en el primer remate. Conforme a lo pactado, se hizo
acopio de madera para la cimbra y de materiales para emprender los trabajos. A
fuerza de celo y de constancia se dio concluida la obra, labor que dirigieron
maestros inteligentes y de pericia en el arte, ya que los contratistas eran
desconocidos totalmente en esta materia. Bien por «la fatalidad, que preside en algunas cosas, bien otras causas, que no
están a nuestro alcance descubrir, el resultado fue que cuando habíamos tocado
el deseado término en una obra tan dispendiosa, se hundió el arco del ojo
recompuesto, proporcionándonos nuevos disgustos y nuevos gastos. Se asegura que la causa del hundimiento
provino de haber principado a edificar sobre una parte de la obra antigua del
puente, que los maestros creyeron no fallaría, y que fue precisamente la causa
de esta ruina. La ilustración de vuestra señoría conoce la parte que
nosotros podemos tener en este acontecimiento que nos será de fatal memoria,
cuando nuestros deseos se dirigirán a concluir la obra con toda solidez, lo
cual es más bien de presumir, que no el tenerla que hacer ahora de nuevo. Por
conclusión. En virtud de mandato del ilustre ayuntamiento, y con arreglo a loa
estipulado en el contrato, estaremos trabajando ahora como si nada hubiéramos
hechos; pudiendo suceder, que este acontecimiento traiga en pos de sí nuestra
propia ruina. Para evitarla en lo posible, y en justa consideración a que
ninguna parte tenemos en no haberse consolidado esta obra, acudimos a la
autoridad de vuestra señoría con la esperanza de que se servirá mandar por un
efecto de su bondad, que de los fondos destinados a este objeto se nos subaste
de todos los perjuicios que se nos han ocasionado, o en aquello que juzgue
conveniente la ilustración de vuestra señoría para evitarnos mayores daños y a
conseguirlo. Suplicamos a vuestra señoría que, oyendo si le parece, al ilustre
ayuntamiento, se sirva determinar de conformidad con esta solicitud, y
recibiremos merced. Badajoz, a 13 de julio de 1845. Francisco Vargas. Mariano
Vargas».
El 17 de julio se reúne
la comisión de propios y obras públicas. El ayuntamiento informa de que las
obras se concluyeron de buena fe (parece que también la alcantarilla, que hoy
no existe), con materiales de la mejor calidad, también que los arranques del
arco del puente grande habían de dar principio sobre los machos que existían de
la obra vieja. Los contratistas cumplieron con su deber en hacerlo así.
Desgraciadamente se hundió toda la nueva obra hecha, teniendo que volver a
levantarlo, por no haberse verificado aun ya caído por un perito, como estaba
estipulado, que debía confirmar la solidez de la obra, «por otra parte, también es
verídico que el temporal continuado de lluvias acaecido en el transcurso de los
trabajos fueron otra de las causas que pudieron motivar la hundición [sic], y
esto no estuvo en manos de los hombres el poderlo precaver ni remediar». Estas
son las razones que citaban los contratistas ante el jefe político para que
subsanasen los perjuicios que habían sufrido, aludiendo a su imparcialidad. El
ayuntamiento alude que no puede cambiar en lo más mínimo lo pactado y
escriturado, por lo que los contratistas estaban obligados a realizar la nueva
reedificación del puente en los mismo términos que cuando empezaron la obra.
Sin embargo, para que no se les causase perjuicios, se practicaría un nuevo
reconocimiento por el arquitecto Valentín Falcato de toda la parte vieja que al
tiempo del derribo del arco se destruyó, que era preciso reconstruir a costa de
los contratistas. A estos se les pagaría lo que arrojase en la construcción de
los machos sobre los que había de cimentarse la obra, ya que cuando esta empezó
tenían un cimiento o arranque que les servía de base.
Los contratistas se
reúnen el 31 de octubre de 1845 con el alcalde Manuel Molano para informarle de
que la obra estaba completamente terminada y podría mandar reconocerla. El
alcalde nombra al arquitecto Valentín Falcato para hacer el reconocimiento y, que
por escrito, figurase si la obra tenía la solidez que se esperaba como se firmó
en las condiciones pactadas al rematarse. Se cita el 24 de noviembre de 1845 que
el caballero síndico acompañaría al arquitecto, aprobando que la cimbra quedase
puesta, como así lo aconsejaban las reglas del arte, más cuando había una
temporada de aguas, y que solo debía quitarse cuando pasase el temporal del
invierno próximo. El contratista se comprometía a retirarla así como a dejar
expedito el arco una vez tomadas las juntas de las dovelas y aristones de los
arcos. Valentín Falcato comunica el 29 de noviembre de 1845 al ayuntamiento de
que no estaba conforme con el reconociendo de las obras, respecto a la
reedificación del segundo ojo mayor de la derecha bajo las reglas del arte, con
sólidos y legales materiales y de su buena traza. Matizaba que estas obras de
arqueología solo se consideraban terminadas cuando estaban sin los apoyos que
la sustentaban en su último periodo, por lo que nadie podía responder
enteramente de alguna falta invisible y que cuando se quitase la cimbra se
verificaría el último reconociendo para su satisfacción. El ayuntamiento
responde el 1 de diciembre de 1845 que no podía responder ni calcular las
posibles faltas invisibles que pudiera tener la obra del puente y que solo
podía dar como terminada la obra una vez que desapareciese el apoyo o cimbra
que lo sostenía. Se pedía esperar a ello y que Valentín Falcato lo reconociese
y se le pagase lo que se le debía al contratista y cancelar la fianza. El
contratista responde el 5 de diciembre que estaba pasando por bastantes apuros
debido a los gastos realizados en la obra por la fianza que se realizó para
responder de ella. Pedía que se le pagasen los 3.267 reales y 26 maravedíes
prometidos para las urgencias de su casa o lo que restaba, quedando pendiente
la fianza hasta que se verificase el último reconocimiento de Valentín Falcato.
El 6 de diciembre de 1854 figuran los importes pagados a los contratistas hasta
el 16 de octubre de 1845, que ascendían a 18.854 reales y 8 maravedíes. Los
contratistas piden el 30 de mayo de 1846 que se cancelase la fianza que
firmaron al principio del contrato, dando por libre la fianza hipotecaria, ya que
la obra estaba consolidada desde hacía tiempo. El 6 de junio de 1846 el cabildo
municipal pide quitar la cimbra y realizar un nuevo reconocimiento de la obra
para saber si había quedado terminada con solidez y se nombraría al maestro alarife
Francisco Trejo para ello, previa aceptación y juramento del cargo. Dependiendo
del resultado así se actuaría. Francisco Tejo acepta el cargo y lo jura el
mismo día. El 1 de julio de 1846, ante el alcalde comparece Francisco Trejo y confirmaba
que había pasado a reconocer la obra en el ojo del puente con todo
escrupulosidad y cuidado. Observa que estaba concluida con toda solidez y de
acuerdo a las reglas del arte. La obra daba señales de firmeza, ya que se había
quitado la cimbra o apoyo que la sostenía y no se había producido movimiento
alguno, dando por terminada la obra.
El 22 de octubre de 1846
se tasan las maderas utilizadas para hacer el puente provisional durante la
obra. Estas maderas estaban en mal estado al haber sufrido el golpeo de
los carros y la invernada, por lo que las tasaban en 540 reales de vellón, que
es lo que finalmente se le pagaron a los contratistas. Estos habían nombrado el
1 de octubre de 1846 como tasadores al maestro Manuel Aller y el jefe superior
político al también maestro carpintero Juan Martínez. El pago se acuerda el 18
de febrero de 1847. El 26 de abril de 1847 se les pagan 2.500 reales a cuenta
de lo que se les debía por los perjuicios que reclamaron de la obra.
En los textos figuran los
albañiles que trabajaron en ella, que fueron José de la Peña, Domingo San,
Valentín Antonio, José María, Juan Pereira y Antonio Joaquín, junto a los días
que trabajaron y lo que cobraron por ello. Lo mismo para los peones Antonio
Márquez (y a su mujer, por asistir al rancho), Antonio Prega, Juan Mendoza y Lorenzo
Acosta. Como carpinteros Antonio Aller y su hijo, por hacer la cimbra, 167 días.
Los picapedreros Antonio Valles (maestro), 81 días a 15 reales/día: 1.215
reales. Antonio Silvera, unos 57 días a 7 reales/día. Agustín Martínez, 30 días
a 10 reales/ día: 300 reales. La cimbra de madera la trajo de su pinar José
Díaz por 400 reales. A Juan Fernández y su compañero por tirar con los pinos y aserrarlos
462 reales. De nuevo a Antonio Aller, maestro carpintero, por la dirección en
el pinar y su trabajo 220 reales. Por la conducción de la madera al puente se
pagaron de portes 320 reales. A Juan Figuero le pagaron por cuatro virones (6) gruesos y demás 220 reales. A Manuel Lledó,
esterero, por las espuertas 115 reales. 300 más por 30 docenas de sogas. A
Francisco Dionisio, herrero, 1.591 reales. Por 22 caíces de cal en piedra con
portes y la arena, a 100 reales cada caíz, 2.200 reales. Por los ladrillos de
marca de rey y reforzados, con sus portes, a 100 reales el millar, 2.200
reales. A Francisco Fernández, por el trabajo de cuatro bestias, 250 reales. A
Alonsito (sic) con dos caballerías, 140 reales. A Manuel Recio, maestro
alarife, 1.000 reales. Por los tres tirantes de hierro 203 reales y 24
maravedíes. El total era 27.689 reales y 24 maravedíes. Firmado por los contratistas Francisco Vargas y Mariano
Vargas el 20 de noviembre de 1845.
El periódico Hoy del 13 de abril de 1954 citaba que once familias que habitaban estos chozos junto al Gévora habían sido alojadas en cómodas viviendas. Estos chozos estaban en el sitio conocido por «El Cordel». Un cordel es una servidumbre establecida en algunas fincas para el paso del ganado trashumante, de menos anchura que la cañada y que no sobrepasa los 37,50 metros. Era lógico que hubiese un paso de ganado tras la otra orilla del histórico puente del siglo XVI. Las nuevas viviendas las había construido la Jefatura Provincial del Movimiento, a través del Patronato de Obras Sociales Francisco Franco, situadas en un alto próximo a la carretera de San Vicente, junto al fuerte de San Cristóbal. 53 personas habitaban ya estas nuevas casas totalmente gratuitas. Cada vivienda constaba de cocina, dos habitaciones y retrete. Detrás de las viviendas había terreno por si en el futuro los propietarios lo querían destinar a ganado. Este poblado de chozos se había ido formando junto al puente del Gévora y a lo largo de la entonces carretera de San Vicente, hoy llamada carretera de Cáceres. La mayoría eran familias de trabajadores de las fincas de los alrededores. Los chozos que habitaron fueron destruidos nada más ser desalojarlos, pero aun quedaban algunos que iban a desaparecer en el futuro dándoles nuevas viviendas en la misma zona que a las anteriores once familias antes de ese verano.
De no haberse hecho este traslado hubiera causado la muerte segura de muchas de esas personas. El mismo diario del 17 de diciembre de 1955 citaba que tras la gran crecida de los ríos Guadiana y Gévora se habían anegado todas sus márgenes, irrumpiendo el agua con gran fuerza en los puentes de Gévora, el de Palmas y en el que entonces se estaba construyendo, el llamado puente Nuevo y luego de la Universidad. El alcalde accidental, Liso Prósper, recorrió las barriadas de San Roque, Calamón, Las Moreras, las canteras del fuerte de San Cristóbal y el Gévora, para conocer el alcance de las inundaciones. La evacuación de personas comenzó a primeras horas y fueron alojadas en la llamada Casa de Todos, donde hoy está el colegio San Pedro de Alcántara, y también en el hospital Provincial. Se citaba que el río Guadiana había alcanzado los seis metros por encima de su nivel normal. El agua también había anegado los hornos de cal junto al fuerte y en los chozos que hubo en sus canteras, hoy rellena, se había formado una gran balsa.
El puente de Gévora es
declarado Bien de Interés Cultural en 2022.
No ha servido de mucho que el puente de Gévora del siglo XVI haya sido declarado Bien de Interés Cultural, con categoría de monumento. La noticia se publicó en el BOE del 12 de agosto de 2022, Decreto 81/2022. La propuesta para declarar BIC al puente partió de la asociación Amigos de Badajoz, que inició los trámites en julio de 2020. El ayuntamiento trata al puente de Gévora como si fuera un objeto res nullius (sin dueño), cuando en realidad es res derelictae, pues era suyo, pero lo ha abandonado desde hace muchas décadas. De momento no han aparecido escrituras donde figure como un bien municipal, yo tampoco las he encontrado, pero es evidente que si el ayuntamiento lo mandó construir le pertenece. Las demás administraciones se pasan la pelota unas a otras. Creo que, tanto la Junta de Extremadura, por ser la encargada de proteger el patrimonio regional (no solo de catalogarlo); la Diputación de Badajoz, que dio permiso en 1844 para su reparación, y el Ayuntamiento de Badajoz, quien lo mandó construir, se tendrían que poner de acuerdo en la reparación no solo del puente de Gévora, sino del de Herrerín, antes de que se acaben arruinando del todo. Varias asociaciones llevan reclamando la reparación del de Gévora y Herrerín desde hace tiempo. De momento, solo se han limpiado de maleza el entorno de ambos puentes por la Confederación Hidrográfica del Guadiana en febrero de 2018, aunque ha vuelto a crecer al poco tiempo, pues son tierras muy fértiles. Habría que despejarlos completamente.
Las causas del boquete
actual del puente de Gévora. El hundimiento parcial del 13 de diciembre de
2022.
Desde la fatídica riada de noviembre de 1997 y la de abril de 2013, no se había desbordado el Gévora como el pasado 13 de diciembre de 2022, tras el paso de la borrasca Efraín. No ha sido la única importante, 39 años atrás, también en noviembre, pero de 1983, se desbordó de forma espectacular, inundando como en 2022 la zona de la gasolinera de Gévora. El agua llegó al borde mismo del puente nuevo de hormigón que se inauguró un año antes. Se temía incluso por la rotura de la primitiva presa Peña del Águila de Villar del Rey (la nueva se inauguró en 1987) teniendo que evacuar a los vecinos de Valdebótoa y de varias barriadas pacenses. El viejo puente sufriría bastante en esta crecida, pues lo cubrió casi completamente. Tras esta crecida fue apareciendo el hueco central que hoy podemos ver, sobre todo desde los años 90 (parece ser que se hundió en 1999), como se puede ver en fotos aéreas de distintos años. Corre el riesgo de hundirse justo donde estaban las dos lápidas que tuvo con las inscripciones con la fecha de su construcción. Una de ellas se perdió y otra fue retirada en 1992 y trasladada al Museo Arqueológico Provincial. Otro de los factores han sido los obstáculos que tiene delante, como una abundante vegetación, con árboles que no se podan, construcciones en el mismo cauce y, la que yo creo más importante, el propio puente metálico del siglo XIX. La parte ciega de piedra en la otra orilla, salvo tres arcos que son insuficientes, han provocado el efecto embudo, aumentando la fuerza del agua justo en la parte más baja y débil del puente viejo, socavando los cimientos y lo que sería una especie de cuerpo de guardia, creando además un montículo de más de medio metro de altura con los cantos rodados que había en el terreno. Lo que demostraría este efecto embudo es que el arrastre de los cantos rodados y piedras de granito es que no se han desplazado hacia adelante en línea recta, sino hacia la izquierda de la corriente.
Se ha producido un importante descalce de los cimientos del segundo arco, lo que puede provocar su hundimiento si este invierno es abundante en lluvias como 2022. Es curioso que estos dos últimos arcos no poseen tajamares, como el resto, incluso los de la orilla contraria. Desconozco los tuvo originalmente o fueron eliminados durante alguna reconstrucción.
No sé si de haberse reparado el puente habría ocurrido el derrumbe de 2022, pero la dejadez de todas las autoridades ha sido evidente desde principios del siglo XX. Habría que hacer un proyecto de restauración, creando isletas de tierra para trabajar en seco en verano. Lo primero sería apuntalar el arco central para evitar que se hunda por completo, como otros que están agrietados. Es posible reconstruir el arco caído, pues las dovelas están en la zona, incluso reutilizar las piedras de los muros de mampostería. Habría que eliminar toda la vegetación que lo oculta, pues al ser un BIC no puede haber nada en 100 metros que dificulte su visión. También eliminar un anclaje con cable de acero de un poste de luz o teléfono en la otra orilla.
PARTE HUNDIDA EN DICIEMBRE DE 2022
(Fotos año 2006)
AÑO 2018
ENERO DE 2023
La Junta de Extremadura emite un informe sobre el estado del puente y advertía de nuevos derrumbes en el futuro.
El periódico Hoy del 14 de abril de 2023 citaba que si hubiera una nueva crecida del río Gévora el puente sufrirá nuevos derrumbes. Era una de las conclusiones del informe realizado por la Dirección General de Patrimonio de la Junta de Extremadura tras la pérdida de parte de un arco (no dos como se informa) de este monumento el 13 de diciembre pasado. Aparte de lo dañado en diciembre, hay pilares y arcos desplazados, grietas importantes y descalzamientos parciales.
Los técnicos de patrimonio visitaron la zona en enero de 2023 para evaluar los daños. La conclusión más preocupante era que había mucha vegetación en las orillas de este puente «por lo que es muy probable que, ante una nueva riada, se vuelvan a producir taponamientos de los arcos con la presión sobre la estructura del puente y nuevos colapsos». Los técnicos concluyeron que fueron los taponamientos los que lo derrumbaron parcialmente en diciembre. «El extremo del puente se ha derrumbado debido a las abundantes lluvias que produjeron el arrastre de diversos materiales, incluidos troncos de árboles y rieles de protección de carreteras (7) La presión ejercida por el agua y los materiales de arrastre ocasionaron un descalce evidente en la cimentación provocando la rotura, desplome y arruinamiento de las pilas y la fragmentación de la última bóveda en grandes bloques». También citaban que algunas pilas y arcos presentaban giros y desplazamientos parciales entre los sillares, causados, probablemente, por descalces y asientos de su cimentación. Destacan también el crecimiento de abundante vegetación en su tablero, que enraíza en las juntas del empedrado y de los pretiles produciendo la disgregación de los materiales. Incluso se había observado árboles en medio del puente de más de dos metros de altura, afectando al material de relleno bajo el pavimento. Se apreciaban abundantes manchas de humedad debido a la filtración de agua por su tablero y «es evidente también la pérdida de los rejuntados en ladrillos y sillerías, así como deformaciones en los arcos, debido tal vez a reparaciones precipitadas». El informe señalaba los efectos del derrumbe en el arco central del puente, ocurrido en 1999, cuando colapsó un tramo del tablero junto con su relleno, de unos nueve metros cuadrados, haciendo imposible atravesar el puente en su longitud. Por este motivo, el acceso está prohibido desde hace años.
Por eso mismo creían que, si se repitiese una crecida, volvería a haber derrumbes, ya que la zona no estaba todo lo limpia que debería. Ya se hizo una limpieza parcial en 2018 por la CHG. Esta y otras conclusiones alarmantes fueron transmitidas por la Junta de Extremadura al Ayuntamiento de Badajoz en una reunión del mes de febrero de 2023. Tras el derrumbe el alcalde de Badajoz se comprometió a aprobar una partida de emergencia para reparar los daños más graves y tratar de evitar nuevos derrumbes. A día de hoy no se ha invertida nada. En febrero de 2019 el pleno municipal votó inscribirlo por primera vez en el registro de la propiedad a nombre del Ayuntamiento de Badajoz, pero tampoco se ha llevado a cabo. El puente está incluido en la «Lista Roja» de la asociación Hispania Nostra (8). Sin ánimo de lucro y con sede en Madrid, posee un comité científico que analiza el estado de conservación de los monumentos españoles. Según estos expertos, el puente está en «Avanzado estado de deterioro y riesgo de derrumbe. Daños provocados por la vegetación y raíces de árboles en pilares y firme de la plataforma del puente».
La Junta de Extremadura descartaba que el puente fuese de su titularidad.
El Periódico Extremadura del 11 de septiembre de 2023 informaba que aún se desconocía a qué administración pertenecía para encargarse de su reparación y consolidación. El Ayuntamiento de Badajoz dijo en mayo haber descubierto que pertenecía en parte a la Junta de Extremadura, pues en el Catastro figuraba como vía de dominio público al formar parte de la cañada real de Sancha Brava. Pero en la Consejería de Gestión Forestal y Mundo Rural no estaban de acuerdo con esta afirmación, pues aunque la vía pecuaria era de su titularidad, no lo era el puente construido sobre ella.
Todo ello podía llevar a concluir que el puente se encontraba en un limbo. La Junta de Extremadura no tenía ninguna notificación del Ayuntamiento de Badajoz sobre el reciente descubrimiento de la titularidad del puente. El periódico recordaba que hacía cuatro años que en el pleno de la corporación municipal acordó inmatricular el puente porque no estaba inscrita como bien de ninguna administración. Después del derrumbe, el ayuntamiento se afanó en la búsqueda y fue en mayo, en plena campaña electoral municipal, cuando el entonces candidato (y de nuevo alcalde), Ignacio Gragera, manifestó que el ayuntamiento no podría continuar con su compromiso de inmatricular el puente, pues había comprobado en el Catastro que al menos parcialmente, en la sección que había sufrido daños, era propiedad de la Junta de Extremadura. Por ello le pedía su rehabilitación inmediata. El alcalde comentó que no podía haber un bien inmatriculado a nombre de dos administraciones, y que toda la estructura era de titularidad autonómica.
En la Dirección General de Patrimonio Cultural de la Junta de Extremadura manifestaban que el puente no era de titularidad de su consejería, que sí realizó un informe sobre el estado de la estructura tras el derrumbe y calculó el presupuesto para su restauración, por tratarse de un BIC. Este informe se hizo llegar al ayuntamiento. En el negociado de Bienes Inmuebles, manifestaban que, aunque la zona derruida estaba asentada sobre una vía pecuaria, no por ello correspondía a la Junta de Extremadura restaurarlo, porque solo la vía era de titularidad de esta, no el puente.
En la Consejería de Mundo Rural sostenían que el puente era una infraestructura del antiguo camino de Badajoz a Cáceres, que coincidía en este tramo con la vía pecuaria, pero no se encontraba inventariado como elemento de esta vía. Señalaban que el hecho de que una parte del puente se encontrase sobre terrenos catastrales de la vía pecuaria, no quería decir que perteneciese a la cañada de Sancha Brava. Igualmente, el puente está sobre terrenos catastrales del río Gévora y de la carretera regional Ex-100, lo que no significaba que perteneciese a la Confederación Hidrográfica del Guadiana o a la Consejería de Movilidad, Transportes y Vivienda. En todo caso, se mostraban abiertos a colaborar y ayudar en su recuperación.
Un hipotético traslado del puente metálico para despejar el del siglo XVI.
Sé que sería costoso, pero casi no tiene uso, pues está cerrado al tráfico de vehículos. Podría trasladarse a la zona del Pico, donde se quiere construir una pasarela. Las piedras de granito de los pilares se pueden reutilizar en su nuevo emplazamiento. El tablero metálico se podría desmontar por tramos. Ya se han hecho traslados con monumentos romanos al construirse pantanos, incluso con otros de mucha más envergadura y complejidad en Egipto. De esta forma el puente del siglo XVI quedaría más libre de tantos obstáculos que han desvirtuado el paisaje de su entorno y evitar ese efecto embudo tan perjudicial. El puente antiguo, una vez reparado, quedaría para el paso de peatones y bicicletas cuando los dos badenes está cubiertos por el agua.
Notas:
1. Murallón o terraplén que detiene el flujo del agua en playas o en las orillas de los ríos.
2. Actual calle Afligidos.
3. Por este Real Decreto de 19 de septiembre de 1798 se mandó enajenar todos los bienes raíces pertenecientes a hospitales, hospicios, casas de misericordia, casas de reclusión y de expósitos, cofradías, memorias pías y patronatos de legos y se pusieron en venta los bienes de los jesuitas. Fue la primera desamortización.
4. Cuerda gruesa hecha de fibras vegetales como el cáñamo o el esparto.
5. Actual calle Eugenio Hermoso.
6. Madero en rollo, de castaño, de seis varas y media de longitud y con un diámetro de seis a siete pulgadas.
7. Es un error, en la orilla hacía el pueblo de Gévora existía una barrera metálica de contención, comúnmente llamado quitamiedos, que ha sido retirado o robado después del derrumbe. Era para avisar de que no se podía cruzar por el socavón central. Existe otro en la orilla contraria y dos grandes piedras.
8. https://listaroja.hispanianostra.org/ficha/puente-de-cantillana/
Fuentes:
Archivo
Histórico Municipal de Badajoz, Archivo Histórico Provincial de Badajoz, Museo Arqueológico Provincial de Badajoz, periódicos Hoy y Extremadura.
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